Los animales, por el mero hecho de serlo, no siempre muestran iguales actitudes en sus habituales luchas. No siempre el animal vencedor perdona la vida al vencido cuando éste se encuentra derrotado y completamente a su merced. El caso de las tórtolas es, en tal sentido, ejemplar. Son sádicamente refinadas en la muerte del que se rinde ante ellas, estas aves tan erróneamente consideradas símbolos de paz y delicadeza.
Alexa Gomez
En cambio los lobos, estan muy perseguidos y sin embargo son mucho más nobles. Un lobo vencedor nunca matará al vencido en actitud sumisa. Bastará la simple postración para que la victoria sea un hecho indiscutible para todos los miembros de una manada, incluso para el derrotado, que nunca se revolverá traicioneramente sino que pasará a ser un sincero compañero fiel y leal.
Claire Hutton
Konrad Lorenz estudia si existe algo parecido a la actitud del lobo en el ser humano. Estudia al guerrero homérico que quiere rendirse y pide gracia; arroja su yelmo y su escudo, cae de rodillas e inclina la cerviz, acciones que manifiestamente facilitarían a su contrario el darle muerte, pero que, en realidad, dificultan semejante acción. Todavía hoy, en los gestos habituales de cortesía se descubren indicios simbólicos de esos de sumisión: reverencias, quitarse el sombrero, presentar las armas en las ceremonias militares.
Por lo demás los gestos de sumisión de los guerreros griegos no parecen haber sido de extraordinaria efectividad; los héroes de Homero no se dejaban influir y por lo menos a este respecto, su corazón no era tan fácil de enternecer como el de los lobos. El cantor nos relata numerosos casos en los cuales el que pedía merced era muerto sin piedad -o a pesar de la piedad-.
También la leyenda heroica germánica abunda en casos donde fallan los gestos de sumisión, y hay que esperar hasta la edad caballeresca del Medievo para encontrar la gracia para el vencido. Sólo el caballero cristiano es, sobre las bases religiosas de su moral, tan caballeresco como pueda serlo el lobo.
También la leyenda heroica germánica abunda en casos donde fallan los gestos de sumisión, y hay que esperar hasta la edad caballeresca del Medievo para encontrar la gracia para el vencido. Sólo el caballero cristiano es, sobre las bases religiosas de su moral, tan caballeresco como pueda serlo el lobo.