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martes, 7 de julio de 2009

El Islam y la violencia.

Mezquita de Al-Aqsa











La Sura de la Peregrinación XXII dice «A quienes luchen por haber sido víctimas de alguna injusticia, les está permitido luchar y verdaderamente Alá tiene poder para ayudarles».

Cronológicamente, esta es la primera referencia revelada al Profeta durante su huida a Medina, que autoriza en el Corán el empleo de la violencia.

La Sura de la Retractación IX, señala «Y cuando hayan pasado los meses inviolables, matad a los asociadores donde quiera que los halléis. Capturadlos, sitiadlos y tendedles toda clase de emboscadas...».

Esta cita es la que fundamenta, entre las escuelas más radicales y enemigas de la interpretación, el precepto legal de luchar contra los no creyentes.

Y continúa

«Combatid contra aquellos, de los que recibieron el Libro, que no crean en Alá ni en el último día, no hagan ilícito lo que Alá y su Mensajero han hecho ilícito y no sigan la verdadera práctica de la adoración».

Supone el espaldarazo definitivo, según los teólogos fundamentalistas, para la obligación de combatir a los infieles.

Estos son los pasajes más representativos del Corán sobre la obligación de los musulmanes de combatir a los no creyentes. Han dado pie a las escuelas más rigoristas, a lo largo de los siglos, para imponer como precepto divino el ejercicio de la yihad, como «guerra santa».

Pero el Corán, muy extenso, habla de lo divino y de lo humano, de la forma de adorar a Alá y del reparto de las herencias... Así, se refiere también a la tolerancia en materia religiosa.

Tolerancia religiosa

«Y si tu Señor quisiera, creerían todos cuantos están sobre la tierra. ¿Acaso puedes tú obligar a los hombres a que sean creyentes?». (Sura de Jonás X).

«No hay coacción en la práctica de la adoración, pues ha quedado claro cuál es la buena dirección y cuál el extravío». (Sura de la Vaca II).

La traducción es de Abdel Ghani Melara, quizá la más canónica, avalada por el Ministerio de Asuntos Islámicos de Arabia Saudí en el año 1996,

Durante tres o cuatro generaciones tras la muerte del Profeta, en el año 632, la yihad fue entendida como «lucha» en el sentido de enfrentamiento o combate con el enemigo; no en vano los musulmanes vivieron casi un siglo de luchas tribales y guerras civiles. Las primeras biografías de Mahoma recibían la denominación de «Libro de las razias». La «guerra santa» fue, históricamente, la primera acepción de la yihad.

Las escuelas islámicas más rigoristas, partidarias del respeto estricto a lo escrito y no de interpretar el espíritu de la letra, permanecerán fieles a esta acepción hasta nuestros días. Pero son escuelas minoritarias.

Desde el siglo X hasta el presente, pronto se abre camino en el islam la interpretación historicista de las palabras del Corán, adaptándolas al correr de los tiempos. Omeyas en Córdoba y Damasco, y abasíes en Bagdad, adoptarán esta línea teológica revisionista.

Así, el término yihad pasa progresivamente a ser entendido, de forma mayoritaria, como «esfuerzo» o «lucha interior». Esta interpretación viene avalada por el propio Corán, que utiliza preferentemente la formulación «esfuerzo en el camino de Dios»-.

Una lucha interior que podría perfectamente hermanarse con el «camino de perfección» o con el «vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero que muero porque no muero». La lucha espiritual de Santa Teresa se corresponde con el esfuerzo interior de un místico musulmán.

Durante un milenio, la yihad pasa pues a ser «esfuerzo interior», quedando reservado el concepto de guerra o batalla para el vocablo árabe «qital», equivalente a «combate».

Retroceso parcial

Desde 1928, con la creación en Egipto de la Hermandad Musulmana y más tarde con el fracaso en el mundo árabe de los socialismos y nacionalismos, rebrota con fuerza entre los radicales la idea de yihad como guerra santa. Pero es a partir de la mitad del siglo XX, con las guerras de Palestina, y luego las de Irak y Afganistán, con el sentimiento de humillación, cuando la yihad desanda definitivamente el camino andado y el concepto vuelve a convertirse, para los algunos islamistas, en inequívoco: es otra vez la guerra santa, y no la lucha espiritual contra uno mismo.

En cualquier caso, los abanderados de la guerra contra el infiel, el no creyente, son muy minoritarios entre los 1.400 millones de musulmanes en el mundo. Pero son la mayoría silenciosa frente a los radicales.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Jesús y la crucifixión

Jesús de Nazaret no fue el primer crucificado. Antes que él otros muchos murieron en cruces. La arqueología y la historia han aportado en los últimos años importantes evidencias sobre como se desarrolló la condena a muerte por crucifixión. El martirio de la cruz es ya citado por fuentes asirias, egipcias, griegas, persas, cartaginesas, etc, mucho tiempo antes de la era cristiana, a pesar de que no se haya datado con exactitud su origen.




Cuenta Flavio Josefo que el rey asirio Antioco IV Epifanes, en su persecución de los judíos, entre el 174 y 164 a.JC, sometió a intensos tormentos a quienes no acataban sus leyes, "...hiriéndoles a latigazos, mutilando sus cuerpos y, estando todavía vivos, colgándoles de cruces".

Esta tortura, junto con la horca, fueron denominadas arbor infelix o infelix lignum, que significa "árbol siniestro" y "leño o tronco siniestro", a pesar de que tiempo después la horca pasó a denominarse genericamente furca. Esta utilización de la definición infelix lignum arbitrariamente para la muerte en cruz y la muerte en horca, ha llevado a algunas comunidades religiosas, como las Iglesia de los Testigos Cristianos de Jehová, a la convicción de que Jesús murió clavado a un solo tronco vertical, sin el leño horizontal que forma la clásica cruz latina.

Pese a esta singular concepción de la crucifixión, lo cierto es que en ambas denominaciones latinas antes citadas, los vocablos arbor (árbol) y lignum (leño) hacen alusión al elemento básico de la cruz; el tronco de árbol de poco grosor.

¿Pero quién pudo ser el inventor de tan atroz forma de muerte?

Ya Cicerón, orador, pensador y político romano, indicaba a un tal Tarquino como su creador. Sin embargo investigadores contemporáneos documentan que el suplicio de la cruz se usaba en Roma antes de Tarquino, siendo además conocido y practicado fuera de la Ciudad Eterna.

La opinión más extendida en la actualidad es que esta forma de ejecución es de origen asiático, concretamente persa, a pesar de que algunos estudiosos mantengan que su origen es fenicio.

Pero lo importantes es que la cruz ya era utilizada por griegos, egipcios, cartagineses, y en otras áreas antes de su introducción en Roma.

En 1968 un grupo de arqueólogos halló al noroeste de Jerusalén, la tumba de un hombre que había muerto crucificado. Las marcas de violencia eran solo patentes en sus talones, atravesados por un clavo de 18 centímetros, en sus muñecas taladradas y en sus tibias y peronés intencionadamente rotos a la altura del tercio inferior y radio derecho, que presenta una fisura por clavo. El osario en que se hallaron estos restos, con a leyenda "Johannan ben Haggol" (Juan, hijo de Haggol) poseen un valor arqueológico y exegético extraordinario. Y el hecho de que no descubriesen otras evidencias de tortura en el crucificado, que según los expertos murió a la edad de entre 24 y 28 años, también resultan de gran valor por algo que explicaremos luego.

