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domingo, 6 de junio de 2010

La belleza está en el cerebro


Ahora conocemos que la pasión por la belleza no es un instinto machista, sino que corroborando a Platón y Plotino, es un instinto básico que está dentro de nuestro cerebro y que se define en las primeras semanas de la vida embrionaria. El cerebro sufre una influencia hormonal en el útero alrededor de la semana decimotercera de la vida embrionaria, que le condiciona a un sexo determinado. Y esto influye en lo que se considere atractivo más tarde durante la vida.
 
Pero cómo funciona ésto: lo que buscamos son características que sean atractivas en el sexo contrario. Por ejemplo, a los hombres les gustan las caras que muestran niveles bajos de testosterona, que es la hormona sexual masculina. La cara de la mujer atractiva tiene la mandíbula inferior corta: este es un índice de bajo nivel de testosterona. Y también unos grandes niveles de estrógenos, que es la hormona sexual femenina, como por ejemplo unos grandes labios. Es decir: un alto nivel de estrógenos y un bajo nivel de testosterona, lo que indica una gran fertilidad. Esto es lo que resulta atractivo para los hombres: una cara que tenga estos marcadores hormonales, que indican una alta fertilidad.


 
Además está demostrado que estamos atraídos por la simetría. Parece ser que cuantas menos asimetrías se encuentren, mejor es el sistema inmunológico. Es como si se empezara con un sistema inmunológico perfecto, pero durante nuestro desarrollo estamos expuestos a parásitos, virus y bacterias; y si se consiguen evitar se tiene más simetría. Es un plan biológico: una simetría perfecta. Pero si la simetría se pierde, quizá es una señal de que el sistema inmunológico no es bueno.
 
Ésto lo descubrieronn los egipcios y lo aplicaron en sus pirámides y lo heredaron los griegos: la proporción entre la diagonal y el lado del pentágono regular el número fi, 1,618, la divina proporción de Leonardo, que se ha usado en el arte y también en la música, como Beethoven en la 5ª sinfonía o Mozart que la utilzaba en la estructura de sus Sonatas. Lo curioso es que se da en la naturaleza, en la forma de crecer plantas, en las piñas, en la distribución de las hojas en un tallo, en las dimensiones de muchos insectos y pájaros y en la formación de caracolas.
 

martes, 21 de octubre de 2008

El hombre, como el oso, cuanto más feo, más hermoso

Marilyn Manson y una obra suya

Los aspectos más destacados de la obra de Umberto Eco sobre la fealdad.

"Para entender los gustos de una época no es justo escuchar sólo a los filósofos. Es necesario entender qué significa fealdad para la gente común", reconoce Eco.

La atracción por lo feo, arguye Eco, se muestra en la abundancia de sinónimos: horrendo, desagradable, monstruoso, odioso, espantoso, fétido, sucio, repelente, vil, deforme, repugnante o antiestético.

Todavía hay bellezas clásicas como la de Nicole Kidman o la de George Clooney, e incluso el diseño de televisiones y automóviles se basa en los cánones renacentistas de las divinas proporciones. Pero al mismo tiempo triunfan en el arte los tiburones muertos de Damien Hirst o los caballos ahorcados de Cattelan, explica el autor de 'El nombre de la rosa'.

La estética de los 'cyborgs', mitad máquina y mitad humanos, adolecería de ese gusto por lo inquietante. Lo mismo que la de los telediarios, incide Eco, que se demoran en el detalle de los muertos en las carreteras y en las guerra. Algo así como los cuadros de El Bosco, pero con otros medios.

Los conceptos de bello y de feo están en relación con los distintos períodos históricos o las distintas culturas y, citando a Jenófanes de Colofón (según Clemente de Alejandría, Stromata , V, 110), "si los bueyes, los caballos y los leones tuviesen manos, o pudiesen dibujar con las manos, y hacer obras como las que hacen los hombres, semejantes a los caballos el caballo representaría a los dioses, y semejantes a los bueyes, el buey, y les darían cuerpos como los que tiene cada uno de ellos".

En la Edad Media, Giacomo da Vitri ( Libro duo, quorum prior Orientalis, sive Hierosolymitanae, alter Occidentalis historiae ), al ensalzar la belleza de toda la obra divina, admitía que "probablemente los cíclopes, que tienen un solo ojo, se sorprenden de los que tienen dos, como nosotros nos maravillamos de aquellas criaturas con tres ojos Consideramos feos a los etíopes negros, pero para ellos el más negro es el más bello.

