Desde el manierismo en adelante perdura expuesto en templos y catedrales un extraño símbolo: un cocodrilo disecado que alguien mandó colgar bajo las bóvedas de los claustros. Juan de Ribera ordenó instalar uno en Valencia y en la catedral de Sevilla, soportal del Patio de los Naranjos, puede verse aún otro.
El cocodrilo significa el silencio: esa boca inmensa y cerrada era una advertencia a los fieles y un emblema para los doctos. Parece que ya desde la Edad Media persistía el símbolo de que estos animales eran incapaces de emitir sonido alguno y no encontraron mejor manera para trasmitir a la feligresía ese silencio que exponiendo la piel de un cocodrilo en el templo.
El silencio tuvo siempre buena prensa. Aunque hoy el silencio haya perdido su prestigio: La gente no aguanta un minuto de silencio, por eso hay música en todas partes. Es un bien preciado porque es una de las cosas que nos permite pensar.
En otras culturas el uso del silencio es diferente al occidental, por ejemplo los apaches, para los que los blancos son impulsivos, locuaces (piensan que no se callan nunca). Los navajos también son silenciosos, prolongan sus pausas y pueden pasar varios minutos desde que se les lanza una pregunta hasta que deciden contestarla.
En cuanto a Africa central, los manuche utilizan el silencio para no quedarse nunca sin respuestas, para no deslizarse. Los igbo de Nigeria sancionan con un silencio de duración determinada a cualquiera de sus miembros que cometa una grave infracción a las normas.
Otro ejemplo es el uso del silencio en la cultura japonesa; para ellos la retirada interior protege de los rumores del mundo. En contraste con esta cultura, las clases medias de la costa Este de los Estados Unidos valoran la palabra continua, más vale hablar que callarse y hacerlo sin pensárselo mucho ni recurrir en exceso a las pausas.
El cocodrilo significa el silencio: esa boca inmensa y cerrada era una advertencia a los fieles y un emblema para los doctos. Parece que ya desde la Edad Media persistía el símbolo de que estos animales eran incapaces de emitir sonido alguno y no encontraron mejor manera para trasmitir a la feligresía ese silencio que exponiendo la piel de un cocodrilo en el templo.
El silencio tuvo siempre buena prensa. Aunque hoy el silencio haya perdido su prestigio: La gente no aguanta un minuto de silencio, por eso hay música en todas partes. Es un bien preciado porque es una de las cosas que nos permite pensar.
La estética moderna y antigüa ve en él un símbolo de sabiduría, a pesar de que ya el mismo Eclesiastés advierte, mucho antes de que lo hiciera Voltaire, de que el necio callado parece sabio.
También el silencio prolongado es fruto del miedo. Jean Delumeau en su obra El miedo en Occidente estudia el papel del miedo en la historia, en los siglos XIV y XVII. Dedica, como es lógico, una gran atención a los miedos religiosos. La gran represión de la brujería tiene en el miedo su explicación.
También el silencio prolongado es fruto del miedo. Jean Delumeau en su obra El miedo en Occidente estudia el papel del miedo en la historia, en los siglos XIV y XVII. Dedica, como es lógico, una gran atención a los miedos religiosos. La gran represión de la brujería tiene en el miedo su explicación.
En otras culturas el uso del silencio es diferente al occidental, por ejemplo los apaches, para los que los blancos son impulsivos, locuaces (piensan que no se callan nunca). Los navajos también son silenciosos, prolongan sus pausas y pueden pasar varios minutos desde que se les lanza una pregunta hasta que deciden contestarla.
En cuanto a Africa central, los manuche utilizan el silencio para no quedarse nunca sin respuestas, para no deslizarse. Los igbo de Nigeria sancionan con un silencio de duración determinada a cualquiera de sus miembros que cometa una grave infracción a las normas.
Otro ejemplo es el uso del silencio en la cultura japonesa; para ellos la retirada interior protege de los rumores del mundo. En contraste con esta cultura, las clases medias de la costa Este de los Estados Unidos valoran la palabra continua, más vale hablar que callarse y hacerlo sin pensárselo mucho ni recurrir en exceso a las pausas.