Siempre se han consumido drogas y siempre seguirán consumiéndose e inventándose o reinventándose. Está también eso en la naturaleza humana. En Amsterdam tras varias décadas de antiprohibicionismo, han caído en picado el consumo de drogas duras y blandas, la incidencia de las enfermedades —sida, hepatitis, sobredosis, adulteración y demás— con ellas relacionadas y, por supuesto, los índices de criminalidad.
Decía Mark Twain que el error de Dios fue el de prohibir a Eva la manzana; si le hubiera prohibido la serpiente, se habría comido ésta. Así es la naturaleza humana.
Comprar drogas es hoy tan sencillo, en cualquier país del mundo, como comprar la prensa en el quiosco de la esquina. Normalicen los políticos en sus políticas lo que es normal en la calle. ¡Pésima ley, decía el emperador Adriano, la que muchos, a menudo, infringen!.
Se objeta que la legalización causaría muchas víctimas. Pero es una idea que proviene de ver la droga con la imagen de hoy: es decir, una droga contaminada, y siniestra. Quien hoy se inyecta heroína se está inyectando realmente como mucho un 10% de heroína; el resto es a saber qué. Durante la ley seca en Estados Unidos, hubo unos 50.000 casos de ceguera y parálisis causados porque al presunto alcohol clandestino se le mezclaban otros productos nocivos; todos sabemos, en cambio, que un rioja no mata. Ni Freud ni William Borroughs se han destruido con la droga, porque han cuidado de que fuese droga pura.
Y es una manera de salir de la crisis. No es broma. 750.000 millones de euros es la cantidad que el erario del planeta recaudaría si sus responsables legalizaran las drogas y se reservaran durante un lustro el monopolio de las mismas.
El narcotráfico es la séptima potencia económica del mundo. Dispone de ejércitos propios, su sistema de distribución y venta es tan eficaz como el de la cocacola y trae en jaque a países como México, Colombia y los Estados Unidos. Los taliban viven del opio y sus derivados. Obama se dispone a enviar tropas a la frontera mejicana para poner coto a la ley de la jungla impuesta allí, a tiro sucio, por los señores de la droga. La guerra contra ese gobierno en la sombra ha generado millones de muertes. La Comisión Europea publicó hace unas semanas su informe oficial sobre la evolución del mercado de los estupefacientes en los últimos diez años. Las cifras que manejo proceden de ese informe, pero parece que se quedan cortas. Hay quien eleva su facturación a 700.000 millones de dólares al año. Multiplicando esa cantidad por cinco ysumando el coste de la guerra contra el narcotráfico y de las medidas sanitarias (sida, adulteraciones, sobredosis) y policiales generadas por la prohibición se ve el coste actual. El 75% de los delitos que actualmente se cometen en España guarda relación directa o indirecta con el mercado de la droga. Casi la mitad de las personas nacidas en los países ricos -no digamos en los otros- ha probado el cannabis por lo menos una vez en la vida. Sobrarían montañas de dinero para atender a otros problemas y, de paso, respetaríamos el libre albedrío.
Parece un auténtico sin sentido que mientras que la droga que crea más adicción (La Nicotina) es una droga legal, otras puedan ser ilegales con los costes económicos y sociales que comporta la lucha contra su tráfico.
A día de hoy lo que tenemos claro es que la guerra a las drogas ha tenido poco éxito reduciendo la oferta y el precio de las drogas - en Europa ha aumentado el consumo de coca mientras se ha reducido el precio - y encima tiene importante costes directos (recursos destinados a la persecución) y sociales (marginalidad, drogas adulteradas y un largo etc..) y no aporta ningún recurso económico a los Estados.
Gary S. Becker, profesor de la Universidad de Chicago, con otros colaboradores ha publicado un estudio sobre la teoría económica de la ilegalización de las drogas, allí estudia si desde una perspectiva económica conviene mantener las drogas ilegales o por el contrario seria conveniente legalizarlas.
Becker señala que los gobiernos pueden imponer dos tipos de “tasas o impuestos” sobre las mercancías en general. La primera, y la clásica es imponer una tasa que incremente “artificialmente el precio de un bien”, esto sucede por ejemplo desde la gasolina, hasta con el tabaco. El segundo tipo de tasa, cuyas implicaciones están mucho menos estudiadas, es simplemente prohibir el bien y perseguir a las personas que producen, venden y compran este bien.
El efecto que tienen estos dos tipos de tasas al final es el mismo, el de incrementar artificialmente el precio del producto, en este caso las drogas. En el primer caso de forma directa y limpia vía un impuesto y el segundo indirectamente, reduciendo la oferta al disminuir la disponibilidad de drogas para los clientes y recortar la producción (interceptar cargamentos, fumigar cultivos).
Escoger una o otra vía tiene costes claros. Mientras que legalizar una droga e imponer una tasa elevada, supondría simplemente una fuente de ingresos para el Estado, la lucha contra el tráfico de drogas genera unos enormes costes materiales, a parte de que cómo todos sabemos comporta altos grados de violencia y delincuencia y economía sumergida.
