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sábado, 21 de noviembre de 2009

LAS AMISTADES PELIGROSAS

La virtuosa Madame de Tourvel, (Michell Pfeiffer) el Vizconde de Valmont (J. Malkovich) y al fondo Cecile de Volanges (Umma Thurman).

Frases tomadas en las repetidas veces que vi la película, esa obra maestra sobre la seducción y que siempre (con notables excepciones) he tenido muy presentes:

1. "La vanidad y la felicidad son incompatibles " - La vanidad es necesaria para mantener una reputación -.

2."Es degradante tener a un marido por rival: será humillante si fracasáis y vulgar si lo lográis" ( En una conquista amorosa )

3. "Mi palabra favorita no es traición, es crueldad: siempre me ha parecido más noble".

4. "Le prometí amor eterno y realmente así lo creí durante un par de horas".

5."-A veces me pregunto como habéis conseguido inventaros a vos misma. -No he tenido otra opción, soy mujer. Y las mujeres estamos obligadas a ser más hábiles que los hombres. Que podáis destrozar nuestra reputación y nuestra vida con sólo unas cuantas palabras. Por eso he tenido que inventarme no sólo a mi misma, sino formas de escapar que nadie había imaginado. Y si lo he conseguido es porque siempre he sabido que había nacido para dominar a vuestro sexo y vengar el mío."

6."Creer que el amor nos hará felices es causa segura de desdicha..."

7."No se aplaude a un tenor porque se aclare la garganta" (
Por una conquista fácil)

8."La vergüenza es como el dolor, sólo se siente una vez".

9."La fidelidad es de todas las virtudes la menos constante".

10. Marquesa de Merteuil: "- Tengo un amigo que como vos, se encaprichó de una mujer que no le convenía, cada vez que se lo hacíamos notar, insistía con la misma insistente cabezonería: - ¡No puedo evitarlo! - decía. Se estaba convirtiendo en el hazmereír de todo el mundo. Cuando de pronto, otra persona, una mujer, decidió hablarle seriamente. Le explicó que su nombre corría el peligro de quedar asociado con aquella frase para el resto de su vida, ¿Y sabéis lo que hizo?

Vizconde de Valmont: - Estoy seguro de que váis a decirmelo.

Marquesa de Merteuil: - Fue a ver a su amante y le anunció que iba a abandonarla. Como supondréis ella protestó airadamente, pero a cada cosa que ella decía, a cada objeción que hacía, él simplemente replicaba: ¡No puedo evitarlo! ".

11. Vizconde de Valmont: "Ella desconocía la línea tan delgada que separa la amistad del amor.", - Al conquistar a Madame de Tourvel

viernes, 18 de septiembre de 2009

Leni Riefenstahl


En 1902 nació en Wedding, en Berlín, una barriada obrera. Helene Amalie Bertha Riefenstahl. Criada en un vecindario sacudido por suicidios diarios y un índice de raquitismo del 20 por ciento, se forjó la voluntad y la ambición de Leni Riefenstahl.

Una representación infantil de «Blancanieves» iluminó el talento de esa niña de 5 años que había aprendido a leer prematuramente. Su vocación era el espectáculo. Delante aguardaba una fulgurante carrera en los escenarios como bailarina -que se truncó cuando se lesionó la rodilla: «De todo lo demás que he hecho en mi vida como artista, la danza fue lo que más me fascinó y me hizo feliz», declaró ya centenaria-.

Su destino quedó marcado en junio de 1924. Mientras esperaba su tren se acercó a un cine próximo para ver una película. Proyectaban «La montaña del destino», de Arnold Fanck, y desde entonces su mirada perteneció al cine. Entró en contacto con el realizador y éste, fascinado, escribió un guión para ella: «La montaña sagrada» (1926), un triángulo amoroso en lo más alto de las cumbres que se reproduciría alrededor de la actriz fuera de las pantallas.

