Cuenta Mauricio Wiesenthal en ‘El esnobismo de las golondrinas’ que hace un siglo, para evitar los suicidios y la mala publicidad que le daban a Montecarlo, Blanc - a la sazón presidente del Casino de Montecarlo - ..." no escatimó nada. Pagaba un sobresueldo a los botones de los hoteles para que registrasen las maletas, en busca de pistolas y venenos. Sus empleados tenían orden de vigilar los alrededores del Casino y, si no llegaban a tiempo de evitar la desgracia, debían poner unas monedas en el bolsillo del suicida. De esta forma, cuando la policía encontraba el cuerpo, no podía asegurar que fuese una víctima arruinada por el juego. Se dice que así algunos timadores se hacían los muertos, manchándose primero de salsa de tomate, esperaban que les metiesen las monedas en el bolsillo y salían corriendo..."