Siglos más tarde, se hará eco Voltaire (en el Diccionario filosófico ): "Preguntad a un sapo qué es la belleza, el ideal de lo bello, lo to kalòn . Os responderá que la belleza la encarna la hembra de su especie, con sus hermosos ojos redondos que resaltan de su pequeña cabeza, boca ancha y aplastada, vientre amarillo y dorso oscuro. Preguntad a un negro de Guinea: para él la belleza consiste en la piel negra y aceitosa, los ojos hundidos, la nariz chata. Preguntádselo al diablo: os dirá que la belleza consiste en un par de cuernos, cuatro garras y una cola".

Hegel, en su Estética , observa que "ocurre que, si no todo marido a su mujer, al menos todo novio encuentra bella, y bella de una manera exclusiva, a su novia; y si el gusto subjetivo por esta belleza no tiene ninguna regla fija, se puede considerar una suerte para ambas partes Se oye decir con mucha frecuencia que una belleza europea desagradaría a un chino o hasta a un hotentote, porque el chino tiene un concepto de la belleza completamente diferente al del negro Y ciertamente, si consideramos las obras de arte de esos pueblos no europeos, por ejemplo las imágenes de sus dioses, que han surgido de su fantasía dignas de veneración y sublimes, a nosotros nos pueden parecer los ídolos más monstruosos, del mismo modo que su música puede resultar sumamente detestable a nuestros oídos. A su vez, esos pueblos considerarán insignificantes o feas nuestras esculturas, pinturas y músicas".

A menudo la atribución de belleza o de fealdad se ha hecho atendiendo no a criterios estéticos, sino a criterios políticos y sociales. En un pasaje de Marx ( Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 ) se recuerda que la posesión de dinero puede suplir la fealdad: "El dinero, en la medida en que posee la propiedad de comprarlo todo, de apropiarse de todos los objetos, es el objeto por excelencia Mi fuerza es tan grande como lo sea la fuerza del dinero Lo que soy y lo que puedo no está determinado en modo alguno por mi individualidad. Soy feo, pero puedo comprarme la mujer más bella. Por tanto, no soy feo, porque el efecto de la fealdad, su fuerza ahuyentadora, queda anulado por el dinero. Según mi individualidad, soy tullido, pero el dinero me procura veinticuatro piernas: luego, no soy tullido ¿Acaso no transforma mi dinero todas mis carencias en su contrario?". Basta, pues, aplicar esta reflexión sobre el dinero al poder en general y se entenderán algunos retratos de monarcas de siglos pasados, cuyas facciones fueron inmortalizadas por pintores cortesanos, que desde luego no pretendían destacar demasiado sus defectos, y hasta hicieron todo lo posible por refinar sus rasgos. No cabe duda de que estos personajes nos parecen bastante feos (y probablemente también lo eran en su tiempo), pero era tal su carisma y la fascinación que sus súbditos los contemplaban con ojos de adoración.

Decir que belleza y fealdad son conceptos relacionados con las épocas y con las culturas (o incluso con los planetas) no significa que no se haya intentado siempre definirlos en relación con un modelo estable. Se podría incluso sugerir, como hizo Nietzsche en el Crepúsculo de los ídolos , que "en lo bello el hombre se pone a sí mismo como medida de la perfección" y "se adora en ello El hombre en el fondo se mira en el espejo de las cosas, considera bello todo aquello que le devuelve su imagen Lo feo se entiende como señal y síntoma de degeneración Todo indicio de agotamiento, de pesadez, de senilidad, de fatiga, toda especie de falta de libertad, en forma de convulsión o parálisis, sobre todo el olor, el color, la forma de la disolución, de la descomposición todo esto provoca una reacción idéntica, el juicio de valor ´feo ¿A quién odia aquí el hombre? No hay duda: odia la decadencia de su tipo ".