El filme la convirtió en una estrella. El siguiente hito fue «El infierno blanco de Pitz Palü». Fue la segunda cinta más vista de Alemania y el nombre de Leni ya pasaba de boca en boca. Pero su fama no la ayudó para trabajar para conseguir el papel de «El ángel azul» (según Riefenstahl lo perdió frente a Dietrich). A partir de ahí, juró, como una Vivien Leigh, que se haría a sí misma.

Su proyecto «La luz azul» está en la raíz de su antisemitismo. Creada, interpretada y dirigida por ella, recogió unas reseñas muy malas en los diarios democráticos. «Estos críticos judíos no entienden nuestra mentalidad. No tienen ningún derecho a criticar nuestro trabajo», dijo Leni. No reparaba en los judíos que la habían ayudado a terminar la cinta. Se había pasado al nazismo.

A Hitler lo vio por primera vez ante un mitin: «Fue como si me cayera un rayo», reconoció Riefenstahl. Y durante su primer encuentro personal, Hitler le dijo: «Cuando ostentemos el poder, usted debe hacer mis películas». El Führer dejó en ella una impresión de hombre «inesperadamente modesto, natural y desinhibido». En toda su historia, en el Partido Nazi sólo hubo un 5 por ciento de mujeres. Ella llegó al círculo íntimo. Su pasión por el jerarca surgió tras la lectura de 'Mi lucha' y, al igual que otros millones de personas, apeló al hechizo de su personalidad en tiempos duros para Alemania. Desde su primer encuentro con el Führer, mantuvo una relación privilegiada con la Cancillería, que se mantuvo hasta el fin. Nunca hubo un creador cinematográfico con medios tan abundantes y, posiblemente, un ego no menos desmesurado, a pesar de que las críticas por su vinculación política nunca dejaron de acosarla.

La quema de libros, el orden nazi, el boicot contra los judíos. Riefenstahl negó conocer todo. Más tarde comentaría: «Sólo yo debería haber previsto que un día las cosas cambiarían». De momento rodaría los largometrajes sobre el Tercer Reich. Conocería a los dirigentes del régimen. A Goebbels lo llamaba, en la intimidad, «el tullido», el ministro de Propaganda, con quien mantuvo una tormentosa relación plagada tanto de ensalzamientos como de amenazas directas.; Martin Bormann «era un hombre muy primitivo» y Albert Speer, por el contrario, era «atractivo e impresionante».

Los rumores sobre el origen judío de la madre de Riefenstahl desencadenaría una investigación, ordenada por Hess, que no concluyó nada (no repararon en la falsificación de la prueba de descendencia que ella había preparado). Mientras, rodó una serie de cintas: «La victoria de la fe», y sobre todo «El triunfo de la voluntad», un clamoroso éxito en Alemania, con las famosísimas tomas del congreso del partido nazi en la explanada de Nuremberg, que mostró su peculiar manera de hacer, síntesis entre las técnicas documentales y narrativas, realzadas con una disposición de las cámaras muy calculada y osada, fruto de la obsesiva experimentación. El resultado se culminaba mediante una no menos extraordinaria labor de montaje. La sutil relación entre evocaciones poéticas, apelaciones al sentimiento del pueblo alemán, y el colosalismo de la puesta en escena generó imágenes muy seductoras, que proporcionaron el imaginario nacionalsocialista. La directora apeló a la vertiente artística de las cintas, pero nunca pudo desligarla de la responsabilidad moral, una carga que siempre la persiguió.

«El día de la libertad» fue otro éxito pero la fama mundial le llegó con «Olimpiada», el alarde de técnica e innovación sobre las Olimpiadas de Berlín, donde Hitler afirmaba: «Alemania necesita la paz y desea la paz». Se considera técnicamente y por sus originales planteamientos estéticos una revolución en el concepto propagandístico y en definitiva el mejor documental de la historia del cine La celebración de la cita olímpica en Berlín en 1938 suponía una ocasión única para difundir la nueva imagen del país y Riefenstahl se aplicó. Su osadía la llevó a una puesta en escena en la que se combinaban innumerables artificios técnicos y medios técnicos que generaron miles de metros de celuloide. Aunque la cineasta reclamó su iniciativa como un logro individual, 'Olimpiada' se convirtió en una tarjeta de presentación del nuevo gobierno de Berlín, una herramienta de la propaganda de Goebbels, y, como tal, concitó el rechazo de los aliados.