Reconstruida por los técnicos la posición de Juan en la cruz sería la siguiente: piernas colocadas una sobre otra ligeramente flexionadas. Los pies, juntos por los talones, son atravesados por un solo clavo (lo que confirmaría la tradición de los tres clavos en la cruz, y no cuatro como han supuesto algunos autores). La caja torácica levemente contorneada y los brazos fijados al palo horizontal (stipe) mediante dos clavos que atraviesan los antebrazos.

Además de "Juan hijo de Haggol", los arqueólogos han encontrado otras evidencias de la muerte en cruz. Por ejemplo, en unas excavaciones realizadas en 1940, en Herculano y Pompeya, fueron descubiertas varias cruces litúrgicas. Dado que estas antiguas villas veraniegas romanas fueron sepultadas por el Vesubio el 24 de agosto del año 79, estas cruces se suponen bastante más antiguas que ese año, y tal vez fueron contemporáneas a la utilizada contra Jesús de Nazaret. Pero esto no quiere decir que sean exactamente iguales a la cruz de Jesús, ya que se han catalogado 385 tipos de cruces diferentes.

Algunos teólogos afirman que la cruz es anterior a Jesús basándose simplemente en el texto evangélico. en Mt. 16-24 leemos: "El que quiera venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cruz y sígame".

Respecto a la cruz empleada en la muerte del fundador del Cristianismo, los autores plantean dos hipótesis fundamentales; la cruz Tau (en forma de T) y la cruz latina, clásica representación de la imaginería popular.

Los partidarios de la cruz Tau alegan que este tipo de cruz era la más utilizada en la antigua Roma, pero los detractores de esta hipótesis argumentan que esto no es posible, ya que el texto evangélico afirma que fue colocado un letrero con las iniciales INRI (Jesús Nazareno Rey de los Judíos) en la parte superior de la cruz, sobre la cabeza de Jesús (Mateo, Lucas y Juan) y esto es imposible en una cruz Tau que no tiene extremo superior.

La hipótesis más popular es que Jesús hubiese sufrido calvario en la clásica cruz latina, pero no la típica y estilizada cruz artesana que la iconografía religiosa plantea.

Con seguridad la cruz en que murió Jesús de Nazaret no estaba construida con dos pulidos tablones perfectamente ensamblados, ya que los árboles de Jerusalén (pinos primordialmente) eran demasiado enclenques para parir unos tablones lo suficientemente grandes para confeccionar una cruz mortuoria. Por otro lado, pulir, lijar y luchar contra los nudos de la madera era algo demasiado complicado para confeccionar una herramienta de muerte considerada maldita, y que la mayoría de las veces sería pasto de las llamas debido a las supersticiones populares que rodeaban aquellas despiadadas formas de tortura.

Los romanos denominaban genéricamente crux a todo instrumento de suplicio en que, el condenado a la pena capital, era fijado , alzado y sometido a una muerte lenta y cruel.

Justo Lipsio, el filósofo flamenco del siglo XVI, amigo de Quevedo y gran conocedor de los clásicos, sostenía con otros historiadores esta opinión. En este sentido la palabra latina crux significa simplemente tormento, martirio, y cruciare atormentar.

Según autores los romanos despreciaban a los reos de crucifixión. Tras dejarles un par de días para despedirse de sus familias y zanjar sus deudas, eran conducidos, sin ningún tipo de tormento o tortura adicional, al lugar en que eran crucificados. No se desperdiciaba tiempo ni energía en el condenado a la muerte en cruz. Recordemos que "Juan el Crucificado" no presentaba más síntoma de tortura que los clavos que lo fijaban a la madera y la rotura de las piernas. Explicaré después porqué.

Era tal el desprecio sentido para con los crucificados, que esta humillante tortura era reservada a los criminales de más baja ralea. Un condenado que pudiese mostrar el Civis romanus sum -salvoconducto que demostrase su ciudadanía romana- disfrutaría del "privilegio" de ser decapitado. Ejecución más digna, rápida y "humanitaria", que la agonía lenta e insoportable de la crucifixión.

De no poder demostrar su ciudadanía romana, y ser condenado a la cruz, el reo habría de cargar con el leño (casi siempre de pino vulgar) de unos 190 o 200 cm., llamado stipes hasta el lugar de ejecución. Una vez allí, tal y como llegaba atado al stipes era izado en el patibulum (parte horizontal de la cruz que sería un tronco), utilizando cuerdas que pasaban por encima de dicho tronco. Una vez izado se fijaban ambos troncos, stipes y patibulum (que ya adoptan la forma de cruz latina clásica) y se dejaba al crucificado morir lentamente de hambre, sed, insolación, dolor, asfixia, etc.

No solía descenderse el cuerpo del crucificado hasta que había sido totalmente descompuesto, para que sirviese de ejemplo y advertencia al pueblo.

En conjunto la cruz era bastante baja y el reo podía tardar entre 3 y 5 días en morir. En ese tiempo los crucificados solían ser atacados, y sus extremidades inferiores parcialmente devoradas por las alimañas, por lo que con el tiempo, en una muestra de paradójica "misericordia", los ejecutores decidieron hacer las cruces un poco más altas, pero alargando la agonía del crucificado.

Posteriormente los verdugos adoptarían la "piadosa" medida de romper las piernas del crucificado, con lo cual el cuerpo quedaba suspendido exclusivamente de los clavos de las muñecas.

Según han experimentado médicos forenses, un cuerpo humano en esta situación sufre una asfixia gradual, y para obtener cada bocanada de aire el crucificado ha de izarse a pulso sobre los clavos, que desgarran la carne y los nervios del antebrazo. Y tras cada titánico esfuerzo para respirar una vez más, el cuerpo vuelve a caer suspendido de los brazos, al no poder sostenerse sobre las piernas rotas. Así, en pocos minutos, el crucificado muere por asfixia.

La cruz como símbolo religioso

La imagen de la cruz aparece ya en la más remota antigüedad en áreas como las centro-americanas, tan lejanas y desconectadas de los orígenes del cristianismo.

Incluso en algunos petroglifos prehistóricos se han encontrado grabados cruciformes, lo que no deja de ser razonable, ya que es uno de los símbolos más sencillos que pueden confeccionarse: dos líneas que se cruzan en un punto.

En Europa y Asia no aparece el "signo de la cruz" como distintivo cristiano, al menos hasta el siglo IV. Hasta entonces los cristianos utilizaban otros símbolos, como el cordero divino (imagen originada en el cordero expiatorio del Pentateuco, utilizado por los judíos en su Éxodo a la Tierra Prometida).

En tiempos del Papa Celestino I (año 432), precisamente por lo que hemos expuesto, aparece sobre la puerta de la iglesia de Santa Sabina, en Roma, la que según algunos autores es la imagen más antigua de Jesús crucificado.

