En una de sus anotaciones del que ha titulado Cuaderno de Balthus, el crítico y ensayista estadounidense Guy Davenport, comenta la perplejidad de Darwin al comprobar la persistencia de la fascinación sexual tras la cópula, como si la belleza no se limitase biológicamente a ser sólo el acicate para provocar el deseo, sino que su encanto perdurase tras la satisfacción de éste.
De esta manera, la belleza tendría un antes y un después del cumplimiento instintivo; estaría marcada por lo que excede, o, si se quiere, por un más allá, y ese punto habría tenido lugar el nacimiento del arte.
En otra anotación comenta lo que escribió Merleau-Ponty sobre el afán de Van Gogh por ir asimismo "más allá" de la pintura sin dejar de pintar. Davenport nos indica que en ello habría que encontrar la razón fundamental de toda cultura.
Y desde luego, ni el biólogo británico ni el pintor holandés, ni el filósofo francés Merleau-Ponty remitían ese más allá a lo religioso, ni a nada espiritual.
De esta manera, la belleza tendría un antes y un después del cumplimiento instintivo; estaría marcada por lo que excede, o, si se quiere, por un más allá, y ese punto habría tenido lugar el nacimiento del arte.
En otra anotación comenta lo que escribió Merleau-Ponty sobre el afán de Van Gogh por ir asimismo "más allá" de la pintura sin dejar de pintar. Davenport nos indica que en ello habría que encontrar la razón fundamental de toda cultura.
Y desde luego, ni el biólogo británico ni el pintor holandés, ni el filósofo francés Merleau-Ponty remitían ese más allá a lo religioso, ni a nada espiritual.