2.Helen Fisher, antropóloga estadounidense experta en la química del amor, sostiene que las parejas humanas tienen una fecha de caducidad de cuatro años. Transcurrido ese tiempo, el amor y sus alrededores se esfuman. Los 4 años son el tiempo que necesita una cría humana para ser mínimamente independiente y que alguien que no sea ni papá ni mamá pueda ocuparse de ella. En consecuencia, a partir de ahí ya no es estrictamente necesario que ambos sigan juntos. Y la naturaleza ha determinado que, transcurrido ese tiempo, los niveles de dopamina desciendan drásticamente, de modo que la fascinación del principio se evapora
La dopamina es la responsable de esa sensación de mariposas en el estómago que provoca estar ante la persona amada. Proporciona mucha energía, provoca estados de excitación y de euforia. Muchos estudios indican que, para el cerebro, el amor es comparable al chocolate, al dinero o a cualquier otra forma de recompensa. En todos los casos, lo que se activa son los centros de recompensa, y la descarga química que se produce lleva sobre todo dopamina.
En la fase de atracción irresistible interviene también la adrenalina, que es la responsable de los sudores y de las palpitaciones, y otro neurotransmisor: la serotonina. La serotonina está también relacionada con varias patologías psiquiátricas, entre ellas el trastorno obsesivo compulsivo. De ahí que se compare el amor con un estado de locura. Pero además es el objetivo de los antidepresivos de la familia del Prozac; por esta razón, Fisher considera estos fármacos como auténticos filtros antiamor y antideseo.
3.Desde otro punto de vista, el psiquiatra suizo Carl G. Jung describió ese estado de embriaguez absoluta como el efecto que produce la proyección del ánima sobre ánimus la persona amada. Esto significa que todo hombre tiene un lado femenino dentro de sí: el ánima. Y toda mujer tiene una parte masculina: el ánimus. El asunto es que todo el mundo aspira a completarse, de ahí lo de la media naranja. De modo que cuando encontramos a alguien que parece encajar con la imagen que tenemos dentro, inmediatamente proyectamos la imagen sublimada de lo femenino interior, en los hombres, y de lo masculino, en las mujeres. Es nuestra proyección.
Lo que está claro es que en ese momento no se ve realmente a la persona que está enfrente, con sus virtudes y defectos. Lo que se ve es la proyección de los propios sueños. Pero uno siempre se despierta de los sueños. Después de un tiempo más o menos largo comienza a ser evidente que la persona que duerme al lado no es la que se pensaba. Y la realidad reaparece. Entonces es cuando entra en juego la oxitocina. La hormona del amor. Cuando la dopamina y su enamoramiento desbordante abandonan el terreno, interviene la que se conoce como la hormona del amor, encargada de crear un vínculo sólido y estable.
Hay experimentos con perros de la pradera ( que no pecadores ), animales extraordinariamente fieles, que permanecen con la misma pareja toda la vida, que si se les bloquean los receptores de la oxitocina buscan a un ejemplar del otro sexo para el apareamiento, y después, si te he visto no me acuerdo. En realidad, esta hormona se segrega no sólo cuando se establecen relaciones de pareja, sino en otros tipos de contactos afectivos. Es muy importante entre madres y bebés. En el momento del parto, el contacto piel con piel estimula la producción de la hormona y, por tanto, la creación del lazo materno-filial.
En las parejas, el contacto físico en forma de masajes o haciendo el amor estimulan la secreción de oxitocina.
4.John Gottman, director del laboratorio del amor en la Universidad de Washington, lleva años estudiando el universo de la pareja cree que no hay que refugiarse tanto en las moléculas para justificar los comportamientos amorosos; lejos de análisis bioquímicos, Gottman puede vaticinar el futuro inmediato de una pareja con una fiabilidad del 90%. Su método consiste en observar el comportamiento de cada miembro durante una discusión de 15 minutos y hacer unas pocas preguntas sobre el pasado. Tras estudiar a cientos de parejas ha constatado que, en aquellas que tienen futuro, la proporción de frases positivas y negativas es de cinco a uno, mientras que en las que no llegan muy lejos es de uno a uno.
Además ha descubierto que todas las parejas tienen un patrón característico de comportamiento, una especie de marca de la casa que se repite siempre. Gottman lo descubre pidiendo que le cuenten cómo se conocieron. En ese relato sale a la luz el tipo de interacción que existe y la forma en la que uno percibe al otro. El científico ha identificado lo que denomina los cuatro jinetes del apocalipsis: la crítica, estar a la defensiva, la incomunicación y, el más destructor de todos, el desprecio. Un dato más que demuestra los efectos perniciosos de este último: ha observado que el hecho de que alguien a quien se ama exprese desprecio produce un impacto negativo sobre el sistema inmune.