Esta imagen del crucificado (del latín "crucifixus", fijado en la cruz), que ahora identificamos instintivamente como específicamente cristiana, no apareció mostrando toda la crueldad de esa muerte, no expuesta públicamente hasta bien entrado el siglo VI y no cruentamente. E incluso entonces despertó indignación y escándalo entre los propios fieles. Este hecho fue reseñado por algunos cronistas cristianos, como el padre Maxime Gorce, quién escribía:

"Cuando en el año 560, aproximadamente, en Narbona fue exhibido por vez primera el cuerpo del ajusticiado (Cristo), según el testimonio de Gregorio de Tours, esto constituyó un espantoso y muy comprensible escándalo..." ´.

Jesús de Nazaret, una crucifixión excepcional

Según la muerte normal por crucifixión en el Imperio Romano, la de Jesús resulta atípica. Y más atípica resulta aún si, como hemos señalado anteriormente, los vestigios arqueológicos apuntan a que el crucificado no era torturado previamente.

El único muerto en cruz del que tengamos constancia histórica, que fue flagelado, golpeado y humillado antes de su crucifixión es Jesús de Nazaret.

En el Evangelio según San Matéo, el de Marcos, el de Lucas y el de Juan, relatan la Pasión y crucifixión de Jesús de Nazaret.

Evidentemente, y si nos atenemos a los documentos históricos (no solo los Evangelios) que hablan de Jesús de Nazaret este no era ciudadano romano, sino judío, y por tanto no podía aspirar a la decapitación. Sin embargo, en lugar de ser conducido a la muerte en cruz directamente, es flagelado, coronado de espinas, y humillado públicamente antes de su crucifixión. Por otro lado, según el relato del Nuevo Testamento, no se le rompen las piernas como era costumbre (y como se profetizaba en el Antiguo Testamento), ya que fallece antes víctima de los sucesivos tormentos.

Este martirio previo, que no se empleaba con los crucificados comunes, tiene en si mismo un extraordinario interés de cara a dos enigmas del cristianismo no menos fascinantes; la Sabana Santa de Turín y el Santo Sudario de Oviedo.

Ambos lienzos sobre todo la Síndone de Turín, representan a un hombre crucificado. En este sentido la historia de la muerte por crucifixión supone un aval razonable a la hora de identificar al hombre de la Síndone con Jesús de Nazaret, ya que la arqueología y la historia no nos han ofrecido evidencias de ningún otro reo de cruz que presenta las extraordinarias características que detalla el Evangelio en relación a la crucifixión de Jesús.

Sólo resta añadir que los primitivos crucifijos representaban a un Jesús vivo y triunfante, lujosamente engalanado y victorioso sobre la cruz, como afirma el dogma de la resurrección. A partir del siglo XII aparece ya muerto y cubierto solo con un paño atado a la cintura. Y a partir de 1300 se inicia populariza ya la representación de un Jesús coronado de espinas, humillado y sufriente, como realmente corresponde a un crucificado.

sábado, 14 de marzo de 2009

Las rayas y los colores

Las rayas ahora se las asocia a los elegantes trajes sastre o a la indumentaria playera. Pero las franjas y las telas listadas fueron durante mucho tiempo en occidente marcas de exclusión e infamia. Las figuras que mayores probabilidades tenían de lucir rayas en la literatura y la iconografía de la Edad Media eran juglares, músicos, bufones, verdugos, condenados, herejes, judíos, musulmanes, así como el diablo, las prostitutas, los verdugos, los traidores, las mujeres adúlteras y los sirvientes codiciosos.

Todo surge con el regreso de San Luis (el rey Luis IX) a Francia luego de cuatro desalentadores años en Tierra Santa. En el transcurso de su fallida cruzada, San Luis había conocido a algunos discípulos de la orden carmelita, monjes mendicantes a quienes se reconocía de inmediato debido a sus capas rayadas. Vestimenta que homenajeaba, según cuenta la leyenda, a la capa chamuscada que el profeta Elías lanzó desde el carro de fuego que lo llevó al cielo.

A invitación del rey, los carmelitas volvieron con él a Francia en el verano de 1254. Sin embargo, a pesar de su protección, las capas rayadas causaron indignación en París y se los recibió con burlas e insultos. En los años siguientes el escándalo adquirió tales proporciones que el Papa Alejandro IV ordenó a los carmelitas que evitaran las rayas. Estos se negaron. La batalla prosiguió a medida que se sucedían los papas hasta que convencieron a los religiosos de que adoptaran hábitos blancos.

Al tiempo que se privaba a los carmelitas de la vestimenta que ellos habían elegido, se obligaba a otros a usar rayas como advertencia de su dudosa categoría, cosa que invitaba a los demás ciudadanos a apartarse. Leyes que proliferaban tanto en el norte germánico como en el sur de Europa, las cuales recomendaban la ropa rayada para indeseables sociales como leprosos y herejes.
Enrique VIII, detalle, Hans Holbein el joven, todo rayas

El Renacimiento concedió a las rayas un breve respiro y jugó incluso con su utilidad como elemento de diseño. Francisco I de Francia decidió que Clouet lo pintara vestido a rayas; Holbein retrató a Enrique VIII con similares vestiduras. Todo esto, sin embargo, no pasó de un flirteo.

Sólo una vez que la rebelión norteamericana adoptó las rayas como símbolo de libertad, estas hicieron una entrada triunfal en Europa. La Revolución Francesa se identificó hasta tal punto con las rayas, que en la memoria quedaron unidas de manera indisoluble al símbolo tricolor. Incluso los ingleses, contra quienes se había esgrimido la raya revolucionaria original, empezaron a usar rayas en vestidos, levitas, chalecos, medias, cintas y todo otro accesorio que se considerara adecuado agregar al atuendo.

A pesar de la rehabilitación histórica de las rayas, su carácter marginal persistió. Hasta entrado el siglo XX, las rayas se utilizaban para trajes de los presos. Empezaron a adquirir nuevos significado como el rayado higiénico que se introdujo para ropa íntima como los pijamas; el rayado festivo, usado a menudo en la ropa infantil o los juguetes; y la raya náutica, que no tardó en adoptar la indumentaria playera. En vísperas de la Primera Guerra Mundial no quedaba playa europea que no se hubiera convertido en un muestrario de rayas.


En un intento de comprender por qué el mundo medieval se sintió agraviado ante la vestimenta rayada de hombres dedicados a Dios, Michel Pastoreau en La ropa del Diablo, especula con que el ojo medieval se concentraba de manera particular en la lectura por capas. Una imagen se creaba mediante la superposición de niveles sucesivos y, para leerla de manera adecuada, era necesario empezar por el nivel inferior y, una vez atravesadas todas las capas intermedias, terminar en el nivel superior. Con las rayas, sin embargo, tal lectura no es posible. No hay un nivel inferior y otro superior un color de fondo y otro de superficie. Hay un solo nivel bicromático dividido en igual número de rayas de colores alternados.


En la Edad Media, teoriza Pastoureau, las rayas evocaban asociaciones que estaban enfrentadas a lo que entonces se consideraba políticamente correcto. Para la mente medieval, la idea de la diversidad y las rayas estaban estrechamente relacionadas. Destaca que el latín medieval a menudo usa como sinónimos las palabras "rayado" y "variado", y nos dice que la cultura medieval desaprobaba la variación: "La forma sustantiva de ''varietas'' sirve para designar engaño, maldad y lepra simultáneamente". En la actualidad consideramos que la diversidad es algo deseable y, como consecuencia de ese cambio de valores, el status de las rayas experimentó una revolución.