La guerra irrumpió. Riefenstahl siguió a las tropas en Polonia con una pistola y un cuchillo en el cinto. Presenció la masacre en Konskie, de la que se «marchó visiblemente alterada», según un testigo. Retomó «Tierra baja», la película más cara de Alemania, financiada por Hitler.

Al final la catástrofe. La apresaron soldados americanos y luego se enfrentó a la realidad. «Oculté la cara entre las manos». Dachau, Auschwitz, Buchenwald... «No sabía nada de eso», dijo, como antes con «La noche de los cristales rotos».

Leni (1902-2003) pasó sus últimos 60 años negando lo evidente: que era la cineasta favorita de los nazis, que financiaron generosamente sus películas; íntima de Adolf Hitler, echaba la culpa de todos sus contratiempos a los judíos.

Sobre todo, Leni pleiteaba. Azuzaba a sus abogados cuando alguien se atrevía a refutar su desconocimiento de las masacres nazis (y aparecían unas fotos que la situaban en medio de una matanza de la Wehrmacht en Polonia). También negó haber usado a prisioneros del Tercer Reich como extras en su versión de Tierra baja, unos desdichados gitanos a los que caracterizó como campesinos españoles. Se salvó por un tecnicismo: no salieron de un campo de exterminio, sino de un campo intermedio, anterior a su destino final.

El instinto de supervivencia de esta mujer tuvo una nueva oportunidad tras leer 'Las verdes praderas de África'. Probablemente, llegó hasta la novela de Ernest Hemingway cuando se documentaba en torno a las corridas de toros y el continente negro la atrapó. La seducción se produjo en 1952 y durante la segunda mitad del siglo emprendió al sur de Sudán una ardua labor, fundamentalmente fotográfica, con talante antropológico y etnográfico con sus erotizados retratos de los atléticos nuba africanos. Para Susan Sontag, sus nubas "son mejores nazis, bárbaros más puros, los verdaderos teutones". Para entonces, ya era una figura de cierto glamour. Fue celebrada por Andy Warhol, Jodie Foster pretendió interpretarla en un biopic, trató a Mick Jagger.

"De qué soy culpable? Nunca he pronunciado un solo término antisemítico. No he arrojado ninguna bomba atómica". Leni Riefenstahl no se arrepintió de su colaboración con Hitler, aunque durante la mitad de su larga vida, un siglo, hubo de enfrentarse a graves acusaciones y el constante recuerdo de su trabajo para el III Reich. El Führer condujo a Alemania al desastre más absoluto, mientras que la mítica directora cinematográfica, a través de sus poderosas imágenes, contribuyó decisivamente a crear el aura seductor y mesiánico del genocida.

También rodó una película submarina, 'Impresiones bajo el agua', estrenada coincidiendo con la celebración de su centenario. El hecho sirvió para que las críticas y denuncias por su colaboracionismo volvieran a llenar los medios de comunicación. Falleció poco después y, cinco años más tarde, su leyenda artística sigue vigorosa, y plena de controversia.





jueves, 13 de agosto de 2009

El erotismo de las estatuas

El romano Plinio el Viejo cuenta la pasión erótica que suscitaba la estatua policromada Venus de Cnido, de Praxíteles, pues alguno se le abrazaba durante la noche y la besaba dejando la estatua llena de huellas. Ovidio relata el caso del escultor Pigmalión cuya hermosa estatua de Venus, cincelada por el mismo, le llenó de pasión de tal manera que igualmente se abrazaba con ella y la besaba.

