miércoles, 18 de marzo de 2009

Entendamos la evolución

Yacimiento de la Gran Dolina, Atapuerca, Burgos

Lo que no se ha entendido sobre la evolución y sobre Darwin ahora que acaba de hacer 200 años que nació. Y la realidad más abajo.

Errores:

1,El hombre desciende del mono

Este dicho repetido hasta la saciedad, no forma parte del darwinismo. En su obra de referencia, El origen de las especies, Darwin no abordó el linaje humano, pero al día siguiente de publicarlo, la gente ya decía que el hombre viene del mono. Los detractores de Darwin lo ridiculizaron en caricaturas que mostraban al científico convertido en un simio peludo. Posteriormente, en El origen del hombre, Darwin planteó la hipótesis de que humanos y simios descienden de progenitores comunes, no unos de otros. En realidad, la idea no era novedosa para la ciencia de mediados del XIX, sino que aparecía sugerida en trabajos de otros científicos, como Thomas Henry Huxley.

2,La evolución conduce al ser humano

El del hombre y el mono es un caso particular de un error más general, entender la evolución como una carrera de relevos en la que una especie cede el testigo a otra. A esta confusión contribuye el gráfico tan usado de un simio caminando tras una fila de antropoides con rasgos cada vez más humanos hasta llegar al hombre. Pero ni el ser humano desciende del mono, ni ninguna especie viva se ha detenido a medio camino de la evolución para dar el relevo a otra. Suele equiparse lo más evolucionado a lo mejor, como en las generaciones sucesivas de teléfonos o de coches. Pero un chimpancé no es menos evolucionado que un humano. De hecho, genéticamente se podría considerar más evolucionado; un estudio elaborado por científicos de la Universidad de Michigan (EEUU) descubría que el genoma del chimpancé acumula un 51% más de genes modificados por selección natural que el del Homo sapiens. Para el primatólogo Josep Call, la humana es solo "una especie más".

3,Los organismos evolucionan para adaptarse al medio

El concepto científico de evolución biológica es que no evolucionan los organismos, sino las especies o los linajes. Esta idea entronca con otra noción errónea; no se puede evolucionar con un fin concreto. Entre los protoevolucionistas anteriores a Darwin, el francés Jean Baptiste Lamarck propuso que los organismos se adaptaban al medio y legaban esas adaptaciones a su progenie; Lamarck postulaba que el cuello de las jirafas era cada vez más alto porque a base de forzarlo crecía ligeramente en cada generación, y eso se heredaba de padres a hijos. Darwin en cambio descubrió que en épocas de escasez de alimentos, las jirafas con cuellos altos tenían acceso a más hojas, y eran las que lograban sobrevivir y dejar más descendencia. Cuando la selección natural de Darwin se fusionó con las leyes de la genética de Mendel del que hablaremos más abajo y la biología molecular empezó a mostrar que los genes compuestos por una larga combinación de A, G, T y C que se pasaba inalterada de padres a hijos, la idea de Lamarck quedó desterrada para siempre. Podían existir mutaciones e intercambio de genes, pero no había ningún mecanismo que explicara cómo la jirafa transmitía el esfuerzo de alargar su cuello a su descendencia. Era imposible.

Sin embargo, hoy esa idea de Lamarck sigue infiltranda en cierta interpretación popular de la evolución.

La realidad es que la mutación es la base de la evolución. Es un cambio permanente y transmisible en el material genético el ADN o ARN de una célula, que puede ser producida por errores de copia en el material genético durante la división delular o por la exposición a radiación, a químicos o virus. En los organismos multicelulares, las mutaciones pueden dividirse en mutaciones germinales, que se transmiten a la descendencia, y las mutaciones somáticas, que (cuando son accidentales) generalmente conducen a malformaciones o muerte de células y pueden producir cáncer. Las mutaciones introducen nuevas variaciones genéticas, siendo la principal fuente de evolución. Añadamos la recombinación genética, proceso mediante el cual la información genética se redistribuye por transposición de fragmentos de ADN entre dos cromosomas durante la meiosis. Los efectos son similares a los de las mutaciones, es decir, si los cambios no son deletéreos se transmiten a la descendencia y contribuyen a la diversidad dentro de las especies.