En general los colores y las religiones han mantenido una relación. estrecha. De un lado la Contrarreforma en el barroco eligió el abigarramiento cromático para manifestar la fastuosidad de su imperio en tiempos de crisis . Paralelamente el protestantismo, austero, impuso el prestigio del vestido negro sobre la burguesía emergente. De este estilo negro, contrario al descontrol de lo vistoso, derivaron a finales del siglo XIX y comienzos del XX los objetos negros, las máquinas de escribir, los teléfonos, las cámaras fotográficas, los automóviles negros. Desde 1860 la química industrial de los colorantes permitía fabricar objetos de casi cualquier tono pero hasta después de la Segunda Guerra Mundial los norteamericanos, tan religiosos, y todos los demás habitantes, no disfrutaron de los coches bicolores y tricolores o de electrodomésticos y herramientas que no fueran blancos o negros.

El color fue para los Santos Padres materia que se sumaba a la luz. La luz, símbolo de la pureza se contaminaba con los verdes, los amarillos o los azules, colores que a diferencia del rojo tardaron en incorporarse a la liturgia. El culto católico a la Virgen abrió las puertas al azul celestial pero en la liturgia, las casullas, no asumieron el azul mientras emplearon durante siglos el morado.

Newton demostró en el siglo XVII que todos los colores formaban parte de la luz pero la estimación popular y religiosa de la verdad del color permaneció ajena a las consideraciones de la ciencia.

sábado, 27 de diciembre de 2008

Jesús y su estado civil. Visión de Jesús en el Islam

Archivo:Piero della Francesca 041.jpg

Natividad, Piero de la Francesca


¿Estaba casado Jesús?. Aunque casi todos los que le rodeaban estaban casados, los Evangelios no dicen nada del estado civil de Jesús. Es cierto que mientras jamás se nombra allí a la esposa de Jesús sí se habla de otros parientes con naturalidad, como de la suegra de Pedro. Tampoco debe ser por una autocensura puesto que cuando se escribieron los evangelios no había ningún problema en mostrarlo soltero o casado.

Realmente la costumbre de la época era casarse. Una norma obligaba a casarse a todo rabino; los sacerdotes y rabinos de Tierra Santa debían casarse, pues abstenerse de la procreación era (y aún es, entre los judíos ortodoxos) considerado un insulto a Dios. De hecho, el celibato era censurado por los ancianos de la sinagoga. Jesús era un rabino, aunque no se sepa si estaba ordenado estrictamente. También en la Escrituras tiene trato frecuente con las mujeres.

Los Evangelios Apócrifos de Felipe, María y Tomás hablan de una esposa de Jesús a la que llaman María o Salomé, aunque al ser evangelios gnósticos se puede interpretar el término esposa como discípula perfecta.

El emperador Constantino convocó el primer concilio ecuménico de la Iglesia ( en la ciudad de Nicea, en Turquía )en el año 325. El concepto de un Cristo casado, con familia, requiere que Jesús fuera mortal. Sin embargo, el Concilio de Nicea decretó que Cristo era divino y que, por tanto, no pudo estar casado.

MARÍA MAGDALENA

El caso de María Magdalena: María estaba con Jesús en momentos clave de la historia, particularmente en su muerte, entierro y resurrección. Empero no hay pruebas directas en los textos que hoy por hoy conocemos, ni tampoco en los Evangelios, que corroboren ésto. Hay teorías, desde luego. El teólogo protestante William E. Phipps en su libro ¿Jesús estuvo casado? La distorsión de la sexualidad en la tradición cristiana, publicado por primera vez en 1970. Sugiere que el casamiento con María Magdalena puede haber tenido lugar durante la segunda década de la vida de Cristo; llevando aún más lejos la hipótesis, dice que ella puede haberle sido infiel y que Cristo, por su inalterable amor, puede haberla perdonado.

En 1992, el libro Jesús, el hombre, de la doctora Barbara Thiering, llega a pretender que María Magdalena no sólo estuvo casada con Jesús, sino que lo abandonó tras la crucifixión (a la que él sobrevivió durante treinta años) tras tener una hija y dos hijos suyos. Al parecer, Cristo se volvió acasar después de esto. La autora, catedrática en la escuela de teología de la Universidad de Sydney, basa sus afirmaciones en una nueva interpretación de los Rollos del mar Muerto.

CELIBATO

Jesús señala en l famoso pasaje de Mt 19,12 los que "se hacen a sí mismos eunucos por el Reino de los cielos" parece que indicando un celibato.

El teólogo J. P. Meier:En suma, no podemos tener una absoluta certeza sobre si Jesús estaba o no casado. Pero los varios contextos… en el Nuevo Testamento y en el judaísmo señalan como hipótesis más verosímil la de que Jesús permaneció célibe por motivos religiosos” (Un judío marginal, I 353-354).

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JESÚS Y LOS MUSULMANES

No todos los que creen en Jesús están de acuerdo en que murió en la cruz, y que es parte de la Trinidad. 622 años separan al Cristianismo del Islam. Lo suficiente para que la tercera religión monoteísta haya establecido su postura en lo relativo a Jesucristo. A diferencia del Judaísmo, predecesor de la religión cristiana, el Islam cuenta con la perspectiva de la distancia, por el simple hecho de ser posterior cronológicamente.

Todos parecen concordar en que se comparten ciertos preceptos, como el de la concepción inmaculada de Jesús, pero en lo relativo a su divinidad los musulmanes no están de acuerdo. Cualquier musulmán tiene que cree en él, pero creen en su naturaleza humana, y no divina. El propio profeta Mahoma no es divino.

Jesús siempre es considerado por los musulmanes como un profeta entre muchos otros que fueron enviados por Dios, o Alá. Máriam, es decir la virgen María, fue una mujer que tuvo el embarazo de su hijo por el espíritu de Dios. Así lo establecen las asuras del Corán, como la Asura de la Familia de Emrán, o la Asura de Máriam.

El Corán dedica al mesías Jesús pasajes substanciales en los que se reconocen sus milagros y de los que se puede inferir su importancia para los musulmanes.

Los capítulos del texto sagrado islámico son llamadas asuras. Reconocen a Jesús como profeta, pero advierte que la Trinidad no es correcta

Otro punto de diferencia radica en la crucifixión de Jesucristo. Según el Corán no hay que creer que a Jesús lo mataron, sino que al ver que su misión había sido cumplida, Dios lo elevó al cielo, así que no creen en la crucifixión. Pero el debate en torno a la crucifixión no es de vital importancia. Si murió en la cruz o si Dios lo elevó al cielo son detalles secundarios, porque lo esencial es que hay un Dios único y todos nosotros estamos bajo esta Divinidad.


Hay muchas "ayas" o versículos coránicos en el que queda claro que Jesús era un profeta con un mensaje por difundir en el mundo que lo rodeaba. En las creencias musulmanas saben que Jesús descenderá al final. Pero antes descenderá un ser satánico, el de la Metamorfosis, le llaman. Y Jesús lo tendrá que matar, para salvar al mundo antes del Juicio Final.

