miércoles, 10 de diciembre de 2008

El Vaticano, tierra de gigantes

El sueño de Constantino y batalla del puente Milvio.

Según nos cuentan los historiadores romanos, en la antigüedad, la zona que ahora alberga la Ciudad del Vaticano, era una extraña tierra al oeste del Tíber, fronteriza de fiebres y serpientes gigantes, donde podía oírse la voz de los dioses. El nombre "Vaticanum" se derivó de vates, un vidente sagrado que entendía de esas voces. Plinio describe un antiguo roble que aún estaba allí en su época en el que había letras de bronce etruscas que tenían un significado religioso. Posteriormente se construyeron templos y complejos de edificios sagrados dedicados a deidades orientales. Los ritos que se celebraban allí fascinaban a los romanos, aunque eran demasiado salvajes como para celebrarlos dentro de la ciudad misma. No es de extrañar que se creyera que Pedro había ido a para allí - enterrado - ni que Constantino haya construido un glorioso tiempo nuevo en su honor. Desde siempre era tierra sagrada.

Siglos después, según la tradición, Pedro fue a Roma para unirse al apóstol Pablo. Pero en la Biblia ésto no se menciona nunca.

La historia se retoma en el 312 después de Cristo, cuando dos generales de provincias, Constantino y Majencio, luchan para convertirse en emperador. Sus ejércitos se encuentran a las afueras de Roma en lo que se conoce como batalla del puente Milvio. La noche antes de la batalla, Constatino tiene una visión, una cruz en llamas que ardía en el cielo, con las dos primeras letras del nombre de Cristo escrito en griego. Un día después, derrotó a Majencio.

Como agradecimiento por su victoria, decidió construir una basílica en el sitio donde se decía que estaba enterrado el apóstol San Pedro. En el siglo I, la Emperatriz Agripina hizo secar los pantanos del valle y creó los jardines imperiales, Pero pronto el Emperador Nerón los convirtió en un Circo Romano donde se llevaban a cabo carreras de carros y ejecuciones. La zona estaba inclinada a modo de ladera, Constantino, antes de empezar la obra, vería el circo de Nerón en ruinas, que aún conservaba un obelisco en el centro, la colina Vaticana colindante, con sus tumbas en forma de casas y un olivar en la cima, una pirámide de mármol de más de 35 metros de altura, un estadio estanco para batallas navales entre gladiadores y el enorme cilindro blanco del mausoleo de Adriano, antes de que se metamorfoseara en el Castillo de Sant'Angelo.

Encima de donde la tradición oral ubicaba la tumba de San Pedro, en una zona de enterramientos con forma de catacumbas, más o menos 12 metros debajo del nivel de la Basílica actual, Constantino, luego de quitarle el techo al complejo funerario y rellenarlo de tierra, en modo tal que fuera una sólida base, construyó el importante e imponente lugar de culto.

El pavimento original de la Necrópolis bajo la Basílica de San Pedro, hecho de tierra y algunas lastras de piedra, actualmente tiene unos 70 metros de superficie donde se encuentran magníficos mausoleos y paredes en barro cocido con pequeños nichos para depositar las cenizas, después de la cremación. De los 25 mausoleos, solo uno es cristiano. Y se reconoce porque en una de las pinturas sobre el muro se ve a Jonás entre las fauces de la ballena.

Algunos de los mausoleos eran de dos pisos: en el primero estaban las sepulturas y en el segundo, en el periodo estivo (primavera y verano) se organizaban refrigerios para ser ‘compartidos’ con el ser querido que no estaba entre los vivos; mientras que en noviembre, se celebraba la fiesta de los difuntos, tal como sucede hoy en el mundo.

Durante el papado de Pío XII, en 1939, se iniciaron las excavaciones en el mayor de los silencios. Y todo por cumplir el último deseo de Pío XI de ser sepultado al lado de la tumba de San Pedro.

Después de 10 años de trabajos, los arqueólogos encontraron una pequeña tumba en la tierra, cubierta por tejas de barro. Pero no contenía restos. Los mismos serían encontrados varios años después, envueltos en un paño púrpura con hilos de oro, escondido entre un muro y con una frase en griego: “Pietros eni” (Pedro está dentro). En el mismo muro, la epigrafista Margherita Guarducci descifró muchos pictogramas que evocaban a Cristo y a Pedro, supuestamente grabados por los creyentes de la época que visitaban la supuesta tumba.

Las pruebas científicas demuestran que los restos corresponden a un hombre de aproximadamente 60 o 70 años de edad, acostumbrado al trabajo físico (Pedro era pescador…). El examen microscópico encontró restos de tierra de la colina Vaticana y del muro rojo en los huesos. Pero también había otro restos, de un hombre más joven y de animales. Aunque el Vaticano anunció que la tumba de Pedro se había descubierto, hay controversia, aún entre los los propios arqueólogos.