Venus Colonna, copia romana de la Venus de Cnido

Pero nadie llegó al nivel del romántico Heinrich Heine. En su libro Noches florentinas cuenta el caso de un joven que se dirige a un jardín donde yace una estatua femenina que le obsesiona para besarla. Lo hace con gran voluptuosidad y siente tal deleite que se convierte exclusivamente en un adorador de estatuas, y lo curioso el que el propio Heine actuaba igual según le confesó a un amigo más tarde. Heine evocaba una de sus últimas salidas antes de quedarse paralítico, fue el Louvre para contemplar la Venus de Milo Se postró ante ella y conmovido pasó largo rato a sus pies. A pesar de todo Heine murió de sífilis que seguro no le contagió una estatua.

En el año 30 del pasado siglo Luis Buñuel, con guión ex- aequo con Salvador Dalí , realiza La Edad de Oro y en uno de sus fotogramas recoge la escena en que una actriz lame con frenesí el pie de la estatua de Diana, lo que provocó - unida a otra escena en la que muestra a uno de los personajes de “Los 120 días de Sodoma” de Sade interpretado por Jesucristo - que fuera retirada una semana más tarde para salvaguardar el orden público. Envuelta en el escándalo, recibió violentas críticas, ataques de la extrema derecha, y fue prohibida en Francia y en Estados Unidos.

martes, 2 de diciembre de 2008

El turista accidental

Frank Gehry, edificio caótico.

La más simple observación revela que la fatalidad accidental nos llega por aquello mismo que nos hace disfrutar o vivir. Y eso nos permite la inversa, la felicidad accidental.

Dicen que si todos nos portáramos como es debido, no ocurriría nada accidental, lo que además de no ser cierto, no seríamos los mismos, con los mismos afanes, con los mismos caprichos. ¿Podemos estar vivos, pero impunemente?. Ya lo advertía Montaigne, no morimos por estar enfermos, sino por estar vivos.

Hace un año, un anuncio de fomento de la lectura se hizo famoso. Lo que la gente desconoce es que era una historia oriental que cuenta Jean Cocteau y luego relata Boris Karloff en su aparición en la primera película de Bogdanovich, Targets. Si recuerdan, versa sobre el criado del sultán que escapa de Bagdad porque ha visto cómo la muerte le amenazaba con gestos y huye a Samara. Luego el sultán se topa con la muerte y le inquiere porqué ha amenazado a su sirviente, a lo que responde que en realidad era un gesto de sorpresa al verle en Bagdad, pues debía apoderarse de él en Samara.

La aventura de la libertad sólo se explica por la negativa a aceptar la necesidad de lo que acontece, por la afirmación de la contingencia del futuro. Si ante una catástrofe nos erigimos exigiendo mayores y más precisas rutinas, frente a las miles de minúsculas rutinas que rodean nuestra existencia nos debatimos soñando con rasgar el velo. para que asome una gota de luz, un poco de belleza, algo de verdad. Aunque existan causas que pueden explicar por qué ocurren las cosas, éstas nos ocurren porque sí.

Y curiosamente son a la postre estas cosas que ocurren porque sí las que realmente cuentan, las que, cuando nos contamos eso que es nuestra vida, forman los momentos mayores que articulan la trama de nuestra biografía. Son catástrofes, casualidades, imprevistos, contratiempos, coincidencias, sorpresas que parecen dotados de una extraña necesidad. Hasta tal punto que acaban por dibujar un rostro, el nuestro, desde esa forma vacía que los saberes denominan azar.

sábado, 19 de abril de 2008

Autómatas (II). Blade Runner.

El replicante líder, Roy Batty.

Los Ángeles. 2019. Se examina por medio del test Voight-Kampff a un supuesto humano. Pero éste resulta ser un replicante, un androide, un ser construido mediante ingeniería genética, con casi todos los atributos humanos, perfeccionado para realizar las más complejas tareas: Es el modelo Nexus 6, producto de la factoría del doctor Tyrell. Viéndose descubierto por el test , el replicante Leon Kowalsky dispara al Blade Runner que lo interrogaba y huye.