La Virgen María y el profeta Jesús están claramente reconocidos en varios pasajes del Corán y tienen un sitio privilegiado. Así que Jesús se destaca de todos los demás profetas por el milagro de su concepción y por la misión que aún le queda por cumplir.

Por eso los musulmanes, que también celebran el nacimiento de su profeta Mahoma en grande, no olvidan felicitar a sus amigos cristianos en el cumpleaños de Jesús e inclusive se unen a las festividades.



martes, 23 de diciembre de 2008

HISTORIAS DEL ÁNGEL CAÍDO

Fuente del Ángel Caído. Jardines del Retiro, Madrid. Ricardo Bellver.

1. EL ESPECTÁCULO

Hay una película española muy poco conocida, de 1997, Memorias del Ángel Caído que me hizo reocuparme en el asunto, en síntesis: Durante una ceremonia celebrada en una antigua parroquia del centro de la ciudad, un grupo de fieles mueren envenenados tras comulgar. Mientras la policía se encarga de la investigación, los sacerdotes comienzan a sufrir extrañas visiones. La situación da un giro inesperado cuando los cadáveres de los comulgantes vuelven a la vida. Todo parece relacionado con los vaticinios de un misterioso libro. Los actores hacen un trabajo excelente: Santiago Ramos, Héctor Alterio, José Luis López Vázquez, Tristán Ullóa, Emilo Gutierrez Caba.

La cinta plantea la eterna lucha entre el bien y el mal y la rebelión de las minorías contra las masas. Lo que hace una minoría a la que hay que perseguir, esos que se dejan llevar por el principio del placer y que son los peligrosos.

Por otro lado se plantea otro asunto universal. La lucha entre la fe y la razón, provocándose una discusión entre los protagonistas por este motivo. Quienes quieren creer que el plan de Dios está detrás de los milagros y quienes piensan que son curiosidades científicas. Aparece un personaje, el padre Matasanz, profesor del seminario que escribe el libro maldito en el que dice que este es el mundo del diablo. Por lo tanto todo lo que hagamos en esta vida no tiene sentido. Fue echado del seminario pero entre sus alumnos estaban el actual párroco de la iglesia en la que se sucede la acción.

Otra película, esta vez de Wim Wenders, Cielo sobre Berlín versa sobre un ángel auxiliador que se enamora de una mortal que trabaja como trapecista en un circo, por lo que elige asumir la naturaleza humana. Abandona su mundo bueno, aunque monótono, con el objetivo de sentir el universo de las dualidades. Inmediatamente descubre los placeres y el sufrimiento. Lo que sugiere el relato es que el mundo de el ángel bueno solo es apreciado plenamente por los que han caído. Plantea que si únicamente se conoce el bien, cómo es posible reconocer el mal.

2. LA CAIDITA LITERARIA

En la lectura que hacen los románticos de El Paraíso perdido de Milton, ven a Dios como un personaje plano, aburridor, monótono, sin desarrollo alguno -que, teológicamente, tiene que ser así, puesto que Dios ante todo es- mientras que el personaje que desarrolla toda la fascinación es el Diablo, el mismo que al entrar al Paraíso de La Divina Comedia se asombra con la belleza, y se tiene que recordar: "Yo acá vengo a hacer el mal." Dante había presentado antes a Satán como uno de los serafines más poderosos pero debido a su arrogancia cayó del cielo cual relámpago. En su caída espectacular creó una inmensa tumba que se convirtió en el infierno.

En Milton y en El Paraíso Perdido¸ se constata el agotamiento de Dios como personaje literario que justamente había llegado a su máxima expresión en La Divina Comedia. Pero el mundo de Dante es un mundo en el que esa esfera perfecta se estaba rompiendo, y seguirá rompiéndose, de manera que por ejemplo, ya Shakespeare se cita muy poco a "Dios" en toda su obra. Milton recoge la idea de que el Dios cristiano, se ha vuelto literariamente plano. Y el personaje que tiene entidad literaria es el ángel caído, Lucifer, Satanás. Milton es el primero que es estudia la complicidad psicológica del hombre a través del diablo. Quien tiene todos los rasgos psicológicos del hombre en un grado extremado es a partir de ahí el diablo. Porque no es que Dios haya muerto, según tan pesado y manido aserto; el problema es que Dios se convierte en poco carismático. Sin morir, Dios enmudece porque va perdiendo el carisma. Va perdiendo el aura. Y al final evidentemente es un personaje que es incapaz de concitar ese entusiasmo que sí concita el rey de las fuerzas oscuras, con el cual el hombre es capaz de identificarse porque está indagando en sus propias fuerzas oscuras.

3.EL MEDIEVO Y UN POCO ANTES

La Visión de Tundal” es un texto que tuvo una enorme popularidad en la Edad Media durante al menos tres siglos. El texto original fue escrito en latín en el siglo XII por un monje benedictino irlandés llamado Marcus del que apenas se sabe nada. El protagonista del texto se presenta como un pecador que ha cometido los ocho pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia, pereza, y, según la tradición irlandesa, la traición. La historia comienza cuando Tundal es invitado a cenar por un vecino suyo. En mitad de la cena, Tundal sufre un ataque y muere. Su alma sale del cuerpo y viaja a un sombrío y oscuro lugar. El ángel guardián de Tundal aparece entonces y lo acusa de no haberle prestado la debida atención en vida cuando éste estaba más centrado en los placeres materiales y carnales y en hacer el mal a los demás que en preparar su alma para gozar del cielo tras su muerte a través de la caridad y las oraciones. Tundal admite su culpabilidad y comienza un arduo y complicado periplo a través del purgatorio.

Apocalipsis 12:7-9: "Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado f uera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él".

Se calcula que el ejército rebelde disponía de más de 113 millones de miembros y que el arcángel Miguel capitaneó al doble en el ejército de Dios.

4.LOS ORÍGENES

En el Antiguo Testamento el diablo aparece como un ser irrelevante hasta que a partir de 300 a. C., con la irrupción del helenismo, los demonios cobraron importancia. Por aquel entonces todo el mundo quería conocer su origen y empezaron a aparecer numerosas fábulas que giraban en torno al pecado y la caída de los ángeles. Existía la imperiosa necesidad de descargar a Dios de toda responsabilidad por las acciones malas de los hombres. Fue la comunidad esenia de Qumrán la que mostró de manera más acusada el dualismo entre el bien y el mal. Identificaron a Belial como exponente del mal. Es Belial quien corrompe a la humanidad, Belial trata de seducir a los hombres, y Dios y su ángel Miguel les ayudan a no sucumbir.Negrita
En el libro extracanónico Vida de Adán y Eva se encuentra el intento más popular para explicar la caída de un príncipe de los ángeles. Datado hacia el siglo I a. C., cuenta lo sucedido tras la expulsión del Paraíso. Satán le hace saber a Adán que él ha sido el culpable y promotor de esa caída. Hecho a imagen y semejanza de Dios, Adán iba a ser más glorioso que los propios ángeles. Por este motivo, Dios les pidió que lo veneraran. Miguel y los suyos obedecieron, pero Satán y sus partidarios se negaron y fueron expulsados del cielo. Como el Maligno, lleno de envidia y rabia, no podía vivir viendo feliz a Adán en el Paraíso, le indujo a desobedecer a Dios, a engañar a la mujer y compartir así su destino. Como podemos imaginar, esta leyenda permitió a la teología cristiana establecer una conexión entre el diablo y el pecado original. De igual modo, esta fábula la recoge el Corán para explicar el origen de su gran demonio, Iblis.

