Vivimos perdiendo, también ganando, pero nunca recuperando del todo. La mejor preparación para sobrellevar la vida quizá sea aprender el arte de romper con lo que nos resulta imprescindible, hacerse experto en despedidas, aprender a renunciar con más alegría que resignación.
La vida se compone de una serie de rupturas o quizá es una ruptura en serie: amantes, amigos, fallecidos; el hurto o extravío de objetos apreciados, el régimen terapéutico que nos prohíbe alimentos o bebidas preferidos, el abandono del sueño de la revolución eterna por el goce del instante.
Renegade por Reece BarnesDe niños perdimos, además de piezas de rompecabezas o dientes, alguna que otra ilusión. Más tarde perdimos al primer amor, la inocencia, el sueño de juventud eterna, un paraguas, un bolígrafo, un botón. En la etapa adulta, las pérdidas comienzan a agravarse: llaves, sueños, carteras, un entrañable amor, joyas, calcetines, amigos, la firmeza de la piel, la capacidad visual, la brillantez y oscuridad del cabello y al final la paciencia.
La poetisa polaca y premio Nobel de 1996 Wislawa Szymborska, escribió el Discurso en la oficina de objetos perdidos, reflexión sobre lo que hemos sido y perdimos para ahora ser quien creemos que somos:
"Perdí unas pocas diosas camino del sur al norte,
también muchos dioses camino de este a oeste.
Un par de estrellas se apagaron para siempre, ábrete, oh cielo.
Una isla, otra se me perdió en el mar.
Ni siquiera sé dónde dejé mis garras,
quién anda con mi piel,
quién habita mi caparazón.
Mis parientes se extinguieron cuando repté a tierra,
y sólo algún pequeño hueso dentro de mí celebra el aniversario.
He saltado fuera de mi piel, desparramado vértebras y piernas,
dejado mis sentidos muchas, muchas veces.
Hace tiempo que he guiñado mi tercer ojo a eso,
chasqueado mis aletas, encogido mis ramas.
Está perdido, se ha ido, está esparcido a los cuatro vientos.
Me sorprendo de cuán poco queda de mí:
un ser individual, por el momento del género humano,
que ayer simplemente perdió un paraguas en un tranvía."
Nostalgia, de Miruna Uzdris