Los Grandes Almacenes de esta época siguen exactamente igual que cuando se inauguraron en 1852, fecha de apertura de Au Bon Marché, el primero en su género. Creado por Aristide Boucicaut, la historia de Au Bon Marché viene descrita detalladamente en una novela de Emile Zola, Au Bonheur des Dames- El paraíso de las Damas - (1883), lo que refleja el protagonismo económico extraordinario que adquirió esa cadena comercial en el Segundo Imperio.
La novela sigue siendo la mejor introducción a las prácticas mercantiles de los Grandes Almacenes. Porque no han cambiado nada. Ya mostraban en los bajos del escaparate unas chucherías que llamaran la atención de los niños, para que, al detenerse, las señoras repararan en las lujosas mercancías situadas en altura. Ya diseñaban el recorrido interno del almacén de manera que el curioso hubiera de pasar delante de una buena selección de productos tentadores antes de llegar al que estaba buscando.
Ya entonces vendían a precio ruinoso alguna mercancía muy buscada (la seda, en aquel tiempo), de manera que atrajera público. Sabían que el cliente compraría otras cosas cuyo precio inflado compensaría las pérdidas. Ya era su mayor enemigo el pequeño comerciante, cuya respuesta se traducía en posiciones políticas ultraconservadoras, explotadas por los políticos populistas.
Ya el mayor gasto proporcional del almacén era la publicidad, con la que procuraba presentarse como el colmo de la vanguardia, de la sofisticación, de la elegancia, del deseo, de estar a la última, de la modernidad. Ya cumplían los principios básicos de todo Gran Almacén: marcar precio fijo en todos los objetos, permitir la anulación de la venta devolviendo el dinero, y que el pago de los empleados, casi en totalidad, fuese por una comisión sobre las ventas.
Zola señalaba que Boucicaut tuvo el genio comercial de saberse ganar a las madres por medio de los niños, para ello a partir de 1867 realizó la entrega de la “imagen de la semana” unos cromos de excelente litografía con un reverso reflejando la imagen del edificio principal de la cadena, con las que se configuraban diferentes colecciones, con lo que se lograba así la fidelización de la clientela. Se desarrollaron un buen número de colecciones en los cuales las acciones eran realizadas por niños, una práctica nuevamente que demuestra el claro sentido mercantilista del personaje.