Ni Darwin, ni el codescubridor de la evolución Alfred Russell Wallace, conocían el trabajo que un solitario monje checo llevaba a cabo cruzando variedades de guisante. Gregor Mendel definió las leyes que explican cómo se heredan los caracteres de padres a hijos. En un principio la herencia mendeliana fue interpretada como un obstáculo a la teoría evolutiva, porque Darwin incorporaba la herencia lamarckista de caracteres adquiridos que debían diluirse en la progenie, mientras que Mendel planteaba una herencia persistente y predecible. En la década de 1930, genética y evolución se fundieron en la teoría sintética.

Modificaciones posteriores de la teoría.

El gradualismo propugnado por Darwin ha sido cuestionado también desde el campo estrictamente científico. En 1972, Niles Eldredge y Stephen Jay Gould enunciaron la teoría del equilibrio puntuado. Según esta propuesta, las especies permanecen evolutivamente estáticas durante la mayor parte de su existencia, y solo cambian en rápidos y drásticos eventos de especiación. Esta ‘evolución a saltos’ cambiaría el árbol irregular de la historia de las especies por otro con ramas más rectas, verticales y horizontales.

Entre las modificaciones a la teoría evolutiva original se puede mencionar también la deriva genética, que resta importancia a la selección natural al proponer que muchas variaciones de los genes son neutrales y se conservan por azar. Pero quizá ningún descubrimiento ha sido tan revolucionario como el de la transferencia horizontal de genes entre especies, algo ya conocido en bacterias pero cuyo peso en la doctrina evolutiva ha aumentado en los últimos años. A esto se unen los crecientes indicios de que la hibridación entre especies y la transferencia de genes mediante virus son mecanismos evolutivos importantes, por lo que algunos expertos sugieren desterrar la representación clásica del árbol de la vida en favor de un esquema en forma de red.

Evolución versus diseño inteligente

Ya en 1973 el evolucionista T.G. Dobzhansky, dijo: "nada tiene sentido en la biología si no es a la luz de la evolución", desde la neurobiología y la bacteriología hasta la medicina, pasando por el comportamiento humano. Está más comprobada que la teoría heliocéntrica, que dice que la Tierra gira alrededor del Sol y no al revés, o que la teoría atómica, según la cual la materia está hecha de átomos.

Sólo hay dos científicos que escriben a favor del diseño inteligente, Michael Behe, un bioquímico de la Universidad Lehigh y William Dembski, quien tiene formación matemática y dice que el cálculo de probabilidades hace que la evolución sea imposible sin un diseñador. Francisco J. Ayala, prestigioso biólogo evolucionista, comenta que no discute con Dembski porque no existe. La probabilidad de que William Dembski exista es más pequeña todavía que la probabilidad de que exista una de las proteínas que él dice que son imposibles sin un diseñador. A lo largo de su vida, un hombre produce billones de espermatozoides, todos genéticamente distintos. Una mujer produce, por su parte, unos quinientos huevos durante su vida. La probabilidad de que el espermatozoide que diera lugar a Dembski fecundara el huevo que diera lugar a Dembski es un número muy pequeño, el equivalente uno entre varios billones -el espermatozoide Dembski- multiplicado por uno entre quinientos -el óvulo de Dembski-. Si retrocedes hasta sus abuelos, la probabilidad de que exista Dembski se convierte en uno dividido por un uno seguido de sesenta o setenta ceros, y va reduciéndose con cada generación. Así que Dembski no existe y, por tanto, no hay que perder tiempo discutiendo con él.