El autor, sin preocuparse del libre albedrío y otras consideraciones, simplemente estudia con qué política se reduciría el consumo.
¿Despenalizar las drogas con una tasa a precio elevado reduciría o aumentaría aún más el consumo de drogas que la actual política de lucha contra el narcotráfico? Para ello se debe estudiar si la demanda de drogas es una demanda elástica al precio o es totalmente inelástica
Si la demanda de drogas es elástica, la gente consumiría más a medida que sean más baratas, y entonces la opción de imponer una tasa impositiva y legalizarlas sería la adecuada. Si en cambio la demanda es totalmente inelástica, (da igual cual sea el precio de la droga que la gente consumirá la misma cantidad) queda claro que la única vía válida para evitar el consumo es reducir la producción y aplicar políticas de lucha contra el tráfico de drogas, sin embargo en este escenario, cada vez que se endurezca más la persecución legal, los narcos obtendrán mayores beneficios, ya que si la demanda es inelástica tiene la capacidad de aumentar el precio de las drogas al nivel que quieran, pudiendo repercutir al consumidor el incremento de costes unitario que supone una mayor presión policial.
Obivamente, si la demanda es elástica también se puede indicar que en el caso de legalizar las drogas y poner una alta tasa impositiva, hará que aparezcan contrabandistas que ofrezcan el producto en el mercado negro a un menor precio. En este escenario la clave estaría en encontrar un punto de equilibrio entre la tasa impositiva impuesta y la persecución legal de los contrabandistas para incrementar así los costes de producción y distribución de estos últimos haciendo que esta actividad no fuese atractiva.
Igualmente el estudio tiene otro aspecto interesante, llega a la conclusión que la lucha contra las drogas encarece más el coste de estas para las rentas altas (coste de acceso a las drogas, coste de oportunidad en caso de ser castigados) que para las rentas pobres y por lo tanto está táctica iría dirigida a proteger del consumo de drogas más a las rentas altas que a las rentas pobres. Es decir no sería una política precisamente equitativa o social.
Según la revista “In Health”, preguntaron a expertos para realizar un ranking de drogas en función de su capacidad de adicción. Se utilizaron dos factores para medir esto:
-Lo fácil que uno se vuelve adicto.
-Lo difícil que es dejarla.
Un marcador de 100 representa un gran potencial de adicción, 1 poco potencial. Como cada individuo reacciona de diferente forma según su psicología, fisiología y presiones sociales, este ranking solo muestra el potencial de adicción
Decía Mark Twain que el error de Dios fue el de prohibir a Eva la manzana; si le hubiera prohibido la serpiente, se habría comido ésta. Así es la naturaleza humana.
Comprar drogas es hoy tan sencillo, en cualquier país del mundo, como comprar la prensa en el quiosco de la esquina. Normalicen los políticos en sus políticas lo que es normal en la calle. ¡Pésima ley, decía el emperador Adriano, la que muchos, a menudo, infringen!.
Se objeta que la legalización causaría muchas víctimas. Pero es una idea que proviene de ver la droga con la imagen de hoy: es decir, una droga contaminada, y siniestra. Quien hoy se inyecta heroína se está inyectando realmente como mucho un 10% de heroína; el resto es a saber qué. Durante la ley seca en Estados Unidos, hubo unos 50.000 casos de ceguera y parálisis causados porque al presunto alcohol clandestino se le mezclaban otros productos nocivos; todos sabemos, en cambio, que un rioja no mata. Ni Freud ni William Borroughs se han destruido con la droga, porque han cuidado de que fuese droga pura.
Y es una manera de salir de la crisis. No es broma. 750.000 millones de euros es la cantidad que el erario del planeta recaudaría si sus responsables legalizaran las drogas y se reservaran durante un lustro el monopolio de las mismas.
El narcotráfico es la séptima potencia económica del mundo. Dispone de ejércitos propios, su sistema de distribución y venta es tan eficaz como el de la cocacola y trae en jaque a países como México, Colombia y los Estados Unidos. Los taliban viven del opio y sus derivados. Obama se dispone a enviar tropas a la frontera mejicana para poner coto a la ley de la jungla impuesta allí, a tiro sucio, por los señores de la droga. La guerra contra ese gobierno en la sombra ha generado millones de muertes. La Comisión Europea publicó hace unas semanas su informe oficial sobre la evolución del mercado de los estupefacientes en los últimos diez años. Las cifras que manejo proceden de ese informe, pero parece que se quedan cortas. Hay quien eleva su facturación a 700.000 millones de dólares al año. Multiplicando esa cantidad por cinco ysumando el coste de la guerra contra el narcotráfico y de las medidas sanitarias (sida, adulteraciones, sobredosis) y policiales generadas por la prohibición se ve el coste actual. El 75% de los delitos que actualmente se cometen en España guarda relación directa o indirecta con el mercado de la droga. Casi la mitad de las personas nacidas en los países ricos -no digamos en los otros- ha probado el cannabis por lo menos una vez en la vida. Sobrarían montañas de dinero para atender a otros problemas y, de paso, respetaríamos el libre albedrío.