El argumento de Nietzsche nos dice precisamente que belleza y fealdad están definidas en relación con un modelo "específico" -y la noción de especie se puede extender de los hombres a todos los entes, como hacía Platón en la República , al aceptar que se considerara bella una olla fabricada según las reglas artesanales correctas, o Tomás de Aquino ( Suma teológica , I, 39, 8), para quien los componentes de la belleza eran, además de una proporción correcta, la luminosidad o claridad y la integridad-, es decir, que una cosa (ya sea un cuerpo humano, un árbol, una vasija) había de presentar todas las características que su forma debía haber impuesto a la materia. En este sentido, no solo se consideraba fea una cosa desproporcionada, como un ser humano con una cabeza enorme y unas piernas muy cortas, sino que también se consideraban feos los seres que Tomás definía como turpi en el sentido de "disminuidos" o -como dirá Guillermo de Auvernia ( Tratado del bien y del mal )- aquellos a los que les falta un miembro, que tienen un solo ojo (o tres, porque se puede adolecer de falta de integridad también por exceso). Por consiguiente, se consideraban feos sin piedad alguna los adefesios, que los artistas han representado a menudo de forma despiadada, y en el mundo animal los híbridos, que fundían de forma violenta los aspectos formales de dos especies distintas.

¿Podrá, pues, definirse simplemente lo feo como lo contrario de lo bello, un contrario que también se transforma cuando cambia la idea de su opuesto? ¿La historia de la fealdad puede ser el contrapunto simétrico de la historia de la belleza?

La primera y más completa Estética de lo feo , la que elaboró en 1853 Karl Rosenkranz, establece una analogía entre lo feo y el mal moral. Del mismo modo que el mal y el pecado se oponen al bien, y son su infierno, así también lo feo es "el infierno de lo bello". Rosenkranz retoma la idea tradicional de que lo feo es lo contrario de lo bello, una especie de posible error que lo bello contiene en sí, de modo que cualquier estética, como ciencia de la belleza, está obligada a abordar también el concepto de fealdad. Pero justamente cuando pasa de las definiciones abstractas a una fenomenología de las distintas encarnaciones de lo feo es cuando nos deja entrever una especie de "autonomía de lo feo", que lo convierte en algo mucho más rico y complejo que una simple serie de negaciones de las distintas formas de belleza.

Rosenkranz analiza minuciosamente la fealdad natural, la fealdad espiritual, la fealdad en el arte (y las distintas formas de imperfección artística), la ausencia de forma, la asimetría, la falta de armonía, la desfiguración y la deformación (lo mezquino, lo débil, lo vil, lo banal, lo casual y lo arbitrario, lo tosco), y las distintas formas de lo repugnante (lo grosero, lo muerto y lo vacío, lo horrendo, lo insulso, lo nauseabundo, lo criminal , lo espectral, lo demoníaco, lo hechicero y lo satánico). Demasiadas cosas para seguir diciendo que lo feo es simplemente lo opuesto de lo bello entendido como armonía, proporción o integridad.

Si se examinan los sinónimos de "bello" y "feo", se ve que se considera bello lo que es bonito, gracioso, placentero, atractivo, agradable, agraciado, delicioso, fascinante, armónico, maravilloso, delicado, gentil, encantador, magnífico, estupendo, excelso, excepcional, fabuloso, prodigioso, fantástico, mágico, admirable, valioso, espectacular, espléndido, sublime, soberbio, mientras que feo es lo repelente, horrendo, asqueroso, desagradable, grotesco, abominable, odioso, indecente, inmundo, sucio, obsceno, repugnante, espantoso, abyecto, monstruoso, horrible, hórrido, horripilante, sucio, terrible, terrorífico, tremendo, angustioso, repulsivo, execrable, penoso, nauseabundo, fétido, innoble, aterrador, desgraciado, lamentable, enojoso, indecente, deforme, disforme, desfigurado (por no hablar de cómo el horror puede aparecer también en terrenos como el de lo fabuloso, lo fantástico, lo mágico y lo sublime, asignados tradicionalmente a lo bello).

Se percibe que, si bien en todos los sinónimos de bello se podría observar una reacción de apreciación desinteresada, en casi todos los de feo aparece implicada una reacción de disgusto, cuando no de violenta repulsión, horror o terror.

En su obra La expresión de las emociones en los animales y en el hombre , Darwin observaba que lo que provoca disgusto en una determinada cultura no lo provoca en otra, y viceversa, pero concluía que sin embargo "parece que los distintos movimientos descritos como expresión de desprecio y de disgusto son idénticos en una gran parte del mundo".

Conocemos sin duda algunas descaradas manifestaciones de aprobación ante algo que nos parece bello porque es físicamente deseable; basta pensar en la broma de mal gusto al paso de una mujer guapa o en las inconvenientes manifestaciones de alegría del glotón ante su comida preferida. En estos casos, sin embargo, no se trata tanto de una expresión de goce estético como de algo parecido a los gruñidos de satisfacción o incluso a los eructos que se emiten en algunas civilizaciones para expresar el agrado de un alimento (aunque en esas ocasiones se trata de una forma de etiqueta).