300 años antes, un antepasado de León también es sometido a un examen por la Academia de las ciencias de París. Examinan a un flautista con labios y lengua que se mueven, y dedos animados cuyas puntas abren y cierran perfectamente los orificios de la flauta. Elogiado por Diderot y D'Alembert, el flautista creado por Jacques de Vaucanson pasó a acupar una referencia ni más ni menos que en la Encyclopedie francesa. También otros ingenios, como el Pato Mecánico, que incluso defecaba.

En 1920, el escritor checo Karel Capek, inventó la palabra robot en su libro R.U.R. recogiendo la tradición ancestral del objeto animado.

Los teléfonos de La espuma de los días de Boris Vian rabiaban cuando daban una mala noticia. Incluso un personaje era condenado por matar a una silla. Pero los objetos, aunque se muevan, no tienen vida. ¿O sí?

Volvamos a Blade Runner. El ayudante de diseñador genético J.F. Sebastian tiene la casa llena de una suerte de personajes genéticamente realizados, enanos con atuendos grotescos, que lo saludan cuando entra y pululan por el apartamento. Mucho tiempo antes, en los siglos XVI y XVII, en la corte de los Austrias, tenemos unos personajes similares, los bufones, humanos en este caso. Solían ser seres deformes para resaltar la belleza de sus dueños. Se vestían con ropas usadas de los monarcas para parodiar más esperpénticamente sus costumbres. Su vida estaba en manos del señor al que servían. Algunos bufones incluso llegaron a conspirar en la corte, como sus descendientes, los replicantes Nexus.

Un replicante bufón de J.F. Sebastian


Los replicantes se crean con una duración de cuatro años. Y cuando lo empiezan a comprender, al igual que los hombres, buscan desesperadamente la eternidad. Y quizá sea su gran error, no liberarse de los deterioros del tiempo:

Ciorán : Tras tantos años, toda una vida, volví a verla. ¿Porqué lloras, le pregunté de entrada?. No lloro, me respondió. Y en efecto, no lloraba, me sonreía, pero habiendo la edad deformado sus rasgos de alegría no podía ya acceder a su rostro, en el que se hubiera podido leer: "Quién no muera joven se arrepentirá tarde o temprano".


miércoles, 12 de marzo de 2008

La muerte en Venecia



Tadzio y Stauffenberg

Para el personaje de Tadzio, en la película titulada como el encabezamiento, Luchino Visconti pensó primero en el pre-adolescente Miguel Bosé de la época. Pero Miguel Dominguín no lo consintió. El músico Gustav von Aschenbach ( en la novela homónima de Thomas Mann era escritor) del film, enamorado de la belleza perfecta de Tadzio, y que muere en la playa del Lido de Venecia, delante del Hotel des Bains, entre convulsiones y sudores que le derriten el tinte del pelo, era demasiado para el machista torero.

Visconti lo presentó como un trasunto del Músico Gustav Mahler; Aschenbach, como éste, buscaba la belleza exenta de emoción, la belleza en sí que predicaba Platón en Fedro y El banquete. A su vez Thomas Mann parece que se inspiró para el personaje de Von Aschenbach, enamorado del bello joven, ni más ni menos que en el célebre poeta alemán del período de entreguerras Stefan George.

Stefan George
a su vez era mentor del coronel Claude Von Stauffenberg, que intentó asesinar a Hitler colocando un maletín con una bomba dentro debajo de una mesa en medio de una reunión de mandos, presidida por el propio Führer, para planificar operaciones de guerra. Sólo consiguió herirlo levemente y fue fusilado por ello al cabo de pocos meses. Tom Cruise acaba de protagonizar una película sobre el evento.

George no sólo estaba interesado por la literatura y cultura, sino que tenía un ideario moral, una suerte de religión heroica y preservadora de la esencia de la Alemania eterna. Los nazis intentaron atraerlo a sus ideales, pero Stefan era demasiado elitista, le resultaba muy vulgar el nacionalsocialismo. A su muerte, en 1933, los hermanos Stauffenberg, tomaron el relevo de sus enseñanzas.

La veneración de S. George por dicha familia, que eran insultantemente guapos , y sus ideales heoricos y de belleza , inspiró a Thomas Mann para el protagonista de su obra La Muerte en Venecia.