Nuestro amigo Girard sostiene que el origen de toda violencia se encuentra en el deseo mimético: éste lleva a los hombres a codiciar los mismos objetos: algo, en efecto, nos parece tanto más deseable cuanto más es deseado por otros, que son como los mediadores de nuestro deseo. Pero esa situación primigenia de rivalidad genera conflictos que van siempre en aumento, violencia que apela a venganza , a su vez a más represalias, etc.
La hipótesis del antropólogo es la siguiente: para poner fin a ese círculo vicioso ha habido que desviar de alguna manera la violencia no satisfecha hacia una única víctima: el chivo expiatorio. Ese sacrificio asegura la cohesión del grupo al centrar sobre una única víctima la violencia que los miembros de la comunidad podrían dirigir unos contra los otros.
Más, para que sea eficaz, ese mecanismo no debe ser jamás explícito. Los mitos y demás recursos sagrados vienen a disimular esos hechos de furia inevitables.
La hipótesis del antropólogo es la siguiente: para poner fin a ese círculo vicioso ha habido que desviar de alguna manera la violencia no satisfecha hacia una única víctima: el chivo expiatorio. Ese sacrificio asegura la cohesión del grupo al centrar sobre una única víctima la violencia que los miembros de la comunidad podrían dirigir unos contra los otros.
Más, para que sea eficaz, ese mecanismo no debe ser jamás explícito. Los mitos y demás recursos sagrados vienen a disimular esos hechos de furia inevitables.