A finales del siglo XVI surge la costumbre de mandar a los jóvenes aristócratas ingleses a hacer el gran-tour al finalizar sus estudios con el fin de complementar su formación y adquirir ciertas experiencias. Era un viaje de larga duración (entre 3 y 5 años) que se hacía por distintos países europeos, y de ahí proceden las palabras: turismo, turista, etc.
El Grand Tour es un viaje motivado por la necesidad de instrucción de estos jóvenes aristócratas que en un futuro habrán de gobernar su país. Del conocimiento de la grandeza de Roma, Paris o Atenas así como de los debates en los cafés de los grandes centros termales, los viajeros deberían aprender como llevar las riendas de un Imperio como el británico. Para algunos autores éste es el auténtico fenómeno fundacional del turismo moderno ya que surge como un fenómeno revolucionario en paralelo al resto de transformaciones que se dan en la Ilustración.
El Grand Tour era un itinerario de viaje por Europa que se desarrolló desde los años 1660 hasta la llegada de los viajes masivos en ferrocarril (a partir de la década de 1820) Fue popular entre los jóvenes británicos de clase alta y servía como un rito de pasaje educativo para los más ricos. Su valor primario residía en la exposición tanto al arte del Renacimiento como a la sociedad aristocrática del continente europeo. Un grand tour podía llevar desde varios meses a varios años. Pretendía ilustrar, enseñar a los futuros funcionarios del Imperio los logros conseguidos por las grandes civilizaciones pasadas, más allá de lo estudiado en los libros de texto.
Estos viajes se hacían con séquito de sirvientes y a las órdenes de un tutor, que solía ser el encargado de programarlo con todo detalle, fijando la fecha de salida, las ciudades a visitar, los contactos a establecer, las actividades a realizar, los medios de transporte a contratar (si es que no se contaba con medios propios) las formas de alojamiento a emplear y la fecha de regreso.
A pesar de ser minoritarios, el historiador Gibbon afirma que a fines del siglo XVIII podía haber en Europa unos cuarenta mil ingleses practicando el Grand Tour educativo, sin contar los que estuvieran haciéndose por otros motivos, un volumen que en aquellos tiempos es francamente reseñable.
El Grand Tour era ya en la segunda mitad del siglo XVIII una costumbre consolidada no solo en la sociedad inglesa sino también en otras sociedades europeas y americanas, costumbre que ya obedecía más a prácticas sociales ostentosas que al riguroso cumplimiento de fines educativos, lo que podría explicar que los jóvenes lo utilizaran más como forma de diversión que de formación.
-También en España-
Cuando el llamado Rey Prudente, Felipe de Austria, futuro Felipe II, tenía 21 años de edad, hizo un largo viaje de tres años de duración, entre 1548 y 1551, con origen en Valladolid y destino en Bruselas. Aquel viaje fue ante todo un viaje de Estado. Felipe viajó para responder a la llamada de su padre, a la sazón enfermo de gota, quien había tomado la decisión de abdicar. Tal pretensión exigía que el heredero estuviera presente en la Dieta Imperial, lo que obligó a que el príncipe se desplazara hasta donde estaba el rey para más tarde convocar el órgano que se acaba de citar. Pero también está claro que aquel Grand Tour se aprovechó para que el príncipe conociera a los que serían sus súbditos al tiempo que completaba su formación como gobernante y trababa sólidas amistades con lo más granado de la nobleza gobernante de Europa. El historiador Kamen escribe literalmente que Felipe y sus acompañantes “en cada población hacían un poco de turismo y admiraban las fortificaciones".
- Se extiende el Gran Tour -
A finales del siglo XVIII y durante las primeras décadas del siglo XIX, el Reino Unido vivió una etapa de gran crecimiento económico, derivado de la Revolución Industrial. Un mayor número de familias accedía a la educación superior y contaba con los medios necesarios para complementarla en el extranjero.
Los adelantos técnicos en los medios de transporte, abarataron el coste de los viajes, a la par que redujeron las distancias y muchas incomodidades. Fueron creadas líneas marítimas regulares para el paso del Canal de la Mancha (las primeras datan de 1820), varios túneles horadaron la hasta entonces barrera alpina y el trazado ferroviario se fue extendiendo por gran parte de Europa.
A los caballeros ingleses de ilustres linajes se añadieron hombres y mujeres de la nueva burguesía enriquecida. Muchos utilizaron para ello las líneas de ferrocarril que unían Inglaterra con Brindisi, en la Italia meridional, como parte de la ruta hacia la India.
En los lugares de destino, el impacto de esa masificación se hizo evidente, como lo reflejó el escritor alemán Heinrich Heine en un fragmento de sus Cuadros de viaje (1826-1830): "Los ingleses abundan tanto en Italia que no hay modo de pasarlos por alto. Cruzan este país en enjambres, acampan en las hospederías, corren por todas partes a verlo todo y no es posible imaginar un limonero en Italia sin una inglesa junto a él, oliendo las hojas, ni pensar en una galería de arte sin un grupo compacto de ingleses, con sus guías en las manos, mirando si está allí todo lo que el libro cita de notable".
El Grand Tour fue así perdiendo su carácter elitista y también sus metas iniciales. De método de enseñanza fue transformándose en viaje de placer, y dio paso, poco a poco, al turismo moderno. A mediados del siglo XIX, el empresario Thomas Cook comenzó a ofrecer viajes organizados para grupos numerosos, que dejaban atrás las brumas o nieves de su país en busca de ciudades monumentales, playas tranquilas o lugares lejanos y exóticos. Lejos quedaba ya el espíritu que animó a aquellos que, por voluntad propia o por deseo paterno, quisieron conocer los resortes que habían hecho funcionar la civilización antes de pasar a dirigir sus destinos.