En general, parece que la experiencia de lo bello provoca lo que Kant (Crítica del juicio) definía como "placer sin interés": si bien nosotros quisiéramos poseer todo aquello que nos parece agradable o participar en todo lo que nos parece bueno, la expresión de agrado ante la visión de una flor proporciona un placer del que está excluido cualquier tipo de deseo de posesión o de consumo.

En este sentido, algunos filósofos se han preguntado si se puede pronunciar un juicio estético de fealdad, puesto que la fealdad provoca reacciones pasionales como el disgusto descrito por Darwin.

A lo largo de nuestra historia deberemos distinguir realmente entre la fealdad en sí misma (un excremento, una carroña en descomposición, un ser cubierto de llagas que despide un olor nauseabundo) y la fealdad formal, como desequilibrio en la relación orgánica entre las partes de un todo. Imaginemos que vemos por la calle a una persona con la boca desdentada: lo que nos molesta no es la forma de los labios o de los pocos dientes que quedan, sino el hecho de que los dientes supervivientes no estén acompañados de los otros que deberían estar allí, en aquella boca. No conocemos a esa persona, esa fealdad no nos implica pasionalmente y sin embargo -ante la incoherencia o la no completud de aquel conjunto- nos sentimos autorizados a manifestar desapasionadamente que aquel rostro es feo.

Por esto, una cosa es reaccionar pasionalmente al disgusto que nos provoca un insecto viscoso o un fruto podrido y otra es decir que una persona es desproporcionada o que un retrato es feo en el sentido de que está mal hecho (la fealdad artística es una fealdad formal). Y respecto a la fealdad artística, recordemos que en casi todas las teorías estéticas, al menos desde Grecia hasta nuestros días, se ha reconocido que cualquier forma de fealdad puede ser redimida por una representación artística fiel y eficaz. Aristóteles ( Poética , 1448b) habla de la posibilidad de realizar lo bello imitando con maestría lo que es repelente, y Plutarco ( De audiendis poetis ) nos dice que en la representación artística lo feo imitado sigue siendo feo, pero recibe como una reverberación de belleza procedente de la maestría del artista.

Hemos identificado, pues, tres fenómenos distintos: la fealdad en sí misma , la fealdad formal y la representación artística de ambas . Lo que hay que tener presente es que por lo general solo a partir del tercer tipo de fealdad se podrá inferir lo que eran en una cultura determinada los dos primeros tipos.

Al hacerlo, nos exponemos a muchos equívocos. En la Edad Media, Buenaventura de Bagnoregio nos decía que la imagen del diablo se vuelve bella si representa bien su fealdad; pero ¿realmente era esto lo que pensaban los fieles que contemplaban escenas de inauditos tormentos infernales en los portales o en los frescos de las iglesias? ¿No reaccionaban tal vez con terror y angustia, como si hubiesen visto una fealdad del primer tipo, horripilante y repugnante como sería para nosotros la visión de un reptil que nos amenaza?

Los teóricos muchas veces no tienen en cuenta numerosas variables individuales, idiosincrasias y comportamientos desviados. Si bien es cierto que la experiencia de la belleza implica una contemplación desinteresada, un adolescente alterado puede experimentar una reacción pasional incluso ante la Venus de Milo. Lo mismo cabe decir respecto a lo feo: de noche, un niño puede soñar aterrorizado con la bruja que ha visto en un libro de cuentos, que para otros niños de su edad no sería más que una imagen divertida. Probablemente muchos contemporáneos de Rembrandt, además de apreciar la maestría con que el artista representaba un cadáver diseccionado sobre la mesa de anatomía, podían experimentar reacciones de horror como si el cadáver fuese real, del mismo modo que el que ha padecido un bombardeo tal vez no puede mirar el Guernica de Picasso de una forma estéticamente desinteresada, y revive el terror de su antigua experiencia.