Otro giro de la historia del Diablo lo vemos en el Segundo libro de Enoc. En uno de sus viajes al cielo, este se encontró a los ángeles hechos prisioneros. Satán les había incitado a mantener relaciones sexuales con mujeres, y había tenido la peregrina idea de proclamarse igual a Dios. La consecuencia obvia es que fue arrojado al abismo. Lleno de envidia, embaucó a Eva para que Adán pecara. En esta leyenda del siglo I tenemos en juego dos de los grandes escenarios pecaminosos del cristianismo: el sexo y la soberbia.

Quien sentó las bases de la satanología cristiana fue Juan –mejor dicho, el autor o los autores del Evangelio de Juan, sus cartas y el Apocalipsis–. Es este evangelista, quien lo nombra Señor del Mundo y causante de todas las acciones malas. Pero la llegada del Hijo de Dios quebrantó este dominio diabólico.

El enfrentamiento entre el Bien y el Mal, heredado de las leyendas judías que nacieron en el siglo I a. C., ha marcado al cristianismo hasta extremos increíbles. Una cuestión queda pendiente: ¿de dónde vino este dualismo? La demonología judía bebió de la visión irania del mundo: Irán es el país clásico del dualismo. Demonios, ángeles y arcángeles nacen en el Irán del 500 a. C. Y el culpable es Zaratustra o Zoroastro, un hombre del que se sabe muy poco, pero que cambió el politeísmo imperante en esa región por Ahura Mazda, el señor único. Él es el inventor del monoteísmo. Para no eliminar a los viejos dioses, los convirtió en emanaciones de Ahura Mazda, es decir, los ángeles. Entre ellos, los dos más poderosos son el bueno Spenta Manyu y el malo Angra Manyu. Al principio, ambos eran la cara y la cruz de la moneda, pero al final Angra acabó por convertirse en un antidiós, el enemigo declarado de Ahura Mazda.

Lo que Zoroastro consiguió con su reforma fue una religión poderosa gracias a una definición trascendente del Bien y del Mal. Sus depositarios eran los sacerdotes, que así consolidaron su poder. Eran ellos quienes tenían jurisdicción sobre qué era el mal y, además, podían combatirlo. ¿No son éstos el precursor de los exorcistas? Se puede decir más alto pero no más claro: Satanás nació en Irán en el siglo VI a. C. Menos mal que ya no se puede enterar George Bush.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

El Vaticano, tierra de gigantes

El sueño de Constantino y batalla del puente Milvio.

Según nos cuentan los historiadores romanos, en la antigüedad, la zona que ahora alberga la Ciudad del Vaticano, era una extraña tierra al oeste del Tíber, fronteriza de fiebres y serpientes gigantes, donde podía oírse la voz de los dioses. El nombre "Vaticanum" se derivó de vates, un vidente sagrado que entendía de esas voces. Plinio describe un antiguo roble que aún estaba allí en su época en el que había letras de bronce etruscas que tenían un significado religioso. Posteriormente se construyeron templos y complejos de edificios sagrados dedicados a deidades orientales. Los ritos que se celebraban allí fascinaban a los romanos, aunque eran demasiado salvajes como para celebrarlos dentro de la ciudad misma. No es de extrañar que se creyera que Pedro había ido a para allí - enterrado - ni que Constantino haya construido un glorioso tiempo nuevo en su honor. Desde siempre era tierra sagrada.

Siglos después, según la tradición, Pedro fue a Roma para unirse al apóstol Pablo. Pero en la Biblia ésto no se menciona nunca.

La historia se retoma en el 312 después de Cristo, cuando dos generales de provincias, Constantino y Majencio, luchan para convertirse en emperador. Sus ejércitos se encuentran a las afueras de Roma en lo que se conoce como batalla del puente Milvio. La noche antes de la batalla, Constatino tiene una visión, una cruz en llamas que ardía en el cielo, con las dos primeras letras del nombre de Cristo escrito en griego. Un día después, derrotó a Majencio.

Como agradecimiento por su victoria, decidió construir una basílica en el sitio donde se decía que estaba enterrado el apóstol San Pedro. En el siglo I, la Emperatriz Agripina hizo secar los pantanos del valle y creó los jardines imperiales, Pero pronto el Emperador Nerón los convirtió en un Circo Romano donde se llevaban a cabo carreras de carros y ejecuciones. La zona estaba inclinada a modo de ladera, Constantino, antes de empezar la obra, vería el circo de Nerón en ruinas, que aún conservaba un obelisco en el centro, la colina Vaticana colindante, con sus tumbas en forma de casas y un olivar en la cima, una pirámide de mármol de más de 35 metros de altura, un estadio estanco para batallas navales entre gladiadores y el enorme cilindro blanco del mausoleo de Adriano, antes de que se metamorfoseara en el Castillo de Sant'Angelo.

Encima de donde la tradición oral ubicaba la tumba de San Pedro, en una zona de enterramientos con forma de catacumbas, más o menos 12 metros debajo del nivel de la Basílica actual, Constantino, luego de quitarle el techo al complejo funerario y rellenarlo de tierra, en modo tal que fuera una sólida base, construyó el importante e imponente lugar de culto.

El pavimento original de la Necrópolis bajo la Basílica de San Pedro, hecho de tierra y algunas lastras de piedra, actualmente tiene unos 70 metros de superficie donde se encuentran magníficos mausoleos y paredes en barro cocido con pequeños nichos para depositar las cenizas, después de la cremación. De los 25 mausoleos, solo uno es cristiano. Y se reconoce porque en una de las pinturas sobre el muro se ve a Jonás entre las fauces de la ballena.

Algunos de los mausoleos eran de dos pisos: en el primero estaban las sepulturas y en el segundo, en el periodo estivo (primavera y verano) se organizaban refrigerios para ser ‘compartidos’ con el ser querido que no estaba entre los vivos; mientras que en noviembre, se celebraba la fiesta de los difuntos, tal como sucede hoy en el mundo.

Durante el papado de Pío XII, en 1939, se iniciaron las excavaciones en el mayor de los silencios. Y todo por cumplir el último deseo de Pío XI de ser sepultado al lado de la tumba de San Pedro.

Después de 10 años de trabajos, los arqueólogos encontraron una pequeña tumba en la tierra, cubierta por tejas de barro. Pero no contenía restos. Los mismos serían encontrados varios años después, envueltos en un paño púrpura con hilos de oro, escondido entre un muro y con una frase en griego: “Pietros eni” (Pedro está dentro). En el mismo muro, la epigrafista Margherita Guarducci descifró muchos pictogramas que evocaban a Cristo y a Pedro, supuestamente grabados por los creyentes de la época que visitaban la supuesta tumba.

