martes, 19 de febrero de 2008

El efecto seductor

Giulio Romano: Seducción de Olympia



Detrás de la apariencias no hay nada. (O, “lo más profundo es la piel“. Paul Valéry).

"Sólo existe el ritual y el ritual es del orden de la seducción. La seducción es misteriosa, enigmática. ¿De dónde puede proceder la idea insensata de poder confiar el secreto? ¿De exponer la sustancia desnuda, del desvelamiento? ¿De qué? De nada , justamente, no hay nada que desvelar. Lo real no existe, nunca ha existido, la seducción lo sabe y conserva su enigma. ...El secreto jamás debe ser desvelado so pena de caer en una historia banal “ (Baudrillard. Las estrategias fatales).

"Es el precio de la seducción.. Un detalle esencial: lo que oculta el secreto en absoluto es ininteligible, al contrario, es totalmente inteligible, por eso no debe desvelarse. En cambio, el campo de las apariencias, al estar expuesto ya de entrada, al estar revelado de entrada, no tiene más que ocultar y no hay que pasar de ahí." (Op- cit)

Las cualidades del seductor las condensaba Baltasar Gracián en El héroe. dentro del concepto que atribuía a la palabra “despejo” : “El despejo – consistiría en “una cierta airosidad, una indecible gallardía tanto en el decir como en el hacer y hasta en el discurrir”.

El encanto del seductor se hallaría en ese vacío, en esta holgura: El seductor ofrece un aforo vacío que cada cual puede llenar con lo mejor que desee, de acuerdo a la oportunidad y las conveniencias.

En 1630, unos años antes de El héroe de Gracián se publicó El burlador de Sevilla y convidado de piedra de Tirso de Molina. El Don Juan de Tirso es un granuja que consigue sus propósitos haciéndose pasar por otro o mediante falsas promesas de matrimonio.

Don Juan acude a una cena, a la que le invita el espíritu del Comendador- el Convidado de Piedra ( una estátua) - siendo aquél un espectro pero arriesgándose a su venganza mortal. A pesar de ello ¿cómo es que Don Juan comparece para cenar? La explicación se halla en el irresistible atractivo que posee para él.

La parte final del drama, la invitación del Convidado de Piedra a la cena, contiene la muestra de una seducción. La explicación debe buscarse en la virtud barroca de la indiferencia. El Convidado de Piedra es precisamente un modelo inaccesible de indiferencia. “Es un hombre temible – dice el criado de Don Juan-, él es de piedra y tú eres de carne”.

Los éxitos de Don Juan fueron obtenidos con mentiras mientras el éxito del Convidado de Piedra  está en la atracción de su vacío. La lógica de la seducción se impone. De ahí el gran poder de seducción de los objetos, y de las personas que, como los objetos, nos ignoran. El objeto es indiferente a nuestro deseo y eso potencia el deseo como un imán.

Por eso no se debe uno abrir, ni dejarse ver ni dejar que se llegue el centro de sí (que alberga un inmenso vacío) . Ya decía Oscar Wilde que no hay nadie más aburrido que el que no deja nada por decir. Charles Baudelaire publicaba en 1853 en Le Monde Littéraire uno de sus ensayos más lúcidos y originales Moral del juguete , donde habla de la manía de los niños de destripar los juguetes como buscando su alma, para acabar decepcionados al comprobar que en el fondo no hay nada.

En El indeferente de Marcel Proust se cuenta la historia de Medeleine de Gouvres, bellísima, en quien se centran todas las miradas, pero atraída por la indiferencia de un tipo nada excepcional, Lepré.

Su indiferencia hacia ella desata en Madeleine todo tipo de pasiones. Madeleine, que era indiferente a toda solicitación, con la indiferencia de Lepré hacia ella, esa indiferencia de ella se transforma en pasión.

Otro ejemplo drástico: La princesa de Cléves de Madame La Fayette. Una obra del siglo XVII: La joven encuentra al duque de Nemours, guapísimo, encantador, el más famoso Don Juan de Francia; ninguna mujer se le resistió. Pero la princesa se le resiste y él, precisamente por esa resistencia, termina por enamorarse de ella. La princesa, en este momento, se ve ante una opción dramática: está enamorada desesperadamente, pero sabe que si se entrega, pasará a ser la última de sus conquistas. Si desea ser amada por él, para siempre, debe eludirlo, para que él nunca pueda tenerla. Y esto es lo que hace., retirándose a un convento.

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Pero la vulnerabilidad también es imprescindible. Tiene que haber distancia, ahora bien es evidente que nadie apostaría por un objeto absolutamente inalcanzable.

Es el ejemplo de Jean Baudrillard en Cool memories I, recordando el placer que teníamos en la infancia al jugar al escondite, y ver pasar a los demás sin que nos descubrieran. Pero ¡qué desolación si no nos encontraban y cuando salíamos del escondrijo veíamos que los amigos se habían ido. ..! Nunca hay que esconderse demasiado bien.