jueves, 25 de septiembre de 2008

La Cárcel Modelo

Momia de Bentham con su cabecita real a los pies

En Londres se puede visitar la momia de Jeremy Bentham. Lo encontrará con su sombrero y su bastón, mirando con a los estudiantes desde su vitrina en un hall del University College. Al morir, el filósofo Jeremy Bentham (1748-1832), padre del «Utilitarismo», dispuso que su cuerpo embalsamado y vestido con su propia ropa, quedara en la universidad.

Desgraciadamente, la cabeza de Jeremy se estropeó en el proceso, así que tuvieron que reemplazarla con otra de cera y guardar la original en la caja fuerte. Antes de eso, estaba la original a sus pies y la de cera incrustada en el cuerpo. Una vez al año se le saca de su cubículo y preside las reuniones del claustro de la Universidad. Ver fotos ilustrativas.

Bentham tal cual se expone ahora

Bentham fue mundialmente famoso en su época. Fue filósofo, jurista, seguidor de Adam Smith, padre de la economía contemporánea. Francia lo hizo ciudadano honorífico, lo que no le privó de asesorar en política económica a otros gobiernos europeos y americanos.

El más notable, y revolucionario de sus proyectos, es el proyecto Panopticón (1787). En el prólogo, Bentham declara sus objetivos: «Reformar la moral, preservar la salud, vigorizar la industria, difundir la instrucción, aliviar los gastos públicos... y todo mediante una simple idea en Arquitectura!».¿Cuál habrá sido esa simple y genial idea para mejorar el mundo? Pues fácil: una cárcel. La cárcel perfecta.

El Panopticón sería un edificio redondo, compuesto de innumerables celdas solitarias, provistas de grandes ventanas enrejadas, todas las cuales podrían ser vigiladas por un solo guardián atisbando desde una torre en el centro del círculo. Esencial en la idea (como lo notó Foucault), es que el guardián podría ver a los reclusos pero estos no a él. Siendo Jeremy un economista utilitario, la gracia era rentabilizar el concepto, así que no se limitó a proponerlo para penitenciarias. También afirmó que sería: «aplicable a industrias, asilos de pobres, lazaretos, hospitales, manicomios, y escuelas».

En lo concerniente a los colegios, Jeremy Bentham recomienda su sistema no sólo para vigilar que los niños estudien, sino especialmente para cautelar la virginidad de las niñas. «Que grandes ventajas se podrían obtener estableciendo un internado para jovencitas diseñado conforme a este plan». Cada una en su celdilla, observadas día y noche por el ojo invisible del Gran Panopticón. Mientras los estudiantes, encerrados en las suyas, y privados de acceso a las vírgenes, quedarían obligados a lo que más detestan: estudiar.

Hay algo perturbador en esta «simple idea arquitectónica» del antepasado de las economías utilitarias. Algo que evoca los laberintos -perfectamente racionales- de Borges, como la Biblioteca de Babel («El universo es... un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas»). Y las Carceri de los dibujos de Piranesi. Y esos objetos imposibles de Escher, en los que una vez que la mirada entra ya no encuentra cómo poder salir.


Recreación de La Biblioteca de Babel de Borges

Monstruos de la razón reales, como el campo modelo de Sachsenhausen, en las afueras de Berlín, donde los nazis realizaron en parte el ideal Benthamiano. Un solo nido de ametralladoras en la torre podía barrer las calles radiales del campo. O monstruos más o menos benignos, como las «estaciones de trabajo» con paredes de cristal, en los que trabajan tantos oficinistas contemporáneos para ser mejor vigilados desde las ventanas del jefe.

Bentham dedicó una gran parte de su tiempo y casi toda su fortuna para promover la construcción de una prisión siguiendo su esquema. Tras muchos años e innumerables problemas financieros y políticos, consiguió el permiso del Parlamento inglés para la compra de un lugar donde levantar la prisión. Aunque más tarde, en el 1811, el Primer Ministro se lo revocó, aunque concediéndole una indemnización de 23.000 libras.

Más fortuna tuvo en el exterior, donde a lo largo de los siglosXVIII, XIX y XX varias cárceles se adaptaron a su modelo, ya en Edimburgo y Sicilia, a finales del propio siglo XVIII y más tarde en otros muchos países.

Como avanzamos, en 1975 el filósofo francés Michel Foucault hizo una crítica del panóptico de Bentham en su obra “Vigilar y castigar”, considerándolo un edificio totalitario. Para Foucault la clave está en la invisibilidaddel carcelero del panóptico, que lo convierte en un carcelero que pese a no saber si está o no está vigilando, puede estar en todas partes y en todo momento. Para reforzar esta idea en el subconsciente de los reclusos, los carceleros tenían que demostrar cada cierto tiempo su poder por medio del castigo. Finalmente Foucault consideró esta “invisibilidad” del vigilante un método disciplinario opresivo.

Las ideas de Bentham inspiraron también a George Orwell en su novela “1984”, la descripción de un estado totalitario dominado por un gran hermano que todo lo ve.

Lo que nuestro filósofo busca resolver es: crear una cárcel barata, donde un número pequeño de personas, cuide de una comunidad grande. Se reforme la conducta de los hombres y se les liquide su inclinación delictiva. El trato humano a los presos no implique un gasto excesivo. Los prisioneros sirvan de ejemplo a los hombres libres, y les alejen del delito.

Hasta entonces durante la época de las monarquías absolutas, la lucha contra el crimen consistía en el uso de penas ejemplares que intentaban asustar a los delincuentes. Por otro lado como el crimen se asimilaba al pecado, castigar era más que legítimo. Sin embargo se vio que no era un sistema demasiado eficaz. Bentham se acerca a pesar de cierta ingenuidad en sus ideales, a los de la Revolución Francesa.


Modelo de panopticón