Las pruebas científicas demuestran que los restos corresponden a un hombre de aproximadamente 60 o 70 años de edad, acostumbrado al trabajo físico (Pedro era pescador…). El examen microscópico encontró restos de tierra de la colina Vaticana y del muro rojo en los huesos. Pero también había otro restos, de un hombre más joven y de animales. Aunque el Vaticano anunció que la tumba de Pedro se había descubierto, hay controversia, aún entre los los propios arqueólogos.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

TRIUNFO DEL CRISTIANISMO EN ROMA (Y de paso, VIVA OBAMA)


Catacumbas romanas

El factor decisivo para un desarrollo tan rápido fue que las comunidades cristianas ofrecían ayuda a la gente y también identidad dentro del marasmo que reinaba en el Imperio y además protagonismo a sectores marginados, como las mujeres.

Mientras en Roma con frecuencia se abandonaba o sacrificaba a las niñas cuando nacían, las primeras comunidades cristianas acogieron a las mujeres con respeto y éstas tuvieron un protagonismo muy fuerte que perderían después dentro de la Iglesia.

La mujer -ya Jesús había tenido, a diferencia de otros profetas, un grupo de seguidoras- y el auxilio que los cristianos prestaron a los enfermos durante las grandes epidemias que asolaron el Imperio fueron los factores decisivos de su expansión.

Y por los pobres. La mayoría de la población del imperio romano no era romana. Muchos de los pueblos conquistados vivían de una deplorable, eran pobres y tenían que pagar enormes impuestos.

El cristianismo ofrecía una fe al alcance de estas comunidades, que no tenían mucho para ofrecer a los dioses romanos. Tenían la posibilidad de la salvación y de la igualdad. Por eso muchos lo adoptaron.

Posteriormente el emperador romano Teodosio aceptó el cristianismo como una religión, así acabaron las persecuciones. La historia dice que la acción de Teodosio se debió a la influencia de su madre (una practicante de la religiones paganas de la época) y a un sueño que tuvo. En realidad, es bastante obvio que reconoció el potencial del cristianismo para mantener controladas a las masas.

Más tarde, Constantino usó la misma táctica del sueño para proclamar al cristianismo como la religión oficial y único del Imperio. Entonces los perseguidos fueron los no cristianos.

sábado, 11 de octubre de 2008

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos

Nacer y morir tal vez sean experiencias muy similares. Y Felipe II, a quienes sus admiradores llamaron Rey Prudente y sus enemigos Demonio del Mediodía, tuvo miedo a ambas.

Tuvo miedo a nacer y el parto se demoró 13 interminables días. Y tuvo miedo a morir y su agonía se convirtió en una padecimiento de 53 jornadas.

Desde 1592 su salud se había deteriorado irremediablemente. La gota se había agudizado, hasta el punto de que ni siquiera podía firmar los documentos que tenía ante sí. Los dolores eran tan intensos que no podía permanecer ni en la cama sin padecerlos. Tampoco había modo de estar sentado, y fue entonces cuando su ayuda de cámara,
Jean L’Hermite, ideó un ingenio consistente en una silla articulada que permitía al monarca cambiar de postura.

Siendo consciente de que el tiempo se le escapaba, el rey prefirió morir en su gran proyecto y ordenó su traslado al
monasterio de El Escorial.

El mes de junio de 1598 se terminaba cuando salió del alcázar madrileño su comitiva. El 30 de junio partió de
Madrid para no regresar. Durante seis días su silla articulad fue transportada por porteadores que se turnaban. Al fin, el día 5 de julio pudo ver las torres de su templo.

Dicen que el insigne pintor barroco del siglo XVII
Juan de Valdés Leal se inspiró en El Discurso de la Verdad, escrito por el filántropo Miguel de Mañara, para pintar los dos lienzos tenebrosos que evocan Las Postrimerías de la Vida. En uno de ellos se representa el Triunfo de la Muerte bajo la forma de un esqueleto que porta una guadaña. El personaje se alza sobre todas las cosas de este mundo, desde una tiara papal hasta los libros de los más sabios. “In ictu oculi”, en un abrir y cerrar de ojos, se lee en una leyenda que aparece en la obra, todo se fue.
Este cuadro es posterior a
Felipe II y nada tiene que ver con él pero parece inspirado en su muerte.


Fray José de Sigüenza nos dice en su crónica sobre El Escorial que el monarca sufrió el 22 de julio de 1598 calenturas a las que se unió un principio de hidropesía. Se le hincharon vientre, piernas y muslos al tiempo que la sed lo consumía.

Aquella fiebre lo marchitó durante siete días completos, presintiéndose tan a las puertas del infierno que el fraile jerónimo afirma que
Felipe se sintió “asado y consumido del fuego maligno”. Apareció encima de la rodilla derecha “una postema de calidad maligna, que fue creciendo y madurando poco a poco con dolores muy fuertes”, escribe Sigüenza. El médico Juan de Vergara abrió con hierro aquel absceso purulento para sangrarlo.

Felipe enseguida se dispuso a confesarse ante fray Diego de Yepes, a quien le pidió que le leyera la pasión según San Mateo. Mandó que trajeran ante sí sus reliquias favoritas, de modo que al pie de su cama, de cuya vera no se movió su hija Isabel Clara Eugenia, se fue formando un espectáculo con “la rodilla entera con el hueso y pellejo del glorioso mártir San Sebastián, un brazo de San Vicente Ferrer, una costilla del obispo Albano" y otros fetiches similares. El atormentando rey besa aquellas reliquias y pide que se las pongan sobre la rodilla herida. Naturalmente, de inmediato siente alivio, de modo que le confeccionan un altar allí mismo, a los pies de su cama, con esos huesos.

Felipe IImandó hacer muchas y notables limosnas en estos días que duró su enfermedad”, escribe Sigüenza. Y mientras, el rey no pierde de vista sus reliquias, hasta el punto de cuando caía en la inconsciencia su hija solía gritar que nadie las tocase, para que su padre recobrase la conciencia ante el temor de que algún cortesano las cambiase de sitio

Mandó poner a todos los lados de la cama y por las paredes de su dormitorio crucifijos e imágenes”, leemos en la crónica de Sigüenza. Entre esas imágenes estaban algunos cuadros de un pintor extraño, Hieronimus van Aeken, El Bosco.

¿Por qué ordenó
Felipe II que trajeran a El Escorial cuantas obras de El Bosco fuera posible? ¿Qué razón tuvo para consumir sus últimas horas contemplando las aterradoras descripciones del infierno que plasmó en sus obras artista flamenco? Se dice que llegó a tener al menos nueve de ellas, entre las cuales estaban algunos de sus trabajos más representativos .Desde luego, existe el consenso de que la sí tuvo delante en el postrer instante de su existencia fue El Jardín de las Delicias, o al menos una copia de ella.

El
Jardín de las Delicias es un famoso tríptico en cuya tabla izquierda aparece la creación de Adán y Eva. Él se muestra absolutamente desnudo, y ello ha llevado a algunos investigadores a plantear la posibilidad de que El Bosco pudiera haber estado vinculado a la corriente herética de los Adamitas. Se trató de una secta cuyo origen algunos fechan en el segundo siglo de nuestra era y que se mostraba a favor de la desnudez del cuerpo y de la práctica del sexo de forma absolutamente libre. Padres de la Iglesia como San Epifanio o San Agustín ya los mencionan.

