Hay una creencia popular según la cual si un murciélago entra en el cabello de una mujer quedaba irremediablemente enredado en el. Y eso tiene una cierta base. En el pelo rubio concurren más factores que el color. La cabellera de las rubias está ornada por una media de 140.000 cabellos por 108.000 en las morenas. Apenas 90.000 en las pelirrojas. Las rubias tienen además el pelo más fino, suave y sedoso.
Esta característica de ser el pelo más suave al tacto lo hace más sensual. Al ser acariciado por los dedos de su amante, esa suavidad actúa de eco de la propia suavidad de la carne femenina. El cuerpo de la mujer es mucho más acolchado que el del varón; contiene un 28 % de grasa por un 15% el del varón.
La feminidad de las rubias abarca todo el cuerpo, pues la delgadez de su vello - casi invisible en las pieles más claras - hace que sea menos patente a pesar de que tienen según el número real de filamentos, más vello que las morenas.
Sus axilas y pubis se hallan más delicadamente revestidos, el vello del pubis es más suave aunque siempre es más oscuro que el del cabello.
Un médico del siglo XIX, un tal doctor Galopin, afirmaba que las rubias exhalaban una fragancia delicada de ámbar gris diferenciada del olor más fuerte de las de pelo más oscuro. Cabe preguntar cómo llegó a esa conclusión, pero es de suponer que exista la diferencia pues el tono de la piel no es sino respuesta a los diversos climas. Las rubias tienen menos glándulas sudoríparas que las morenas. De ello se infiere la diversidad de aromas, ya que las glándulas odoríferas tienen su origen en glándulas sudoríparas modificadas.
Desde luego yo tengo una pareja rubia y sí que puedo afirmar que el olor de su sexo es más delicado que el de anteriores de cabello moreno.
Hay un añadido, el pelo rubio en la mujer confiere a quien lo posee una imagen más juvenil ;el hecho reside en que los niños, en gran parte de la humanidad, son más rubios que sus padres y los ojos azules y los mechones dorados se hallan indeleblemente asociados a la infancia.También el hecho de que el vello rubio sea menos perceptible contribuye a configurar esa imagen juvenil.
En la cultura Griega antigua, el color de las pelucas de los actores indicaba la naturaleza de sus papeles: rubia para el héroe, negra para el villano, pelirroja para el bufón o necio. Una tradición que llega hasta nuestros días, con una larga sucesión de heroínas rubias mientras que a las brujas se les pone el pelo oscuro.
De todo esto ha surgido la fortuna de fabricantes de pelucas y tintes para el cabello. Los griegos antiguos utilizaban una pomada de pétalos de mostaza, una solución de potasio y unos polvos coloreados que hacían que el cabello adquiriera el anhelado tono dorado. Las romanas se teñían el pelo con jabón germano importado de tierras bárbaras, empero eran más proclives a las pelucas hechas con cabellos de los pueblos de las tierras que iba conquistando Roma en sus campañas imperiales. No fue hasta 1930 cuando aparecieron en el mercado los tintes para el pelo tal como los conocemos ahora. En los cincuenta, los anuncios de tintes decían cosas como: «Si sólo tengo una vida que vivir, dejádmela vivir como rubia». Marilyn Monroe, morena, se tiñó de rubia y se maquillaba en tonos pálidos.
Cuando se pide a la gente que señale características de la personalidad a partir de una fotografía, tiende a juzgar a las rubias más dulces y débiles; el psicólogo Jerome Kagan descubrió que los niños con el pigmento de palidez, en los de ojos azules, eran más tímidos que los de ojos oscuros: temían más las nuevas situaciones, dudaban si acercarse a alguien, estaban callados y tendían a estar más cerca de sus madres.
Kagan cree que el miedo a la novedad, la producción de melatonina y los niveles de corticoesteroides están relacionados. Su idea, muy arriesgada, es que al emigrar al norte de Europa se produjo una mutación que incrementó el nivel de norepinefrina (un neurotransmisor) y que conllevó un aumento en la eficiencia del sistema nervioso simpático y en la temperatura corporal, ofreciendo una ventaja evolutiva. Pero como subproducto dejó también un sistema nervioso más reactivo y un temperamento más apocado.