Aquiles es descubierto por Ulises en el gineceo de Licomedes, en donde lleva una vida placentera a la que habrá de renunciar para ayudar a los griegos en su lucha contra la ciudad de Troya. Aunque no se conoce apenas, el mosaico forma parte del de la villa romana de La Olmeda (Palencia), donde está el mejor mosaico policromado del mundo.
Este post y algún otro lo dedicaré a la obra del director de la Fundación Juan March, Javier Gomá, un ser asombroso. Hace seis meses publicó Aquiles en el gineceo . Básicamente se hace la pregunta del título y en abreviadísimo resumen:
Porque la mortalidad es el privilegio de la individualidad. Las piedras y los animales, al tener la esencia de su ser en el género, su muerte o desaparición no cambia el mundo, permanece igual; sólo cuando muere el individuo el mundo se empobrece irreparablemente. La dignidad del individuo reside en su mortalidad.
Kant diferencia las cosas que tienen dignidad y las que tienen precio. Dice que el hombre tiene dignidad y no tiene precio, porque nunca podrá ser sustituido por algo equivalente. Pero lo extraño del hombre es que, teniendo dignidad, la experiencia cotidiana nos dice que es sustituible por algo equivalente, por otros como él: Uno se jubila y se le sustituye en su puesto; uno muere y la vida sigue con los demás. Nacemos con la dignidad de un dios y, sin perder nunca esa dignidad, debemos aprender a tener un precio: ese misterio de tener dignidad y precio es nuestro sino. Hay un deseo voluptuso de ser finito.
Porque la mortalidad es el privilegio de la individualidad. Las piedras y los animales, al tener la esencia de su ser en el género, su muerte o desaparición no cambia el mundo, permanece igual; sólo cuando muere el individuo el mundo se empobrece irreparablemente. La dignidad del individuo reside en su mortalidad.
Kant diferencia las cosas que tienen dignidad y las que tienen precio. Dice que el hombre tiene dignidad y no tiene precio, porque nunca podrá ser sustituido por algo equivalente. Pero lo extraño del hombre es que, teniendo dignidad, la experiencia cotidiana nos dice que es sustituible por algo equivalente, por otros como él: Uno se jubila y se le sustituye en su puesto; uno muere y la vida sigue con los demás. Nacemos con la dignidad de un dios y, sin perder nunca esa dignidad, debemos aprender a tener un precio: ese misterio de tener dignidad y precio es nuestro sino. Hay un deseo voluptuso de ser finito.