De ahí la prudencia con que debemos disponernos a seguir esta historia de la fealdad, en sus variedades, en sus múltiples articulaciones, en la diversidad de reacciones que sus distintas formas suscitan, en los matices conductuales con que se reacciona. Considerando en cada ocasión si, y hasta qué punto, tenían razón las brujas que en el primer acto de Macbeth gritan: "Lo bello es feo y lo feo es bello ".

sábado, 23 de febrero de 2008

LA BELLEZA EN PELIGRO


La belleza en peligro se vuelve más hermosa (Andy Warhol)

Sabemos por El banquete de Platón, que el grado superior del amor se da en la esfera de la inteligencia. Y en lo más alto, la pasión por la ciencia misma de lo bello, cuyo conocimiento es la perfección. La enseñanza que Platón pone en boca de Sócrates es el proceso por el cual el amor a un cuerpo bello ha de conducirnos a amar todos los cuerpos bellos y tras ello al amor de todas las cosas bellas y de ahí a la Belleza en sí que resulta idéntica a lo Bueno.

Plotino y los neoplatónicos, lo denominaban Filocalia. Amor a lo bello, y por consecuencia a lo que es más bello que lo bello, lo bueno. Una persona bella es transparente; su belleza me lleva a otra, me impulsa hacia delante y me deja solo frente al misterio, no de la belleza de esa persona, sino de la belleza misma.

El príncipe Mischkin, el personaje de Dostoievsky, protagonista de El idiota, hace un juego de salón con unas muchachas, hijas de un general. Ellas le piden que trate de averiguar cómo es su carácter tan solo por sus rasgos faciales. El príncipe, bien que mal, va describiendo a las muchachas y aventurando sus opiniones, hasta que llega a la más hermosa. Es entonces cuando susurra: “De usted no sé nada, su belleza me impide verla...”.

Así la belleza, en el sentido platónico, es el estado habitual de las cosas y la tragedia del mundo es que hay demasiados feos. Esto se mejoraría a través del mestizaje, igual que aumentan en fertilidad y vitalidad las plantas cuando, estando lejos, llevan sus semillas las unas a las otras. En lugar de la inseminación con lo contiguo, como, por ejemplo, en las casas reales, que dio lugar a malformaciones y taras, con un poco de mestizaje probablemente se contribuiría a reducir la enorme cantidad de fealdad, que sostiene las cosas como están …

Hay así algo estético en cada travesía, no sólo en la travesía física, sino también en la interior, de nuestras rutinas : los cambios nos embellecen, o al menos potencian lo más bello que pueda haber dentro de nosotros. La hermosura, entendida como inestabilidad afortunada y fatal, nos atrae a los lugares remotos, pero también es el motor que nos proyecta hacia lo diferente. Basta ser feo o creerse feo para quedarse siempre en un rincón.

En Las mil y una noches se nos dice “Todas las cosas bellas gustan de viajar. ¡Hasta las perlas salen del fondo del mar y atraviesan las inmensidades para colocarse en la diadema de los reyes y en el cuello de las princesas !” . Siendo la vida tránsito y exilio, la inquietud, el desarraigo, la partida, son las principales virtudes de nuestra especie. Todo lo que realmente merecemos lo tenemos alejado.

Lo que nos ata hasta inmovilizarnos en la rutina es siempre algo espeso. Echar raíces es cobarde: asentarse es asentir, decir sí a todo . Por eso señala Pessoa: “No me subordino sino por atavismo y siempre hay razones para emigrar para quien no guarda cama” (Passagem das horas, como su heterónimo Álvaro de Campos, 1916).

El encanto, el atractivo, son potencialmente asociales. Más que depender de la juventud y de la belleza, dependen del carácter y de la disposición, pues el deseo atrae al deseo. Asociales porque atacan a las estructuras establecidas inamovibles, provocan, hacen salir del letargo.

lunes, 10 de diciembre de 2007

La bella y la bestia

Alexandre Monntoya

Georges Bataille en El erotismo afirma que un hombre o mujer, en general, son considerados como bellos en la medida que sus formas se alejan de la animalidad.

¿Y porqué importa la belleza para el erotismo?. Bataille señala que importa porque la fealdad no puede ser mancillada, siendo la esencia del erotismo la mancha. Cuanta mayor es la belleza, mayor es la mancha. Belleza se interpreta inconscientemente igual a pureza.

El potencial deseable de la mujer se halla en el contraste entre el exterior hermoso tan humanizante, tan no-animal y lo que bajo sus ropas esconde. Tras su belleza -siempre buscando acentuarse- la mujer anuncia sus vergüenzas. Vemos entonces que la belleza, -que niega lo animal del humano-, en el erotismo juega al contraste. El erotismo mancha esa belleza sublime, la profana, por eso la imagen de la culminación de la conquista a una casta, joven y bella doncella, es siempre en la literatura un tema recurrente y erótico.