No acierto a ver qué género de convivencia sería posible siendo siempre "gente sincera", gente que habla con "franqueza", sin "miramientos", diciendo en todo momento lo que piensa.
Diciendo siempre lo que pensamos la única instancia posible es la guerra civil. La hipocresía británica, tan célebre, ha alumbrado una de las democracias más sólidas y antiguas y el deporte del tenis, cuyo reglamento exige aplaudir al adversario.
Ninguna buena educación se basa en la sinceridad; los estragos de la sinceridad los hizo patentes Larra en un cuento titulado "El castellano viejo", donde el natural y espontáneo Braulio llamaba a la urbanidad hipocresía.
Ni siquiera Cristo llamó al pan, pan y al vino, vino.
La sinceridad tiene un efecto devastador. La hipocresía social es una virtud muy útil: se llama cortesía o buenas maneras.
Diciendo siempre lo que pensamos la única instancia posible es la guerra civil. La hipocresía británica, tan célebre, ha alumbrado una de las democracias más sólidas y antiguas y el deporte del tenis, cuyo reglamento exige aplaudir al adversario.
Ninguna buena educación se basa en la sinceridad; los estragos de la sinceridad los hizo patentes Larra en un cuento titulado "El castellano viejo", donde el natural y espontáneo Braulio llamaba a la urbanidad hipocresía.
Ni siquiera Cristo llamó al pan, pan y al vino, vino.
La sinceridad tiene un efecto devastador. La hipocresía social es una virtud muy útil: se llama cortesía o buenas maneras.