La persona embriagada por el erotismo está como poseída por el deseo. Es como el juego. LLega un punto en que se produce la catástrofe; tarde o temprano. El juego sólo puede terminar así. El jugador no abandona hasta que lo pierde todo, hasta que se arruina.
En el erotismo subyace esa misma inconsistencia moral. Violentamente, como en las páginas de Henry Miller.
Ésta característica no es exclusiva de los descendientes de la moral cristiana. Michael Foucault en su Historia de la sexualidad demostraba que en la concepción griega, los afrodisiacos se basaban en una energía que tiende al exceso.
Según Foucault hay que hacer un uso moderado de esas energías y eso sólo es posible si se es capaz de resistirlas, de oponerse a ellas: "Lo que al parecer de los griegos constituye la negatividad de la excelencia... es la pasividad frente a los placeres" (M.Foucault, Hª de la sexualidad II - El uso de los placeres)
En el erotismo subyace esa misma inconsistencia moral. Violentamente, como en las páginas de Henry Miller.
Ésta característica no es exclusiva de los descendientes de la moral cristiana. Michael Foucault en su Historia de la sexualidad demostraba que en la concepción griega, los afrodisiacos se basaban en una energía que tiende al exceso.
Según Foucault hay que hacer un uso moderado de esas energías y eso sólo es posible si se es capaz de resistirlas, de oponerse a ellas: "Lo que al parecer de los griegos constituye la negatividad de la excelencia... es la pasividad frente a los placeres" (M.Foucault, Hª de la sexualidad II - El uso de los placeres)