El Grand Tour es un viaje motivado por la necesidad de instrucción de estos jóvenes aristócratas que en un futuro habrán de gobernar su país. Del conocimiento de la grandeza de Roma, Paris o Atenas así como de los debates en los cafés de los grandes centros termales, los viajeros deberían aprender como llevar las riendas de un Imperio como el británico. Para algunos autores éste es el auténtico fenómeno fundacional del turismo moderno ya que surge como un fenómeno revolucionario en paralelo al resto de transformaciones que se dan en la Ilustración.
El Grand Tour era un itinerario de viaje por Europa que se desarrolló desde los años 1660 hasta la llegada de los viajes masivos en ferrocarril (a partir de la década de 1820) Fue popular entre los jóvenes británicos de clase alta y servía como un rito de pasaje educativo para los más ricos. Su valor primario residía en la exposición tanto al arte del Renacimiento como a la sociedad aristocrática del continente europeo. Un grand tour podía llevar desde varios meses a varios años. Pretendía ilustrar, enseñar a los futuros funcionarios del Imperio los logros conseguidos por las grandes civilizaciones pasadas, más allá de lo estudiado en los libros de texto.
Estos viajes se hacían con séquito de sirvientes y a las órdenes de un tutor, que solía ser el encargado de programarlo con todo detalle, fijando la fecha de salida, las ciudades a visitar, los contactos a establecer, las actividades a realizar, los medios de transporte a contratar (si es que no se contaba con medios propios) las formas de alojamiento a emplear y la fecha de regreso.
A pesar de ser minoritarios, el historiador Gibbon afirma que a fines del siglo XVIII podía haber en Europa unos cuarenta mil ingleses practicando el Grand Tour educativo, sin contar los que estuvieran haciéndose por otros motivos, un volumen que en aquellos tiempos es francamente reseñable.
El Grand Tour era ya en la segunda mitad del siglo XVIII una costumbre consolidada no solo en la sociedad inglesa sino también en otras sociedades europeas y americanas, costumbre que ya obedecía más a prácticas sociales ostentosas que al riguroso cumplimiento de fines educativos, lo que podría explicar que los jóvenes lo utilizaran más como forma de diversión que de formación.
-También en España-
Cuando el llamado Rey Prudente, Felipe de Austria, futuro Felipe II, tenía 21 años de edad, hizo un largo viaje de tres años de duración, entre 1548 y 1551, con origen en Valladolid y destino en Bruselas. Aquel viaje fue ante todo un viaje de Estado. Felipe viajó para responder a la llamada de su padre, a la sazón enfermo de gota, quien había tomado la decisión de abdicar. Tal pretensión exigía que el heredero estuviera presente en la Dieta Imperial, lo que obligó a que el príncipe se desplazara hasta donde estaba el rey para más tarde convocar el órgano que se acaba de citar. Pero también está claro que aquel Grand Tour se aprovechó para que el príncipe conociera a los que serían sus súbditos al tiempo que completaba su formación como gobernante y trababa sólidas amistades con lo más granado de la nobleza gobernante de Europa. El historiador Kamen escribe literalmente que Felipe y sus acompañantes “en cada población hacían un poco de turismo y admiraban las fortificaciones".
- Se extiende el Gran Tour -
A finales del siglo XVIII y durante las primeras décadas del siglo XIX, el Reino Unido vivió una etapa de gran crecimiento económico, derivado de la Revolución Industrial. Un mayor número de familias accedía a la educación superior y contaba con los medios necesarios para complementarla en el extranjero.
Los adelantos técnicos en los medios de transporte, abarataron el coste de los viajes, a la par que redujeron las distancias y muchas incomodidades. Fueron creadas líneas marítimas regulares para el paso del Canal de la Mancha (las primeras datan de 1820), varios túneles horadaron la hasta entonces barrera alpina y el trazado ferroviario se fue extendiendo por gran parte de Europa.
A los caballeros ingleses de ilustres linajes se añadieron hombres y mujeres de la nueva burguesía enriquecida. Muchos utilizaron para ello las líneas de ferrocarril que unían Inglaterra con Brindisi, en la Italia meridional, como parte de la ruta hacia la India.
En los lugares de destino, el impacto de esa masificación se hizo evidente, como lo reflejó el escritor alemán Heinrich Heine en un fragmento de sus Cuadros de viaje (1826-1830): "Los ingleses abundan tanto en Italia que no hay modo de pasarlos por alto. Cruzan este país en enjambres, acampan en las hospederías, corren por todas partes a verlo todo y no es posible imaginar un limonero en Italia sin una inglesa junto a él, oliendo las hojas, ni pensar en una galería de arte sin un grupo compacto de ingleses, con sus guías en las manos, mirando si está allí todo lo que el libro cita de notable".
El Grand Tour fue así perdiendo su carácter elitista y también sus metas iniciales. De método de enseñanza fue transformándose en viaje de placer, y dio paso, poco a poco, al turismo moderno. A mediados del siglo XIX, el empresario Thomas Cook comenzó a ofrecer viajes organizados para grupos numerosos, que dejaban atrás las brumas o nieves de su país en busca de ciudades monumentales, playas tranquilas o lugares lejanos y exóticos. Lejos quedaba ya el espíritu que animó a aquellos que, por voluntad propia o por deseo paterno, quisieron conocer los resortes que habían hecho funcionar la civilización antes de pasar a dirigir sus destinos.