Parece un auténtico sin sentido que mientras que la droga que crea más adicción (La Nicotina) es una droga legal, otras puedan ser ilegales con los costes económicos y sociales que comporta la lucha contra su tráfico.
A día de hoy lo que tenemos claro es que la guerra a las drogas ha tenido poco éxito reduciendo la oferta y el precio de las drogas - en Europa ha aumentado el consumo de coca mientras se ha reducido el precio - y encima tiene importante costes directos (recursos destinados a la persecución) y sociales (marginalidad, drogas adulteradas y un largo etc..) y no aporta ningún recurso económico a los Estados.
Gary S. Becker, profesor de la Universidad de Chicago, con otros colaboradores ha publicado un estudio sobre la teoría económica de la ilegalización de las drogas, allí estudia si desde una perspectiva económica conviene mantener las drogas ilegales o por el contrario seria conveniente legalizarlas.
Becker señala que los gobiernos pueden imponer dos tipos de “tasas o impuestos” sobre las mercancías en general. La primera, y la clásica es imponer una tasa que incremente “artificialmente el precio de un bien”, esto sucede por ejemplo desde la gasolina, hasta con el tabaco. El segundo tipo de tasa, cuyas implicaciones están mucho menos estudiadas, es simplemente prohibir el bien y perseguir a las personas que producen, venden y compran este bien.
El efecto que tienen estos dos tipos de tasas al final es el mismo, el de incrementar artificialmente el precio del producto, en este caso las drogas. En el primer caso de forma directa y limpia vía un impuesto y el segundo indirectamente, reduciendo la oferta al disminuir la disponibilidad de drogas para los clientes y recortar la producción (interceptar cargamentos, fumigar cultivos).
Escoger una o otra vía tiene costes claros. Mientras que legalizar una droga e imponer una tasa elevada, supondría simplemente una fuente de ingresos para el Estado, la lucha contra el tráfico de drogas genera unos enormes costes materiales, a parte de que cómo todos sabemos comporta altos grados de violencia y delincuencia y economía sumergida.
El autor, sin preocuparse del libre albedrío y otras consideraciones, simplemente estudia con qué política se reduciría el consumo.
¿Despenalizar las drogas con una tasa a precio elevado reduciría o aumentaría aún más el consumo de drogas que la actual política de lucha contra el narcotráfico? Para ello se debe estudiar si la demanda de drogas es una demanda elástica al precio o es totalmente inelástica
Si la demanda de drogas es elástica, la gente consumiría más a medida que sean más baratas, y entonces la opción de imponer una tasa impositiva y legalizarlas sería la adecuada. Si en cambio la demanda es totalmente inelástica, (da igual cual sea el precio de la droga que la gente consumirá la misma cantidad) queda claro que la única vía válida para evitar el consumo es reducir la producción y aplicar políticas de lucha contra el tráfico de drogas, sin embargo en este escenario, cada vez que se endurezca más la persecución legal, los narcos obtendrán mayores beneficios, ya que si la demanda es inelástica tiene la capacidad de aumentar el precio de las drogas al nivel que quieran, pudiendo repercutir al consumidor el incremento de costes unitario que supone una mayor presión policial.
Obivamente, si la demanda es elástica también se puede indicar que en el caso de legalizar las drogas y poner una alta tasa impositiva, hará que aparezcan contrabandistas que ofrezcan el producto en el mercado negro a un menor precio. En este escenario la clave estaría en encontrar un punto de equilibrio entre la tasa impositiva impuesta y la persecución legal de los contrabandistas para incrementar así los costes de producción y distribución de estos últimos haciendo que esta actividad no fuese atractiva.
Igualmente el estudio tiene otro aspecto interesante, llega a la conclusión que la lucha contra las drogas encarece más el coste de estas para las rentas altas (coste de acceso a las drogas, coste de oportunidad en caso de ser castigados) que para las rentas pobres y por lo tanto está táctica iría dirigida a proteger del consumo de drogas más a las rentas altas que a las rentas pobres. Es decir no sería una política precisamente equitativa o social.
Según la revista “In Health”, preguntaron a expertos para realizar un ranking de drogas en función de su capacidad de adicción. Se utilizaron dos factores para medir esto:
-Lo fácil que uno se vuelve adicto.
-Lo difícil que es dejarla.
Un marcador de 100 representa un gran potencial de adicción, 1 poco potencial. Como cada individuo reacciona de diferente forma según su psicología, fisiología y presiones sociales, este ranking solo muestra el potencial de adicción
- Nicotina (tabaco)
- Cristal de meta-anfetamina (fumado)
- Crack
- Cristal de meta-anfetamina (inyectado)
- Valium (Diazepam)
- Quaalude (Methaqualone)
- Seconal (Secrobarbital)
- Alcohol
- Heroina
- Crank (Anfetamina horal)
- Cocaína
- Cafeína
- PCP (Phencyclidine)
- Marihuana
- Extasis
- Ongos mágicos (Psilocybine)
- LSD
- Mescalina
Muy arriba en esta lista, las drogas más comunes y legalizadas: tabaco, alcohol y cafeína.