5. ¿Cómo se elige a la pareja? Hay muchos estudios que indican que las mujeres seleccionan al compañero por el olor de su sistema inmune. La evolución las ha equipado con los mecanismos que permiten detectar el más adecuado al suyo: ni demasiado distinto para que no se produzcan rechazos en la fecundación, ni demasiado parecido porque significaría un empobrecimiento de la genética.
Otros estudios, como los del Instituto Ludwing-Boltzmann de Etología Urbana en Viena, sugieren que las mujeres buscan hombres muy masculinos para la fecundación, pero prefieren los varones con más características femeninas como compañeros de vida. La razón es que los primeros tienen, en general, una buena genética y son fértiles, pero la fidelidad no es lo suyo. Por el contrario, los segundos son buenos padres y esposos. Los criterios de elección masculinos también están basados en la búsqueda de mujeres sanas y fértiles. De ahí que algunas investigaciones hayan indicado que las mujeres con cuerpos ondulantes, es decir, con una cintura marcada en relación a las caderas, estén muy solicitadas. La relación cadera-cintura se considera un signo de salud reproductiva.
Según otras versiones complementarias, ellos se sienten atraídos por la belleza y la juventud, mientras que las mujeres son seducidas por la educación y la posición.
Los procesos de enamoramiento y lujuria son similares en los dos sexos, pero la emoción se vive de manera distinta. Las mujeres al ser más ciclotímicas manifiestan más los vaivenes emocionales. Además de lo cultural, hay una diferenciación del cerebro, procesan las cosas de una manera diferente. Les motivan otras cosas y el feedback que reciben lo viven de una forma distinta. Hay etapas en donde tiene altos niveles de oxitocina (hormona que produce la contracción del útero), que si suben demasiado en vez producir empatía la incomodan y cuando éstos bajan, se tranquiliza. En los hombres todo está menos exacerbado porque lo suyo es más externo.
6. Narcisismo. En la Universidad de California y en la de Saint Andrews (Escocia) han llegado a la conclusión de que la atracción hacia el otro es una variante del narcisismo. Los investigadores de esas han observado que las personas que más nos gustan son las que más se parecen a nosotros. En un estudio, el equipo científico manipuló las fotos de los propios participantes para convertirlas en una persona del sexo opuesto; cuando tuvieron que elegir, la mayoría de los participantes mostraron su preferencia por la foto travestida de sí mismos.
La dopamina es la responsable de esa sensación de mariposas en el estómago que provoca estar ante la persona amada. Proporciona mucha energía, provoca estados de excitación y de euforia. Muchos estudios indican que, para el cerebro, el amor es comparable al chocolate, al dinero o a cualquier otra forma de recompensa. En todos los casos, lo que se activa son los centros de recompensa, y la descarga química que se produce lleva sobre todo dopamina.
En la fase de atracción irresistible interviene también la adrenalina, que es la responsable de los sudores y de las palpitaciones, y otro neurotransmisor: la serotonina. La serotonina está también relacionada con varias patologías psiquiátricas, entre ellas el trastorno obsesivo compulsivo. De ahí que se compare el amor con un estado de locura. Pero además es el objetivo de los antidepresivos de la familia del Prozac; por esta razón, Fisher considera estos fármacos como auténticos filtros antiamor y antideseo.
3.Desde otro punto de vista, el psiquiatra suizo Carl G. Jung describió ese estado de embriaguez absoluta como el efecto que produce la proyección del ánima sobre ánimus la persona amada. Esto significa que todo hombre tiene un lado femenino dentro de sí: el ánima. Y toda mujer tiene una parte masculina: el ánimus. El asunto es que todo el mundo aspira a completarse, de ahí lo de la media naranja. De modo que cuando encontramos a alguien que parece encajar con la imagen que tenemos dentro, inmediatamente proyectamos la imagen sublimada de lo femenino interior, en los hombres, y de lo masculino, en las mujeres. Es nuestra proyección.
Lo que está claro es que en ese momento no se ve realmente a la persona que está enfrente, con sus virtudes y defectos. Lo que se ve es la proyección de los propios sueños. Pero uno siempre se despierta de los sueños. Después de un tiempo más o menos largo comienza a ser evidente que la persona que duerme al lado no es la que se pensaba. Y la realidad reaparece. Entonces es cuando entra en juego la oxitocina. La hormona del amor. Cuando la dopamina y su enamoramiento desbordante abandonan el terreno, interviene la que se conoce como la hormona del amor, encargada de crear un vínculo sólido y estable.
