Hannah Arendt, vivió entre 1906 y 1975. Alemana de origen, se exilió en Estados Unidos tras la ocupación nazi de Francia. Fue discípula de Martín Heidegger (padre del existencialismo) y de Edmund Husserl (impulsor de la fenomenología). Es una de las grandes pensadoras del siglo XX.
Silvia Ganora
En un artículo de hace medio siglo titulado ¿Qué es la autoridad?, advertía Arendt que las autoridades tradicionales se derrumbaban y que aquello afectaría "a todas las esferas prepolíticas, como la educación y la instrucción de los niños, donde la autoridad, en el sentido más amplio, siempre fue aceptada como una necesidad natural". Para la filósofa esa necesidad proviene de la lógica dependencia del niño que, por lo tanto requiere una guía firme y referencias positivas, y deriva también de un requisito que ella llama político, como es el de garantizar la continuidad de una civilización europea. El filósofo especialista en educación José Antonio Marina reafirma las ideas de Hannah Arendt "No se puede educar sin autoridad".
Así pues a los hijos hay que procurar que entiendan la idea de que la libertad es fundamental, pero que no es otra cosa que el reverso de la responsabilidad. Es decir, cuando eres libre, tienes que apechugar con las consecuencias de esa libertad, que uno no puede ser libre para lo bueno e inmediatamente buscar amparo cuando algo se tuerce o negar la responsabilidad de lo que a uno le ocurre.
No hay que ser el compañero de juegos del hijo ni el colega, sino el padre, pues para eso tienes la experiencia. Evolucionamos y crecemos a base de abandonos, de negaciones, de traiciones y de conquistas. Es la pedagogía que denominaba Platón de lo placentero y de lo doloroso. De esta manera un padre puede tener una relación muy cariñosa con su hijo, pero al hijo no caerle simpático el padre, como decía Freud y eso es algo que hay que aceptar, mejor que abdicar del papel de padre para convertirse en el amiguete.
Los padres tienen la obligación de enseñar a los hijos que el mundo ya existía antes que él, que ha habido todo tipo de experimentos antes, algunos fracasados, otros fueron un éxito y que él deberá partir de eso y no de una página en blanco. Frustrar es educar, es confrontar al hijo con una realidad esencial de la vida: No se puede todo, las cosas no salen siempre como uno pretende, y esto no es una grieta, una anomalía ni una injusticia. Es la vida real. Para vivirla con intensidad y plenitud, es preciso tener noción de sí, de los otros, de lo que existe del entorno. Tener consciencia también de que somos siempre parte de un todo que nos trasciende, que el horizonte de la vida va mucho más allá de nuestro ombligo.
La tendencia actual es contraria, se dice que la juventud es el valor por antonomasia, que tienen la razón en todo y al niño se le permite de todo hasta que tiene 16 años y ya hace tal cantidad de burradas que el padre desempolva su autoridad. Y ahí es cuando fracasa. Porque conviene recordar que la palabra autoridad provine de augeo, que significa lo que hace crecer, lo que ayuda a superarnos y evidentemente es necesario crecer desde el principio.
Si al hijo lo dejas a sus anchas te encuentras con que a los quince años te viene con una cazadora con una cruz gamada en el dorso. Entonces te pones hecho una fiera y el enfrentamiento es inevitable. Hay que explicarles desde el origen. que no todo vale, que no todo es relativo, que está lo bueno y lo malo, que no es lo mismo ayudar a altruistamente a cuidar ancianos en un asilo que echarles la zancadilla cuando van a cruzar la calle. Sino, los adolescentes acaban con la convicción de que no deben responder de sus actos ante la sociedad, sino con la creencia de que sólo responden ante la tribu. Y que la tribu les protege
Antes todo eso lo enseñaba la familia, lo que se llama la socialización primaria: enseñaban al niño aquellas normas primeras como respetar, tolerar, compartir, no ser brutal con los más pequeños, asumir las indicaciones u órdenes, etc. Ahora eso ha desaparecido en buena parte, esa socialización es rara vez cumplida por las familias.
