La idea que tenemos de la cultura clásica Mediterránea es un invento de los idealistas del siglo XVIII , como Hölderlin , que se pasó veinte años encerrado en un desván soñando con dioses y mármoles impolutos.
Las pautas reales ya las marcan los propios poetas posteriores: Lord Byron, que además de cojo era muy elegante y se toma como arquetipo del Dandy, un día llega a Grecia y se va a un templo dedicado a Poseidón en el cabo Sunión, del que quedan unas columnas y capiteles extraordinarios y coge una china del suelo y escribe rayando una columna: ' Aquí estuvo Lord Byron' . Napoleón hizo lo mismo en las Pirámides.
En los muros de la Alhambra, turistas ilustrados como Richard Ford o Víctor Hugo dejaron constancia de su paso, como otros muchos, hasta que a Washington Irving se le ocurrió, en 1829, implantar un libro de firmas para evitarlo.
Luego resulta que los romanos llevaban esos plumeros tan vistosos de las películas para distinguir a los de su bando y evitar matarse entre sí los del mismo regimiento y las banderas tan preciosas en realidad eran un trozo de tela atada a la punta de un palo para que las huestes supieran desde lejos dónde estaban los suyos. Vamos, como el paraguas de propaganda de los guías turísticos.
Y el Partenón estaba pintado de rojo, azul, verde y amarillo; en muchas de las esculturas aún se aprecian microelementos de pintura. Uno esculpía y otro policromaba, así el pintor Nikias, fue el habitual policromador de Praxíteles. Los ojos de las esculturas estaban pintados de azul, pues aquella gente tenía los ojos azules o verdes, muchos eran descendientes de los dorios, la principal tribu griega, que venían del norte.
Las pautas reales ya las marcan los propios poetas posteriores: Lord Byron, que además de cojo era muy elegante y se toma como arquetipo del Dandy, un día llega a Grecia y se va a un templo dedicado a Poseidón en el cabo Sunión, del que quedan unas columnas y capiteles extraordinarios y coge una china del suelo y escribe rayando una columna: ' Aquí estuvo Lord Byron' . Napoleón hizo lo mismo en las Pirámides.
En los muros de la Alhambra, turistas ilustrados como Richard Ford o Víctor Hugo dejaron constancia de su paso, como otros muchos, hasta que a Washington Irving se le ocurrió, en 1829, implantar un libro de firmas para evitarlo.
Luego resulta que los romanos llevaban esos plumeros tan vistosos de las películas para distinguir a los de su bando y evitar matarse entre sí los del mismo regimiento y las banderas tan preciosas en realidad eran un trozo de tela atada a la punta de un palo para que las huestes supieran desde lejos dónde estaban los suyos. Vamos, como el paraguas de propaganda de los guías turísticos.
Y el Partenón estaba pintado de rojo, azul, verde y amarillo; en muchas de las esculturas aún se aprecian microelementos de pintura. Uno esculpía y otro policromaba, así el pintor Nikias, fue el habitual policromador de Praxíteles. Los ojos de las esculturas estaban pintados de azul, pues aquella gente tenía los ojos azules o verdes, muchos eran descendientes de los dorios, la principal tribu griega, que venían del norte.