Para esta secta, el matrimonio era cosa detestable y realizaban sus rituales completamente desnudos. Los hay que hermanan a este grupo con los gnósticos carpocratianos, que también tenían costumbres muy relajadas en lo que al sexo se refiere. Fueron perseguidos con saña, pues nada molesta tanto a la Iglesia como el cuerpo humano que el propio
Dios creó, y además a su imagen y semejanza.

En cualquier caso, fuera
El Bosco o no adamita, hablemos del resto de esa obra. En la tabla central hay sensualismo a raudales. Un lago repleto de mujeres desnudas es rodeado en romería por una multitud mientras las ilusiones del mundo se representan con sus pinceladas preciosistas.




Finalmente, a la derecha aguarda al infierno. Pero aparte de las torturas y los tormentos,
Hieronimus ve en el fondo de su mente instrumentos musicales que sirven para dar escarnio a los pecadores.

¿Adamita? ¿Conocimientos secretos? ¿Quién inspiró a
El Bosco? ¿Qué supo de él Felipe II que quiso cruzar al otro lado contemplando los mundos pintados en aquellas tablas?

Durante los 53 días de su agonía parece que el rey mostró terror a morir. Aquellos cuadros de El
Bosco aludiendo al infierno, aquella sed suya de oraciones y lecturas…

Temiendo caer en un estado de inconsciencia del que ya no le fuera posible salir, el primer día de septiembre el monarca solicitó la extremaunción. Dice
Sigüenza que “mandó a su confesor que le llevase el Manual, libro donde se administran los Santos Sacramentos, y le leyese todo lo que éste tocaba sin dejar letra”. Y para recibir el sacramento esmeró su higiene, de modo que le cortaron las uñas y le lavaron las manos.

Antes de recibir la extremaunción, se confesó. Después, ordenó que estuviera presente su hijo
Felipe,porque veáis en lo que paran las monarquías deste mundo”, le dijo al príncipe.

Aludiendo a su higiene, el sufrimiento físico del rey era atroz, pero aún lo hacía más cruel la imposibilidad de lavarse como a él tanto le gustaba.
Felipe II había sido muy meticuloso en su higiene personal, pero ahora que su gloria estaba a punto de apagarse, también eso le fue vedado. Jean L’Hermite describe aquel terrible escenario de este modo:

Sufría de incontinencia, lo cual, sin ninguna duda, constituía para él uno de los peores tormentos imaginables, teniendo en cuenta que era uno de los hombres más limpios, más ordenados y más pulcros que vio jamás el mundo…No toleraba una sola mancha en las paredes o suelos de sus habitaciones… El mal olor que emanaba de estas llagas era otra fuente de tormento, y ciertamente no la menor, dada su gran pulcritud y aseo”

Impedido, sin poder hacer sus necesidades sino en el propio lecho, se abrió un agujero en la misma cama para que de ese modo pudiera aliviarse. Todos los cronistas mencionan el olor insoportable en medio del cual el rey tuvo que vivir sus últimos días. Una agonía que vivieron los huesos y pellejos de todos aquellos santos mártires que hizo instalar ante su cama. Pero, por encima de todos, había un crucifijo.

Seis años antes, estando en
Logroño, el rey ordenó a Juan Ruiz de Velasco que abriese un cajón del escritorio que llevaba consigo. Dentro del cajón había un pequeño crucifijo y unas velas de Nuestra Señora de Montserrat.

También conservaba el rey una disciplina bastante usada. Todas aquellas cosas habían sido de su padre,
Carlos V, y le dijo al cortesano que recordara siempre dónde estaban, puesto que un día se las pediría cuando creyera que estaba próxima su muerte. Y ese momento, era evidente, había llegado ahora, de modo que mandó al mismo cortesano que abriera el mismo cajón.

Carlos V había muerto empuñando aquel crucifijo, y Felipe II tenía el mismo propósito. Mandó colgarlo dentro de las cortinas de la cama, “frontero con sus ojos”, a decir de Sigüenza, y pidió que tras su muerte el crucifijo regresase al mismo cajón de donde lo sacaron para que, cuando llegara el momento, también su hijo Felipe (III) lo pudiera tener junto a sí.

Y de este modo, armado de reliquias y de un crucifijo y rodeado de clérigos,
Felipe II siguió dando instrucciones para su tránsito. Ordenó entonces hacer su ataúd, y además exigió que se lo trajesen allí mismo. También dispuso que se le fabricase una caja de plomo, y ordenó que una vez muerto lo metieran dentro de ella para evitar los malos olores de la putrefacción.

Cinco años antes, paseando cerca de
Lisboa, el rey vio los restos de un barco varado en la arena. El viejo buque se había llamado Cinco llagas. Como si tuviese una premonición, Felipe comprendió que aquella madera debía servir para hacer su última morada. El propio Sigüenza reconoce en su crónica que desconoce el motivo por el cual el monarca tuvo aquella idea, pero lo cierto es que ordenó que se llevaran a El Escorial aquellos maderos, de los cuales también se hizo una cruz para la basílica del monasterio.

Con medio equipaje hecho, el rey aún se resiste a morir. Aguanta las acometidas de la Muerte hasta que el día 11 de septiembre se despide de los suyos. Les ordena perseverar en la fe y muestra su deseo de comulgar de nuevo. Tenía dicho a sus médicos que le informaran de cuándo había llegado su hora, y cuando éstos se lo hicieron saber, solicitó la presencia de confesores y clérigos, incluido el
Arzobispo de Toledo, y hubo mucha plática y oración. Y a pesar de todo, dice Sigüenza, él pedía más y más oraciones y discursos.

Hora y media antes de expirar “
tuvo un paroxismo tan grande que todos creyeron que había acabado”, de modo que comenzaron los lamentos y los llantos. Pero como en la mejor de las películas de terror, de pronto el supuesto muerto abrió los ojos y asió el viejo crucifijo de Carlos V con una fuerza enorme, ante la estupefacción, y tal vez un susto enorme, de todos los presentes.

Pasó una noche más en medio de inacabables oraciones y mil besos al crucifijo, repitiendo que “
moría como católico”.

El alba del día 13 de septiembre, eran las cinco de la madrugada cuando, al fin,
“con un pequeño movimiento, dando dos o tres boqueadas, salió aquella santa alma y se fue (…) a gozar del Reino del Soberano”, asegura el cronista Sigüenza. Un día como aquel, pero 14 años atrás, se había puesto la última piedra de la fábrica del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, su fortaleza.

Compusieron el cuerpo según las instrucciones que el propio rey había dejado. Lo envolvieron en una sábana sobre camisa limpia que le pusieron a solas don
Cristóbal de Mora y don Fernando de Toledo para que nadie viera el terrible estado en el que se encontraba su cuerpo. Esos dos cortesanos fueron los encargados de cumplir una última voluntad del soberano: ataron a su cuello un cordel del que colgaba una vulgar cruz de palo, que fue la única digamos joya que llevó consigo hacia el lugar del que no volvemoa.

Antes de cerrar el féretro, el futuro
Felipe III quiso ver por última vez a su padre. Luego, gran número de caballeros sacó el ataúd de la minúscula alcoba real y se formó una comitiva que recorrió los pasillos escurialenses con el muerto a hombros. Se celebró misa, y finalmente lo enterraron.