jueves, 10 de septiembre de 2009

Arte, escritores y terror

Cuando Ulises desembarca junto a sus compañeros en la isla de Polifemo, el gigante les encierra en una gruta y procede a devorarlos uno a uno. Sin embargo, ahí aparece el ingenioso Ulises para lograr el vino soporífero que hará caer al monstruo en una embriaguez absoluta.

Cuando todo parecía ya sabido y apaciguado, Homero señalaba que allá, en el fondo, detrás de la línea del horizonte, había otros monstruos, otros reinos y de tal manera excitaba los ánimos serenos.

Desde la épica narrada por el poeta ciego de la Antigüedad hasta los miles de imágenes y rugidos en las actuales televisiones del mundo, tan sólo ha habido una mirada; esa misma que, contra toda razón, desea asomarse más allá cuando todo parece sabido y apaciguado. Sabemos que ese asomarse causará miedo, pero será un miedo deseado, distinto al que nos provoca la ansiedad y la desgracia terrenas.

La sustancia humana que a un tiempo nos impide la libertad y nos impele a ella es la misma que nos arrastra por los caminos del miedo con una imaginación desbordada.

Lo que podríamos llamar terror por amor al terror, las invenciones de monstruos y actos sobrenaturales que sabemos falsos y aun así nos asustan, nacen a mediados del siglo XVIII como un extraño tumor del razonable Siglo de las Luces.

Algunos de los escritores y pintores más señalados del género del terror, lo fueron quizá a causa de sus propias pesadillas y delirios, así como su afición a ciertas sectas o conocimientos de ciencias ocultas. Edgar Allan Poe es uno de ellos. Hijo de cómicos ambulantes que murieron siendo él niño, fue recluido en un internado en Inglaterra a los seis años. Su temprana afición al alcohol y otras drogas, le valió el repudio de su tutor, a su vuelta a Estados Unidos, y tuvo que buscarse penosamente la vida, lleno de vicios. El autor de El gato negro, Los crímenes de la Rue Morgue, El hundimiento de la Casa Usher o El escarabajo de oro murió hecho un vagabundo a los 40 años, en medio de terribles delirios, tras ser encontrado tirado en una calle.

La vida de H. P. Lovecraft es aún más oscura. Niño enfermizo y melancólico, sufrió la demencia de un padre sifilítico y la de una madre obsesivamente protectora. Lovecraft, que siempre sufrió de terribles pesadillas, se dedicó pronto a la literatura macabra y al oscurantismo. Odiaba el día. Vivía de noche. Se rodeó de un círculo de escritores con las mismas aficiones, que colaboraron en algunos de sus libros. Es autor de Los mitos de Cthulhu, En las montañas de la locura o El que acecha en la oscuridad. Murió pobre y en el anonimato a los 47 años.

El poeta y pintor William Blake proclamó la supremacía de la imaginación sobre la razón, y fueron precisamente sus visiones, a menudo místicas e infernales, las que lo llevaron al borde de la locura.

Las visiones del suizo-británico Johann Heinrich Füssli (1742-1825) eran menos puritanas. Este pintor fue capaz de fundir miedo y erotismo, en imágenes que siguen despertando fantasmagorías.

Victor I. Stoichita

Los arrebatos místicos también surgieron en la mente de Odilon Redon ( 1840-1916) desde muy joven. Los primeros quince años de su carrera usó sólo el blanco y negro en obras alucinadas y misteriosas. Después de una crisis profunda, cambió hacia una visión más optimista y colorida.

Pero quizá uno de los más impresionantes pintores oscuros sea Francisco de Goya (Fuendetodos, 1746-Burdeos, 1828). No sólo sus pinturas negras, sino sus series de grabados, como los Desastres de la guerra, y una pintura, Saturno devorando a sus hijos, hablan del sufrimiento de un hombre que supo atrapar sus peores sueños y convertirlos en obras de arte.

Archivo:Goya War1.jpg