Las brujas siempre han existido. Pero su persecución y quema no es propia de la Edad Media ni exclusiva del catolicismo de los países del sur de Europa. Las ejecuciones en las plazas públicas coincidieron con el Renacimiento y el Siglo de Las Luces. Y fue el miedo colectivo el que creó a estos personajes y no al revés. Es el miedo colectivo el que crea la supuesta amenaza que suponen y no al revés.
El fenómeno del miedo de una sociedad puede tener una causa objetiva. Así ocurrió con la epidemia de peste de mediados del siglo XV, conocida como la muerte negra, o las grandes invasiones, como la de los turcos que llegaron a las puertas de Viena.
Pero hay otras explosiones de miedo que no tienen una causa bien definida. A este tipo se corresponde el desatado entre la segunda mitad del siglo XVI y la primera del XVII, cuyo hecho más extremo fue la quema de brujas.
La persecución de las brujas no es algo medieval, sino que aparece con el avance de la razón y la ciencia, ya en la Edad Moderna. Aunque hubo ejecuciones en los siglos anteriores, el fenómeno explota un siglo después de la aparición de la imprenta y a muchas décadas del descubrimiento de América. En concreto, el auge de las persecuciones tiene lugar entre 1575 y 1625.Y las hogueras ardían tanto en la Europa católica como en la protestante.
Las habladurías, los chismes y los rumores son los elementos clave que van dando forma a la amenaza. En ellas, se ve a las brujas como una minoría organizada, que se comunican mediante un código secreto. La mayoría social, para motivar su propio miedo irracional frente a una minoría insignificante a la que niega cualquier posibilidad de defenderse, crea una situación absolutamente mistificada: esa misma minoría se presenta como misteriosamente poderosa.
Es una constante en las explosiones de miedo social que la mayoría elija a la parte más débil En cuanto a las destinatarias de los miedos populares, al principio las víctimas son mujeres viejas. Pero también las hay muy jóvenes. En la lista de las 29 hogueras de Würzburg (Alemania) de 1629 hay niñas menores de 10 años. Es una constante en las explosiones de miedo social que la mayoría elija a la parte más débil como objeto de sus ataques. Y en aquél momento eran las mujeres.
Pero, aunque la minoría perseguida eran las mujeres, la paranoia se extiende después a los forasteros, las feas, pero también las guapas, a los más pobres y los más ricos. La irracionalidad se extiende hasta que, de pronto y quizás por hartazgo social, disminuye hasta desaparecer.
El rostro del acusador era de la masa de nivel medio, carente de rasgos diferenciados, dominada por el miedo, el odio y la envidia hacia aquellos que poseen alguna cualidad sobresaliente.
El miedo social al diferente es una constante universal. La persecución de los primeros cristianos en la parte final del Imperio Romano, donde se les acusaba de participar en ceremonias secretas donde asesinaban a niños y acababan la noche en una orgía, es un buen ejemplo. Gran parte de las denuncias contra los cristianos se basaban en habladurías.
Aunque la expulsión de los judíos de España data de 1492, la persecución y el mito de la pureza de sangre, junto al fenómeno de los cristianos viejos, aparecen en el siglo XVII. los judíos son acusados de practicar extraños ceremoniales y tratos con Satanás. Esto se produce al mismo tiempo que el conflicto con los moriscos se recrudece, prendiendo con fuerza la idea del moro amenazador en la psicología colectiva. Ambos pueblos escriben al revés. Lo que es, para los simples, un signo diabólico.
El victimismo y la sensación de asedio son otras características del miedo social. Los nazis lo explotaron, presentándose como los salvadores de una patria amenazada desde dentro y desde fuera por los judíos. De hecho, el aislamiento creciente que vivió el país fue amplificado por la propaganda nazi.
La velada en Benicarló
El odio que separa a unos españoles de otros, de dónde procede. En La velada en Benicarló escrita por Manuel Azaña en plena Guerra Civil, se propone una respuesta totalmente ligada con el texto anterior, dada por el personaje del abogado Claudio Marón : "El odio es engendro del miedo". "Una parte de España temía, hasta el pavor, a la otra parte. La perenne amenaza y los desquites atroces han mudado el pavor en aborrecimiento y azuzado el espíritu de venganza".
Otro personaje, el escritor Morales, relata como todo empieza con la expulsión de los moros, muchos de los cuáles eran de casta rural convertidos al islamismo, pero más rancios españoles que los propios godos.
Morales recuerda la patética escena de El Quijote en la cual Sancho vuelve a encontrar a su vecino Ricote, expulsado de España por tener el infortunio de haber nacido morisco. "Doquiera que estemos llevamos a España - se lamenta Ricote - que, en fin, nacimos en ella y es nuestra patria natural".