Hay experimentos con perros de la pradera ( que no pecadores ), animales extraordinariamente fieles, que permanecen con la misma pareja toda la vida, que si se les bloquean los receptores de la oxitocina buscan a un ejemplar del otro sexo para el apareamiento, y después, si te he visto no me acuerdo. En realidad, esta hormona se segrega no sólo cuando se establecen relaciones de pareja, sino en otros tipos de contactos afectivos. Es muy importante entre madres y bebés. En el momento del parto, el contacto piel con piel estimula la producción de la hormona y, por tanto, la creación del lazo materno-filial.
En las parejas, el contacto físico en forma de masajes o haciendo el amor estimulan la secreción de oxitocina.
4.John Gottman, director del laboratorio del amor en la Universidad de Washington, lleva años estudiando el universo de la pareja cree que no hay que refugiarse tanto en las moléculas para justificar los comportamientos amorosos; lejos de análisis bioquímicos, Gottman puede vaticinar el futuro inmediato de una pareja con una fiabilidad del 90%. Su método consiste en observar el comportamiento de cada miembro durante una discusión de 15 minutos y hacer unas pocas preguntas sobre el pasado. Tras estudiar a cientos de parejas ha constatado que, en aquellas que tienen futuro, la proporción de frases positivas y negativas es de cinco a uno, mientras que en las que no llegan muy lejos es de uno a uno.
Además ha descubierto que todas las parejas tienen un patrón característico de comportamiento, una especie de marca de la casa que se repite siempre. Gottman lo descubre pidiendo que le cuenten cómo se conocieron. En ese relato sale a la luz el tipo de interacción que existe y la forma en la que uno percibe al otro. El científico ha identificado lo que denomina los cuatro jinetes del apocalipsis: la crítica, estar a la defensiva, la incomunicación y, el más destructor de todos, el desprecio. Un dato más que demuestra los efectos perniciosos de este último: ha observado que el hecho de que alguien a quien se ama exprese desprecio produce un impacto negativo sobre el sistema inmune.
5. ¿Cómo se elige a la pareja? Hay muchos estudios que indican que las mujeres seleccionan al compañero por el olor de su sistema inmune. La evolución las ha equipado con los mecanismos que permiten detectar el más adecuado al suyo: ni demasiado distinto para que no se produzcan rechazos en la fecundación, ni demasiado parecido porque significaría un empobrecimiento de la genética.
Otros estudios, como los del Instituto Ludwing-Boltzmann de Etología Urbana en Viena, sugieren que las mujeres buscan hombres muy masculinos para la fecundación, pero prefieren los varones con más características femeninas como compañeros de vida. La razón es que los primeros tienen, en general, una buena genética y son fértiles, pero la fidelidad no es lo suyo. Por el contrario, los segundos son buenos padres y esposos. Los criterios de elección masculinos también están basados en la búsqueda de mujeres sanas y fértiles. De ahí que algunas investigaciones hayan indicado que las mujeres con cuerpos ondulantes, es decir, con una cintura marcada en relación a las caderas, estén muy solicitadas. La relación cadera-cintura se considera un signo de salud reproductiva.
Según otras versiones complementarias, ellos se sienten atraídos por la belleza y la juventud, mientras que las mujeres son seducidas por la educación y la posición.
Los procesos de enamoramiento y lujuria son similares en los dos sexos, pero la emoción se vive de manera distinta. Las mujeres al ser más ciclotímicas manifiestan más los vaivenes emocionales. Además de lo cultural, hay una diferenciación del cerebro, procesan las cosas de una manera diferente. Les motivan otras cosas y el feedback que reciben lo viven de una forma distinta. Hay etapas en donde tiene altos niveles de oxitocina (hormona que produce la contracción del útero), que si suben demasiado en vez producir empatía la incomodan y cuando éstos bajan, se tranquiliza. En los hombres todo está menos exacerbado porque lo suyo es más externo.
6. Narcisismo. En la Universidad de California y en la de Saint Andrews (Escocia) han llegado a la conclusión de que la atracción hacia el otro es una variante del narcisismo. Los investigadores de esas han observado que las personas que más nos gustan son las que más se parecen a nosotros. En un estudio, el equipo científico manipuló las fotos de los propios participantes para convertirlas en una persona del sexo opuesto; cuando tuvieron que elegir, la mayoría de los participantes mostraron su preferencia por la foto travestida de sí mismos.