Cómo se puede casar con la evolución la creencia en un dios que actúa históricamente, como el del Antiguo Testamento. Francisco J. Ayala señala que los valores espirituales de la Biblia y del Nuevo Testamento no son contrarios a la ciencia. La Biblia es contraria a la ciencia si uno la interpreta literalmente. Pero, si uno la lee como un texto religioso, puede ver en ella la idea de que somos criaturas creadas por Dios y todos los seres humanos somos hermanos, hay que dejar a los obreros que descansen el séptimo día… ¿Cómo se mantiene entonces el dios presente en el mundo? Ahí hay que recurrir a una explicación que hacen muchos teólogos y que se puede aplicar también al individuo. Los teólogos y los cristianos creen que Dios también está presente en el individuo. Eso no requiere negar que hemos sido concebidos en el vientre de nuestra madre a partir de una célula que se dividió en dos, en cuatro, en ocho… y acabó naciendo el bebé Pepito. Es posible hacer una afirmación religiosa a un nivel y otra científica a un nivel diferente. Hay algunos científicos que niegan esa compatibilidad, como el biólogo Richard Dawkins.

Después de Darwin, la hipótesis de un ser superior que ha diseñado el mundo deja de sostenerse. Si uno cree en Dios debe hacerlo por otros motivos, pero no porque lo necesite para explicar el mundo", sostiene Richard Dawkins. No se necesita la hipótesis de Dios para explicar el mundo. Hay muchos teólogos cristianos, judíos y musulmanes que aceptan la evolución y, además, creen que su teología se explica mejor con ella. Es una escuela que se llama teología del proceso.

Los partidarios de la teología del proceso son teístas. Para ellos, Dios está presente en todo el mundo y siempre, que, en cierto sentido, da cuenta de todos los fenómenos naturales. A veces lo explican diciendo que Dios es la fundamentación del ser. Uno de los problemas a los que se enfrentan es la crueldad del mundo biológico, con el parásito de la malaria, por ejemplo; del geológico, con los terremotos y tsunamis como el que mató a cientos de miles de personas en 2004... Si estas cosas fueran resultado de la acción directa de Dios, entonces sería muy cruel, porque hay muchas más crueldades en el mundo biológico que las que la gente conoce. Aunque parezca muy cruel que un león viva matando cebras, las acciones del león por sí mismas no son crueles, porque la crueldad es un valor moral y sólo los seres humanos -y Dios si uno quiere creer en Dios- tenemos valores morales. Si el mundo lo ha diseñado Dios, Dios es cruel porque tiene valores morales; pero, si todo es el resultado de un proceso natural, la evolución, ahí no hay crueldad. Por eso la teoría de la evolución no sólo fue un gran regalo de Charles Darwin a la ciencia, sino también a la religión.

¿No podía haber creado Dios un mundo en el que esas cosas crueles no pasaran? La respuesta es que sí, pero que sería un mundo bastante menos interesante. Los humanos cometemos crímenes. Dios podría habernos creado sin libre albedrío, sin libertad, y entonces no habría crímenes; pero seríamos robots. Los seres humanos hacemos cosas malas, pero también buenas. También podía haber creado un mundo biológico en el que nada cambiara y las especies no se dañaran unas a otras; pero no habría sido el mundo interesante y bello de la evolución. Y lo mismo se puede decir del mundo físico: ¿por qué hay terremotos, erupciones volcánicas, tsunamis...?, ¿por qué Dios no creó un mundo en el que esas cosas no pasaban? Porque un mundo en el que los procesos físicos crean planetas, estrellas y galaxias es mucho más interesante y bello que un mundo estático.

El diseño inteligente presupone que estamos demasiado bien hechos como para ser fruto de mutaciones azarosas y de la selección natural. Sin embargo, como suele decirse irónicamente, hasta un urbanista humano consideraría un disparate colocar un vertedero (la cloaca) junto a un parque de atracciones (los genitales). Si estudiamos al detalle el organismo humano, no hay nada que esté bien diseñado. Otro ejemplo: nuestra mandíbula no es suficientemente grande para todos los dientes y, por eso, nos tienen que sacar la muela del juicio y, frecuentemente, enderezar las otras piezas. Un ingeniero que hubiera diseñado la mandíbula humana habría sido despedido al día siguiente. Y lo mismo pasa con el resto. Nuestro ojo tiene un punto ciego porque el nervio se forma dentro de él, y no por fuera. Los calamares y los pulpos tienen un ojo complejo, muy parecido al nuestro, pero sin el punto ciego, porque el nervio se forma por fuera de la retina, lo cual demuestra, evidentemente, que Dios quiere a los pulpos y los calamares mucho más que a nosotros.