Muchos padres varones quieren asumir el papel de madres, el niño tiene dos referentes digamos blandos. Es decir, se materniza la educación, porque la figura del padre es rígida y nadie quiere el rol de decir algo a los hijos muy concreto, explícito y que suponga un choque.
Pero los jóvenes, cuando ven que te impones razonablemente y les haces sentir tu autoridad, se sienten más seguros y hasta se acercan más afectivamente, necesitan que les confirmes la necesidad de ocuparse de ellos con el papel de padres. Leí un caso de dos hermanos sobre 15 y 17 años, hijos de padres muy progres. A los niños nunca les decían nada, les dejaban libertad total, desde bebés. Hasta que un día que el matrimonio había salido, quemaron la casa. Y cuando les preguntaron porqué habían hecho eso a sus padres, la respuesta fue. ‘para ver si se enfadan de una vez’ . Hartos de ese clima en el que todo daba igual.
Si los padres no ayudan a los hijos, con su autoridad amorosa, a crecer y prepararse para ser adultos, serán las instituciones públicas las que, más adelante , se vean obligadas a imponerles el principio de realidad por la fuerza.
Educar no es llenarles a los hijos la agenda con miles de actividades, cursos , prácticas deportivas y encuentros para que no se aburran y para que no molesten. Educar no es adular. Educar, en el verdadero contenido del concepto es frustrar. Aprender a usar la razón en sociedad: Es razonable quien sabe dialogar, lo cual significa saber escuchar cuando se le habla en lugar de mirar para otro lado. Es razonable quien respeta el derecho de los demás. Es razonable quien no ensucia a propósito el suelo porque ha aprendido que los encargados de la limpieza no son esclavos. Es razonable quien reconoce cuando se equivoca y sabe cuándo tiene que rectificar y pedir disculpas. Todas estas cosas tienen un origen común que se llama buena educación. Son cosas que no se aprenden en la escuela (aunque se pueden reforzar en ella). Se aprenden en la casa, con los padres.
Para educar, entonces, no hay que huir del miedo, hay que considerarlo, en origen, como un elemento positivo. El miedo es la primera reacción que produce contemplar de frente que somos finitos, que tenemos fecha de caducidad. La educación ha de enseñar a respetar más adelante por interés e ilusión lo que comenzamos respetando por una u otra forma de temor, pues nunca aprenderemos a liberarnos del miedo si nunca hemos aprendido a razonar a partir de ese temor.
Tenemos derecho a imponerles a los niños la disciplina sin la cual desde luego no aprenderían la mayoría de las cosas que consideramos imprescindible que lleguen a saber. Parece una contradicción que si el objetivo de la enseñanza es conseguir individuos libres, ¿cómo se puede admitir que se llega a ser libre y autónomo por la vía de la coacción, de la obediencia? Hegel entendía la libertad como algo a lo que se llega, la libertad no es una base de partida , sino un logro de nuestra integración social, no es ausencia original de condicionamientos, sino la conquista de la autonomía por medio del aprendizaje.
Cómo llevarlo a la práctica: con palabras y con el ejemplo. Primero debe imponerse la idea de que los hombres estamos en el mundo para explicarnos, para darnos cuentas. Y el ejemplo es importante, tu estilo de vida coherente. Ejemplo, cuando se lleva a los hijos al colegio: ¿Quién jamás cruza la luz roja del semáforo mientras lleva a sus hijos a pie al colegio?,¿Quién no habla jamás por el móvil durante ese mismo viaje, pero en automóvil ?¿Quién no estaciona en lugares prohibidos o en doble fila al final de ese mismo viaje? ¿Quién usa siempre el cinturón de seguridad?. Bien, los padres mientras llevan a sus hijos al colegio los están educando. Lo están haciendo con su presencia y con sus actos, que es como se educa. Mientras los padres dan excusas para justificar estos comportamientos, los chicos ya aprendieron a no respetar las reglas de convivencia, a saltarse los límites, a despreciar la seguridad y la prevención y a poner lo urgente por encima de lo importante.