Nuestras sociedades son sociedades a las que se ha querido volver totalmente asépticas, sin riesgos, seguras y protegidas en todo ámbito. Y en el fondo, las sociedades asépticas son sociedades potencialmente peligrosas. Es algo parecido a los hospitales. Los hospitales son asépticos, pero entramos para curarnos un brazo roto y salimos con una infección.
Queremos tener las posibilidades culturales y de ocio de Nueva York pero con la vida tranquila que tenía por ejemplo Salamanca en los años 50s,
Cuando se quiere eliminar el riesgo, el riesgo se vuelve perverso. En latín, pervertir quiere decir “tomar caminos distintos”: la situación explota y no se puede dominar. Se trata de la vieja idea de Aristóteles, la noción de catarsis que muestra la necesidad de purgarse de vez en cuando. Ya no se sabe gestionar la violencia y una sociedad sin violencia ritualizada sólo puede ser sanguinaria. La cuenca mediterránea ha tenido un alarga tradición de ritualizar la violencia que se está perdiendo.
Las explosiones de violencia, como las de los jóvenes en los barrios de París el año pasado, se trataron de la respuesta de los chicos a esta asepsia de la existencia.
No creo que haya más violencia actualmente, como tanto se dice. Historiadores tan importantes como Jean Delumeau, especialista en la Edad Media, demuestran cuantitativamente que hoy hay menos que en otras épocas. Algunos historiadores del siglo XIX muestran que París hace un siglo era incomparablemente más peligroso: no se podía salir a la calle por la noche o por la tarde. La película de Leonardo di Caprio sobre Nueva York en ese mismo siglo mostraba las terribles bandas y las zonas de la ciudad por las que no se podía pasar. Ahora no hacemos guerras civiles para delatarnos y vengarnos del vecino a costa de su encarcelamiento o fusilamiento.
Por tanto, no creo que haya un ascenso, sino que es una especie de fantasía creada por la obsesión de la seguridad. La fantasía la genera su opuesto.
Queremos tener las posibilidades culturales y de ocio de Nueva York pero con la vida tranquila que tenía por ejemplo Salamanca en los años 50s,
Cuando se quiere eliminar el riesgo, el riesgo se vuelve perverso. En latín, pervertir quiere decir “tomar caminos distintos”: la situación explota y no se puede dominar. Se trata de la vieja idea de Aristóteles, la noción de catarsis que muestra la necesidad de purgarse de vez en cuando. Ya no se sabe gestionar la violencia y una sociedad sin violencia ritualizada sólo puede ser sanguinaria. La cuenca mediterránea ha tenido un alarga tradición de ritualizar la violencia que se está perdiendo.
Las explosiones de violencia, como las de los jóvenes en los barrios de París el año pasado, se trataron de la respuesta de los chicos a esta asepsia de la existencia.
No creo que haya más violencia actualmente, como tanto se dice. Historiadores tan importantes como Jean Delumeau, especialista en la Edad Media, demuestran cuantitativamente que hoy hay menos que en otras épocas. Algunos historiadores del siglo XIX muestran que París hace un siglo era incomparablemente más peligroso: no se podía salir a la calle por la noche o por la tarde. La película de Leonardo di Caprio sobre Nueva York en ese mismo siglo mostraba las terribles bandas y las zonas de la ciudad por las que no se podía pasar. Ahora no hacemos guerras civiles para delatarnos y vengarnos del vecino a costa de su encarcelamiento o fusilamiento.
Por tanto, no creo que haya un ascenso, sino que es una especie de fantasía creada por la obsesión de la seguridad. La fantasía la genera su opuesto.