La Sura de la Peregrinación XXII dice «A quienes luchen por haber sido víctimas de alguna injusticia, les está permitido luchar y verdaderamente Alá tiene poder para ayudarles».
Cronológicamente, esta es la primera referencia revelada al Profeta durante su huida a Medina, que autoriza en el Corán el empleo de la violencia.
La Sura de la Retractación IX, señala «Y cuando hayan pasado los meses inviolables, matad a los asociadores donde quiera que los halléis. Capturadlos, sitiadlos y tendedles toda clase de emboscadas...».
Esta cita es la que fundamenta, entre las escuelas más radicales y enemigas de la interpretación, el precepto legal de luchar contra los no creyentes.
Y continúa
«Combatid contra aquellos, de los que recibieron el Libro, que no crean en Alá ni en el último día, no hagan ilícito lo que Alá y su Mensajero han hecho ilícito y no sigan la verdadera práctica de la adoración».
Supone el espaldarazo definitivo, según los teólogos fundamentalistas, para la obligación de combatir a los infieles.
Estos son los pasajes más representativos del Corán sobre la obligación de los musulmanes de combatir a los no creyentes. Han dado pie a las escuelas más rigoristas, a lo largo de los siglos, para imponer como precepto divino el ejercicio de la yihad, como «guerra santa».
Pero el Corán, muy extenso, habla de lo divino y de lo humano, de la forma de adorar a Alá y del reparto de las herencias... Así, se refiere también a la tolerancia en materia religiosa.
Tolerancia religiosa
«Y si tu Señor quisiera, creerían todos cuantos están sobre la tierra. ¿Acaso puedes tú obligar a los hombres a que sean creyentes?». (Sura de Jonás X).
«No hay coacción en la práctica de la adoración, pues ha quedado claro cuál es la buena dirección y cuál el extravío». (Sura de la Vaca II).
La traducción es de Abdel Ghani Melara, quizá la más canónica, avalada por el Ministerio de Asuntos Islámicos de Arabia Saudí en el año 1996,
Durante tres o cuatro generaciones tras la muerte del Profeta, en el año 632, la yihad fue entendida como «lucha» en el sentido de enfrentamiento o combate con el enemigo; no en vano los musulmanes vivieron casi un siglo de luchas tribales y guerras civiles. Las primeras biografías de Mahoma recibían la denominación de «Libro de las razias». La «guerra santa» fue, históricamente, la primera acepción de la yihad.
Las escuelas islámicas más rigoristas, partidarias del respeto estricto a lo escrito y no de interpretar el espíritu de la letra, permanecerán fieles a esta acepción hasta nuestros días. Pero son escuelas minoritarias.
Desde el siglo X hasta el presente, pronto se abre camino en el islam la interpretación historicista de las palabras del Corán, adaptándolas al correr de los tiempos. Omeyas en Córdoba y Damasco, y abasíes en Bagdad, adoptarán esta línea teológica revisionista.
Así, el término yihad pasa progresivamente a ser entendido, de forma mayoritaria, como «esfuerzo» o «lucha interior». Esta interpretación viene avalada por el propio Corán, que utiliza preferentemente la formulación «esfuerzo en el camino de Dios»-.
Una lucha interior que podría perfectamente hermanarse con el «camino de perfección» o con el «vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero que muero porque no muero». La lucha espiritual de Santa Teresa se corresponde con el esfuerzo interior de un místico musulmán.
Durante un milenio, la yihad pasa pues a ser «esfuerzo interior», quedando reservado el concepto de guerra o batalla para el vocablo árabe «qital», equivalente a «combate».
Retroceso parcial
Desde 1928, con la creación en Egipto de la Hermandad Musulmana y más tarde con el fracaso en el mundo árabe de los socialismos y nacionalismos, rebrota con fuerza entre los radicales la idea de yihad como guerra santa. Pero es a partir de la mitad del siglo XX, con las guerras de Palestina, y luego las de Irak y Afganistán, con el sentimiento de humillación, cuando la yihad desanda definitivamente el camino andado y el concepto vuelve a convertirse, para los algunos islamistas, en inequívoco: es otra vez la guerra santa, y no la lucha espiritual contra uno mismo.
En cualquier caso, los abanderados de la guerra contra el infiel, el no creyente, son muy minoritarios entre los 1.400 millones de musulmanes en el mundo. Pero son la mayoría silenciosa frente a los radicales.