El último dueño del pene de Napoleón, John Lattimer, murió el 17 de mayo de 2007. Había sido profesor de la Universidad de Columbia y coleccionista de reliquias militares, algunas de ellas un poco macabras; poseía también el cuello ensangrentado de la camisa de Lincoln y una ampolla de cianuro de Hermann Göring. Pero el pene, que se supone había sido amputado por un sacerdote que administró la extremaunción a Napoleón, destacaba en la colección del profesor compuesta de armaduras medievales, rifles de la guerra civil americana y dibujos de Hitler.
Cabe mencionar, que en la época en que murió Napoleón se concedía mucha importancia a las reliquias de personajes famosos. Después de la derrota de Napoleón en Waterloo, sus posesiones viajaron por toda Inglaterra. Su carruaje, lleno de curiosidades como un raspador de lengua de oro, un cepillo para la piel, pequeñas ropas y una chocolatera, atrajo muchedumbres e hizo que el poeta Byron codiciara una reproducción. Cuando Napoleón murió, los árboles que bordeaban su tumba en Santa Elena fueron literalmente hechos astillas para hacer con ellas souvenirs.
La posibilidad de que el pene de Napoleón fuera extirpado de modo que pudiera convertirse en un souvenir aumenta si tenemos en cuenta que vivió y murió en una época en que los restos físicos de los famosos ejercían una gran atracción sobre el público. Shakespeare no fue tal hasta el comienzo del período romántico, cuando se escribió su biografía, se comentaron sus obras teatrales y se buscaron sus pertenencias personales. Los árboles que crecían junto a las casas donde había vivido fueron talados para proporcionar la madera necesaria para crear cofres de té y tapones de pipa “shakespeareanos”.
El pene de Napoleón sigue dando que hablar aún a estas alturas de la historia. Lógicamente, una figura histórica tan famosa está rodeada de mitos, leyendas y simbolismos. Ya desde su muerte se intentó desvirtuar el mito de su potencia sexual. Por órden de uno de sus enemigos, el clérigo Vignali, se cortó su pene del cadáver. El pene estuvo en posesión de la familia Vignali durante muchos años. Se supone que el clérigo no perdonó nunca a Napoleón que lo acusara de impotente.
La creencia de que los objetos están penetrados por la esencia duradera de sus propietarios, llevada a un extremo, condujo a un estado de ánimo que hizo a Mary Shelley guardar el corazón disecado de su marido en un cajón de su escritorio. La costumbre de coleccionar reliquias es muy anterior al periodo romántico: los peregrinos medievales buscaban fragmentos de la cruz verdadera. Como secuela de la Reforma, reliquias religiosas que habían sido descartadas de monasterios pasaron a formar parte de colecciones laicas donde se mezclaban libremente moluscos cefalópodos del Jurásico con huesos de dedos de santos.
El pene de Napoleón no fue la única parte del cuerpo napoleónico que añadió leña al fuego del coleccionismo. Dos pedazos del intestino de Napoleón, adquiridos por el museo de la Real Universidad de cirujanos de Inglaterra en 1841. Mucho tiempo después de que las piezas del intestino de Napoléon hubieran sido destruidas en un ataque aéreo durante la Segunda Guerra Mundial.
En 1999 el pene de Napoleón fue vendido por 4 mil dólares en una subasta y John Lattimer, un urólogo estadounidense, se convirtió en su nuevo propietario. Según los datos que el urólogo aportaba, “el tamaño del pene era de 4,1 cms. y en erección alcanzaría un máximo de 6,6 cms.”. Se sabe que el emperador Napoleón padecía un desorden endocrino, el cual limitó el crecimiento normal de sus genitales. Se casó dos veces y tuvo un hijo. Se sabe que era un incansable amante y que allá donde iba conquistaba a alguna mujer, casi siempre casada o comprometida.
Estos datos pueden ser un consuelo para aquellos que centran el éxito amatorio en la longitud del miembro. Ciertamente, entre los atributos de Bonaparte, no destacaba su estatura ni la longitud de su pene y sin embargo tenía un gran carisma y despertaba pasiones.
El Dr. Lattimer, al ser urólogo, podría haber aducido un interés profesional en los órganos genitales de Napoleón. No así su propietario anterior, el librero y coleccionista Rosenbach de Philadelphia, que puso el pene napoleónico en exhibición en el museo de arte francés de Nueva York.
Es posible que nunca sepamos si el objeto atesorado por el Dr. Lattimer estuvo alguna vez unido al cuerpo de Napoleón o no. Algunos historiadores ponen en duda que el sacerdote hubiera podido escamotear el órgano con tanta gente entrando y saliendo de la estancia donde el emperador agonizaba. Otros sugieren que tal vez el sacerdote hubiera cortado solamente una muestra parcial.
Seguiremos investigando.